El demonio no es una fábula: existe, y los cristianos no deben ser ingenuos frente a sus estrategias
Desde que asumió el pontificado, el Papa Francisco ha estado alertando sobre la existencia del demonio y su nefasta acción en el mundo y las personas.
El Papa Francisco afirmó que “el demonio no es una fábula: existe, y los cristianos no deben ser ingenuos frente a sus estrategias”. “¡Es igualmente verdad que el demonio existe! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y también al final, cual victoria de Dios sobre él”.
El Papa indicó tres caminos para resistir al maligno: “No confundir la verdad, Jesús lucha contra el diablo; y éste es el primer criterio. El segundo es que "quien no está con Jesús está contra Jesús". No existe otro comportamiento. Y el tercer criterio es la vigilancia de nuestro corazón, porque el demonio es astuto, nunca es expulsado para siempre”.
Al comentar el evangelio donde Jesús expulsa un demonio, el Papa dijo:
“El evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y termina con el demonio que vuelve. Es como un león feroz, que nos rodea. Esto no es mentira”. “Es la Palabra del Señor. Pidámosle a Él la gracia de tomar en serio estas cosas. Él vino a luchar por nuestra salvación y venció al demonio. No hagamos negocios con el demonio; él intenta volver a casa, y apoderarse de nosotros. No debemos relativizar, sino vigilar, siempre y con Jesús”, dijo el Papa.
Nuestro catecismo habla claro sobre el demonio: “Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9).
La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos")” (§391).
“La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt4,1-11). "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios” (§394).
Pero, la Iglesia nos recuerda que el poder de Satanás no es infinito. Él no pasa de ser una criatura, poderosa por el hecho de ser puro espíritu, pero siempre criatura: no es capaz de impedir la edificación del Reino de Dios.
Aunque Satanás actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños – de naturaleza espiritual e, indirectamente, hasta de naturaleza física – para cada hombre y para la sociedad, esta acción es permitida por la Divina Providencia, que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y el mundo.
El permiso divino de la actividad diabólica es un gran misterio, pero “por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Ro 8,28).
En 1972, el Papa Pablo VI hizo un largo discurso sobre el demonio, de existencia real y su peligro (“Líbranos del mal”).