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Seré el héroe de mi historia, no la víctima

niño vestido de superheroe

© CRISTINA BOCETA

A soma de todos os afetos - publicado el 22/01/17

Ser el héroe o la víctima depende de nuestra actitud ante las cosas

A menudo, se acostumbra decir que en la vida sólo se tienen dos finales: ser héroe o ser víctima. Sin embargo, no es necesario llegar a estos sutiles extremos.

Basta, simplemente, ser tú mismo.

Ahora, también sabemos que, a veces, el complicado desafío de ser tú mismo choca con los intereses de los demás.

La convivencia no es fácil, pero, a pesar de las dificultades y las posibles desavenencias, jamás debemos caer en el abismo de ser víctimas de nuestras propias historias, de nuestros mapas personales.

Los golpes de la vida son lo que nos enseñan a ser resistentes. Si no somos capaces de dar voz a nuestras necesidades y respuesta a nuestros vacíos, seremos como náufragos a la deriva en estos mares tan complicados.

De este modo, recuerda: sé siempre tú mismo. Sé héroe de la historia que deseas contar a los demás el día de mañana.

Ser víctima es una opción, pero no es el mejor camino

Comencemos diferenciando, en primer lugar, la víctima del victimismo. Tenemos la certeza de que a lo largo de tu experiencia, has conocido a muchas personas que usan el victimismo.

Se trata de un tipo de manipulación y de gestión emocional realmente destructivo. Presentan un tipo de actitud donde proyectan la culpa de todo lo que les ocurre sobre los demás.

  • Infringen una mala consciencia sobre el ser amado para hacerlo sentir culpable por casi todo.
  • Si sienten dolor de cabeza y malestar, es por las decepciones que les causamos.
  • El victimismo es una manera eficaz de control, basado en la manipulación de los demás.

“Yo te hago sentir mal y logro que te sientas culpable y, de este modo, pierdes tu autoestima. Tu dignidad ahora está bajo mi dominio”.

El victimismo crónico es un trastorno realmente complejo que llega a destruir ambientes familiares y mucha relaciones.

Sin embargo, aclarado este punto, veamos esas situaciones en las que viven las auténticas víctimas. Las que actúa con amor y son destruidas a pesar de su nobleza.

Cuando dejas de ser protagonista de tu propia historia

Esta realidad es muy común. Poco a poco, las personas dejan de ser protagonistas de su propia vida. Sin embargo, lo más complejo es que lo hacen por amor, por cariño a los demás.

Veamos algunos ejemplos de esta realidad:

  • Empezamos una relación y damos todo por ella.
  • Tenemos una familia y nos entregamos a ella. A nuestros hijos y nuestra pareja.
  • Amamos a los que nos dan sus raíces. Nuestros papás, hermanos…
  • Somos comprensivos, pero en ocasiones, ponemos toda nuestra energía, emociones, tiempo y esfuerzo en los demás hasta que, después de algunos años, descubrimos algo preocupante:

Los demás se acostumbran a tenernos siempre a su alcance. A cualquier hora y en cualquier momento.

Dan todo por sentado, incluso a ti. No quedan espacios personales, y ya no tienes tiempo para ti mismo y a fin de cuentas, eres víctima de tus propias circunstancias.

Y tú lo haces todo por amor, pero el amor de los demás, a veces, es egoísta y asfixia.

Eres víctima, pero puedes vestir tu armadura y dejar de serlo

Eres víctima de la falta de respeto, del reconocimiento. Eres víctima de la ausencia de afecto, de palabras amables. Caminas mirando a tu alrededor esperando algo. Anhelas consuelo, apoyo, abrazos y un “gracias por todo lo que haces por mí”.

Si fuera eso lo que sientes en este momento, es hora de reaccionar.

Las víctimas tienen un ventaja: saben lo que es el dolor y el sufrimiento en silencio. Lo positivo de todo eso es que tú eres consciente de lo que no quieres.

Conocer cara a cara nuestros demonios nos ayuda a identificarlos mucho mejor.

  • Si tú sabes lo que no quieres en tu vida, exiges lo que necesitas.
  • Vístete una armadura nueva. No se trata absolutamente de empuñar una espada y romper con todo. No es necesario cortar vínculos, relaciones y esos contextos en lo que vivimos.
  • El buen guerrero es sabio y tiene voz. Pon límites. Deja claro que los amas, pero quien ama también merece dignidad.
  • Lucha por tus espacios. Defiende esos instantes sólo para ti, en los que puedes descansar y desconectarte.
  • Si te piden un favor, no es necesario que, más tarde exijas que te lo devuelvan. Lo que pides es reconocimiento: lo haces por afecto y el afecto no se debe humillar, mucho menos darse por sentado.

Para dejar de ser víctima nada mejor que sentarnos y escribir en una hoja nuestra propia ley. Haz una lista de cosas que no permitirás más. Este debe ser tu código personal a partir de ahora.

Transfórmate en héroe de tu propia historia.

Por A soma de todos os afetos

Tags:
amorfelicidadlibertadvaloresvida
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