Juan Scoto nació en Duns (Escocia) hacia el año 1266. Ingresó en la Orden de los Hermanos Menores (franciscanos) en la comunidad de Dumfries hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291.
Juan Scoto fue estudiante en Cambridge, Oxford y París, y docente de estas dos últimas universidades, en donde comentaba las "Sentencias" de Pedro Lombardo en sus lecciones.
La negativa al rey de Francia le costó el puesto
Felipe el Hermoso, entonces rey de Francia, se enemistó con el papa Bonifacio VIII y promovió una apelación al Concilio contra él. Buscó firmas de adhesión al documento y el beato Juan Duns Scoto se negó a aprobarlo. Esto le costó el trabajo y tuvo que abandonar la Universidad.
Al año siguiente, sin embargo, el ministro general de la Orden de los Hermanos Menores, el padre Gonzalo Hispánico, quien había sido su maestro, redactó una carta de presentación que le sirvió de aval para acceder de nuevo a la Universidad. Así, pudo preparar el doctorado.
Gonzalo Hispánico lo había elogiado diciendo que era docto "sea por la larga experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo" de Duns Scoto. Posteriormente, en el año 1307, viajó a Colonia (Alemania) donde falleció siendo joven.
«Doctor Subtilis»
En la Universidad lo apodaron "Doctor sutil" por su inteligencia unida a su bondad.
De Duns Scoto destaca su trabajo en la filosofía escolástica, que facilitó el saber teológico. Era contemporáneo de otros dos grandes: santo Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham.
Era muy devoto de la Virgen María y al mismo tiempo elaboró teorías filosófico-teológicas sobre la Inmaculada Concepción y la Encarnación del Verbo, que servirían para el culto a la Madre de Dios y a Cristo Rey.
El episodio más famoso de su vida
En cuanto a su aportación mariana, es conocido un episodio clave de su vida.
En una disputa pública (frecuentes en aquella época entre autoridades académicas) en la Sorbona, Duns Scoto permaneció en silencio hasta que unos 200 teólogos expusieron sus sentencias. Afirmaban que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.
Cuando ya habían hablado todos, se levantó, tomó la palabra, y uno por uno fue tumbando todos los argumentos que habían dado los otros teólogos contra la Inmaculada Concepción de la Virgen.
Scoto empleó la Sagrada Escritura y la Patrística para demostrar que la Inmaculada Concepción era un privilegio de la Virgen que no contradecía a la fe. Luego presentó su argumento, que ha pasado a la posteridad:
“Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.
Dios podía, convenía, luego lo hizo.
El beato Juan Duns Scoto también fue una autoridad de la escuela franciscana, que había iniciado el beato Alejandro de Hales, desarrolló san Buenaventura y con él llegó a su momento más álgido. Se le llama con razón "Doctor del Verbo encarnado" y "Doctor Mariano".
Murió el 8 de noviembre de 1308, con poco más de 40 años. Su aportación intelectual, sin embargo, ha perdurado, y su ejemplo de vida ya forma parte del santoral.
El papa san Juan Pablo II aprobó su culto como beato el 20 de marzo de 1993.