Cuando el pelagianismo toca a la puerta de una comunidad...
El papa Francisco no deja de alertar sobre el riesgo de volvernos pelagianos, una herejía condenada por la Iglesia hace siglos y que sin embargo está introducida de manera sibilina en la vida diaria de muchos creyentes.
Para reflexionar, he aquí la historia de una madre soltera que vivía en un pueblito muy católico. Ella denunció con lágrimas ante el anciano obispo local que algunas señoras de buen nombre de su comunidad parroquial la habían llamado ‘pecadora’.
Igualmente, su hijo de ocho años vivía lleno de ansiedad, pues sus compañeritos de escuela, replicando el vocerío de algunos adultos, le llamaban con crueldad el ‘pequeño bastardo’.
El obispo, preocupado, llamó al párroco de la comunidad. El sacerdote, sorprendido por la voz malhumorada de su superior, se comprometió a encontrar una solución.
Así un domingo, al final de la misa dominical, realizó la siguiente comunicación: Hermanas y hermanos antes de terminar quisiera darles algunas informaciones de servicio…
La parroquia está buscando al fiel perfecto -la asamblea quedó fría y muda-. La persona que cumpla ese requisito ya no tendrá que venir a Misa, no tendrá que participar de los sacramentos, o venir a los retiros de cuaresma, al contrario será nuestro custodio supremo de la fe…
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