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Conoce a los recién casados martirizados juntos Timoteo y Maura

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Meg Hunter-Kilmer - publicado el 22/05/17

Torturados cruelmente por practicar su fe, juntos se negaron a rechazar a Cristo

Cuando los santos Luis y Celia Martin fueron proclamados santos en 2015, el mundo católico respondió con entusiasmo: ¡por fin una pareja católica era canonizada junta!

Sin embargo, aunque fueran los primeros en disfrutar juntos de la canonización, no son en absoluto el primer matrimonio santo.

Durante casi dos mil años, la Iglesia ha celebrado el testimonio de parejas casadas que llegaron a la santidad por su vocación.

Algunas llevaban décadas casadas, pero san Timoteo y santa Maura nos muestran el poder del sacramento condensado en solo un mes de matrimonio.

San Timoteo era el hijo de un sacerdote en el Egipto del siglo III. Educado en la Iglesia, se convirtió en lector, que era una orden menor (como subdiácono o acólito) que conllevaba mucho más que simplemente anunciar las lecturas.

Pasaba las tardes leyendo a las gentes de su aldea y predicando el Evangelio, al tiempo que conservaba las sagradas Escrituras y los libros litúrgicos a salvo en su hogar durante las persecuciones de Diocleciano.

En el año 286, Timoteo se casó con una piadosa mujer de 17 años de nombre Maura y juntos empezaron una vida de oración y testimonio cristiano.

Llevando casados únicamente 20 días, Timoteo fue denunciado por ser cristiano y protector de libros sagrados.

Sus captores, con autorización del mismo Diocleciano, exigieron a Timoteo que les entregara los libros de las Escrituras. Timoteo se negó, diciendo:

“Si un padre que ama a sus hijos y obedece la ley natural no entrega a sus hijos carnales a las manos de la muerte, ¿cómo podría yo entregar a mis hijos espirituales, los libros sagrados, a vuestras manos contaminadas?”.

Ariano, el gobernador, no salía de su asombro por esta respuesta. “¿Acaso no ves el instrumental preparado para tu tortura?”. Timoteo no parpadeó: “¿Y no ves tú a los ángeles de Dios que me fortalecen?”.

Y así comenzó la tortura de Timoteo. Le introdujeron hierros al rojo en sus oídos. Lo dejaron ciego y le cortaron los párpados. Lo colgaron boca abajo con una piedra colgada de su cuello. Pero no cedería.

Luego sus captores supieron de su joven esposa. Si no podían tentarle para que negara a Cristo por su bien, seguro que cedería por el bien de Maura.

Ariano apeló a los sueños y las esperanzas de Maura. Después de todo, solo llevaba casada tres semanas. ¿Acaso no quería ella vivir la vida que le habían prometido? ¿No deseaba formar una familia con su marido y envejecer junto a él?

Todo lo que tenía que hacer Timoteo era entregar las Escrituras y sería liberado para vivir en paz hasta la vejez. Maura escuchó atentamente y pidió hablar con su marido.

Cuando Maura fue llevada ante Timoteo, ella le explicó la oferta del gobernador. Aquí difieren los relatos. Unos dicen que Maura se mantuvo siempre firme en su fe: “Pero yo, por mi parte, nunca te hablaré de nuevo si niegas a Cristo”.

Otros aseguran que Maura quedó abrumada por el dolor al ver el sufrimiento de Timoteo y le suplicó que apostatara. Timoteo seguía impasible:

“¿Cómo es posible, oh Maura, que siendo como eres cristiana, en vez de animarme a morir por mi fe, me tientes a abandonarla; y así, obtener una existencia breve y miserable aquí, exponerme a los interminables dolores del infierno? ¿Así es, pues, tu amor?”.

Tras esto, supuestamente, Maura quedó convencida y se arrepintió de su momentánea debilidad.

Permaneciera siempre fiel o no Maura, una cosa sí es segura: mientras miraba el cuerpo de su agonizante marido, confesó su fe cristiana y fue sometida también a torturas.

Le arrancaron el cabello y le cortaron los dedos. Sin embargo, cuando la sumergieron en un cubo con agua hirviendo, no sufrió ningún daño.

Aunque el gobernador quedó impresionado por este milagro, pronto reanudó sus torturas (tan crueles que incluso el público pagano quedó escandalizado) y terminó con la joven pareja clavada a dos cruces enfrentadas entre sí.

Durante 10 días rezaron juntos, cantaron himnos y se animaron mutuamente mientras sufrían por Cristo.

Cuando uno flaqueaba, el otro avivaba las fuerzas por los dos, recordando a su amado el sufrimiento de Cristo y la promesa de la vida futura.

Por fin, ambos fueron recibidos en los brazos de Cristo como mártires gloriosos.

Su valor y su dicha inspiraron de tal forma a su torturador que él mismo se convirtió pronto en cristiano, fue martirizado también y se le venera en la Iglesia oriental como san Ariano de Alejandría.

Aunque solo estuvieron casados un mes, los santos Timoteo y Maura entendieron el propósito del matrimonio: animar a la pareja y desafiarla para mejorar, tanto a través del sufrimiento como de la alegría, mientras juntos siguen a Cristo.

Puesto que estaban fuertemente unidos, fueron capaces de resistir un dolor inimaginable, manteniendo al otro a la altura de sus responsabilidades y llamándolo a avanzar hacia la santidad.

El 3 de mayo se celebra su fiesta. Pidámosles que intercedan por todos los matrimonios cristianos, para que los cónyuges se regocijen en el sufrimiento conjunto, animándose mutuamente día a día a vivir con más plenitud por Cristo.

Santos Timoteo y Maura, ¡rueguen por nosotros!


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