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¿Trabajáis y tenéis hijos? Estas son las claves del éxito

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La Mamá Oca - publicado el 31/10/16
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Es posible conciliar vida familiar y vida laboral, pero hay que tener claras ciertas cosas La familia es una de las instituciones que más ha cambiado en las últimas décadas. Una de las causas más importantes es la inclusión de la mujer en el mercado laboral. Esto ha generado una transformación en la dinámica interna tanto del matrimonio como de la educación de los hijos.

Los motivos por los cuales una madre decide trabajar son diversos. Puede ser una opción personal de ejercer una profesión o consecuencia de una realidad social y económica que lo exige. Por esta razón no se debe juzgar ni calificar de mejor ni de peor una situación familiar determinada. Todo tipo de comparación correrá el riesgo de caer en el prejuicio.

Cualquier mujer que trabaja fuera del hogar o como ama de casa ha sufrido, de alguna manera, cierta clase de discriminación. Por ejemplo, a las primeras se les juzga de preferir su vida profesional “abandonando” a los hijos. A las segundas, de desfasadas, mantenidas y sin aspiraciones personales.

Se pueden organizar cientos de mesas de debate sin lograr un acuerdo sobre qué es lo mejor: si trabajar o dedicarse a los hijos. Pero hay un punto en el que la gran mayoría sí concuerda: el trabajo de la maternidad es una ocupación a tiempo completo y, por su repercusión en la sociedad, el más importante de todos.

Así, ante esta realidad que con frecuencia se presenta bajo la forma de un antagonismo insalvable, la única vía de solución es aprender a conciliar ambas dimensiones vitales: el trabajo de la madre y su posible ejercicio profesional. Y para lograrlo efectivamente, una relación de pareja sana y madura, en la que prevalezca la comunicación y el apoyo, es imprescindible.

Debido a que este es un tema difícil de delimitar ya que incluye muchos aspectos personales en la ecuación, el objetivo de este post no es encontrar soluciones definitivas, sino ofrecer algunas reflexiones breves que, luego de conversarlas en pareja o en familia, puedan ayudar a una mejora en la calidad de vida y en la conciliación.

Para reflexionar

El trabajo debe integrarse de manera equilibrada en toda la vida. Esto implica la unión armónica de todos los aspectos esenciales: la familia, el trabajo, las relaciones sociales, el ocio, entre otros. Sólo en esta integración es que uno puede ser feliz.

Si se busca únicamente el éxito profesional (o se lo exigen para mantener un puesto de trabajo) se caerá definitivamente en el desequilibrio personal y en la insatisfacción. Esto traerá repercusiones negativas en los demás aspectos de la vida, como en la relación amorosa o con los demás miembros de la familia.

La pareja debe apoyarse para lograr esta integración y armonía, señalando los momentos de exceso o de defecto, facilitando espacios también de descanso o distracción. Siempre con asertividad, cariño y respeto.

Cuando papá y mamá trabajan, no se debe hablar de dos trabajos, sino de tres. Porque el trabajo de la casa, a pesar de no ser remunerado, es muy exigente. ¿Alguien se atreve a negarlo? Tener eso en cuenta ayuda mucho a comprender más a aquel miembro de la pareja que se hace cargo de la mayor parte de las responsabilidades del hogar. Sí, trabajar fuera y dentro de la casa es doble carga, son horas extras y deben ser reconocidas.

A esto hay que sumar que muchas empresas no ofrecen flexibilidad para la conciliación por lo que gran parte de las tareas del hogar se realizan luego de haber cumplido un horario laboral completo, quitándole tiempo al descanso o a otras aficiones que aligeran el estrés.

No se debe aparentar que ser madre no es algo importante, por más que eso signifique un riesgo para la posición laboral. Los padres, como responsables principales de la educación de sus hijos, deben tener claro que, por sobre todas las cosas, debe estar el bienestar de los más pequeños.

Fingir que no es así sólo traerá descontento y malestar, como lo mencionamos en el primer punto. Es más honesto tratar de lidiar con las dificultades de la conciliación que quitarle el peso que merece a la familia. El padre (varón) debe ser consciente de eso y velar, dentro de sus posibilidades, por el desarrollo sano de la maternidad de su esposa o pareja.

Si bien las tareas del hogar hoy no son tan pesadas como hace décadas —ahora se cuenta con ayuda externa, los electrodomésticos, espacios de vivienda más reducidos, etc.—, lo que no ha cambiado es que los niños pequeños demandan una dedicación muy grande, sobre todo durante los primeros diez años de vida.

Por esto es importante que, durante este tiempo, las madres sientan mayor apoyo. Si la mujer se encuentra laborando en un espacio con poca flexibilidad, con mayor razón necesita un fuerte soporte de la pareja para no cargar ella sola con el estrés de todo el trabajo del hogar.

Una alternativa es compartir de manera equitativa las tareas que sí se pueden repartir y no están vinculadas con un rol exclusivo, como puede ser la lactancia.

Otro ejemplo es que algunas veces sea el padre quien tenga que pedir permiso en la oficina para ocuparse de un hijo enfermo o para llevarlo al colegio. Además, es importante que el hombre asuma las tareas que le corresponden como padre y en el que no debería ser reemplazado por nadie.

El apoyo del hombre es fundamental para la mujer. Experimentar que su bienestar es importante para el otro hace que se desempeñe mejor en todos los ámbitos y sea una persona feliz. Esto, que puede sonar a cliché, es lo que finalmente todos los seres humanos anhelan… y es justo.

Además, el estado de ánimo de la pareja repercute inevitablemente en el propio bienestar así como en el de la familia. El varón y la mujer, como padres y/o esposos, deben anteponer de verdad las necesidades del otro y las de los hijos a las suyas propias. De no ser así, las tensiones se hacen insuperables y la calidad de vida —por más éxito profesional o dinero que se tenga— se deteriora.

Artículo originalmente publicado por La Mamá Oca

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