Urge utilizar con más precisión esta polémica palabraLa noción de yihad es manipulada desde posiciones contrarias. Por los fanáticos, para justificar la violencia. Por aquellos incompetentes que la esgrimen como prueba del carácter esencialmente agresivo de la fe y la civilización árabe-musulmana.
Estos prejuicios enfrentados hacen necesario abordar este concepto desde una perspectiva equilibrada, que tenga en cuenta su evolución histórica, su significado teológico y las implicaciones en las relaciones internacionales y el diálogo interreligioso.
La yihad se traduce generalmente como la versión islámica de la “guerra santa”. Esta simplificación se ha extendido al gran público, hasta el punto de asociar automáticamente islam y violencia.
El desconocimiento de los fundamentos de esta religión y de las circunstancias históricas de su evolución ha oscurecido la verdadera naturaleza de este concepto.
Además, en muchos casos se emiten discursos plagados de prejuicios ideológicos: en ocasiones, en defensa de una lectura radical de la tradición islámica; en el otro extremo, mediante la descalificación genérica del mundo árabe musulmán.
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1. ¿Qué es la Yihad?
Después de siglos en los que ha habido una relación entre occidente y el mundo árabe islámico articulada en gran medida en torno al conflicto, es frecuente asociar este término con la idea confrontación irreconciliable entre civilizaciones rivales.
Guerras de naturaleza religiosa se han dado a lo largo de la historia (cruzadas, reconquista) y también de dominación colonial en el mundo contemporáneo.
Teniendo en cuenta estas premisas, es necesario llamar la atención sobre la complejidad del término y la necesidad urgente de utilizarlo con mayor precisión.
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Tanto en teología como en interpretación del texto coránico, yihad posee connotaciones complejas y al menos tres sentidos.
El primero se refiere al esfuerzo en el perfeccionamiento y purificación interior del individuo. Esta ascesis tiene como objetivo una observancia más fiel de los preceptos religiosos islámicos y llegar a ser un buen musulmán.
En segundo lugar, se refiere a la misión proselitista que interpela a todo creyente para extender su fe al conjunto de la humanidad, en tanto que es considerada por los musulmanes como revelación última.
Un error común consiste en incluir la yihad entre los pilares o fundamentos del Islam, algo más propio de la rama chií, para quienes sería el “sexto pilar” del islam.
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En tercer lugar, puede interpretarse como una invitación a combatir las desviaciones en la construcción de un orden social justo y en defensa de una comunidad islámica (Umma) en caso de que su existencia se vea amenazada.
Esta complejidad de la definición exige una actitud responsable que destierre una traducción unívoca de yihad como guerra santa.
A menudo grupos radicales de combatientes y terroristas se autodefinen como yihadistas. Utilizan este término como un recurso eficaz para la legitimación de sus acciones violentas y el reclutamiento de nuevos efectivos. Se trata de una perversión del lenguaje y de esta tradición religiosa, puesta al servicio de intereses ideológicos, estratégicos y políticos.
En otras ocasiones, son medios y grupos extremistas occidentales los que usan estos estereotipos sobre islam y violencia para difundir interpretaciones cerradas que subrayan el carácter irreconciliable entre civilizaciones.
Las corrientes que sostienen una interpretación moderada del término insisten en destacar el carácter defensivo de la yihad como derecho comunitario a la supervivencia e insisten en dar a conocer este primer sentido del término, mucho menos difundido.
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2. ¿Por qué es un concepto polémico?
En este sentido, se aborda con criterios puramente ideológicos, atribuyéndole todas las virtudes o achacándole todos los males.
Por ejemplo, relacionando islam y paz como sinónimos; presentando a los musulmanes como minorías amenazadas o bien como sociedades cuyos problemas se deben exclusivamente a dirigentes desviados de la ortodoxia y la injerencia occidental.
Del lado contrario, observando a las comunidades islámicas como una amenaza potencial para la seguridad y de las que debe siempre desconfiarse. Un todo monocorde y no integrable en sociedades modernas y no musulmanas.
La polémica sobre la yihad nace del propio Corán, donde el término presenta perfiles contrarios, interpretados de forma muy diversa.
De un lado, la Sura 2:256 incide en que “no cabe coacción en religión”. De otro, la 9:29 insiste en combatir contra los que no aceptan “la religión verdadera”.
La clave del asunto es precisar cuál es el significado de ese combate y la formación de un estatuto social de tolerancia (dimmí) para los creyentes de otras religiones monoteístas (judíos y cristianos, Sura109).
El texto coránico reitera la exigencia individual y colectiva del musulmán de defender su fe de todo aquello que pueda amenazarla.
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Por tanto, existe un riesgo evidente de manipulación ideológica de este llamamiento a la yihad, especialmente en aquellas referencias coránicas que definen la justificación de la respuesta ante las agresiones (Sura 22:39-40) o exhortan a una lucha decidida contra los que se le oponen (9:73, 9:111 y 9:123).
Sin embargo, es necesario poseer una autoridad moral reconocida para interpretar en qué consiste este esfuerzo defensivo contra la increencia y en qué caso sería legítimo el uso de la violencia.
Esta categoría de “guerra justa” ha preocupado a la tradición filosófica católica en torno a la necesidad de autoridad, causa e intención, en figuras como santo Tomás de Aquino y los juristas españoles Francisco Suárez y Francisco de Vitoria.
3. ¿Debemos temer al Islam?
Para abordar el trato con una religión diferente, es inspiradora la actitud definida por el magisterio de la Iglesia católica para el diálogo interreligioso: un acercamiento basado en respeto mutuo e interés por conocer al otro creando espacios de convivencia y colaboración, al margen de sincretismos y confusiones.
Desde este fundamento, debe rechazarse una interpretación del islam como un todo absoluto, que ignora la complejidad de esta fe y su desarrollo histórico.
Por tanto, es inadecuado utilizar la noción de yihad como el elemento explicativo fundamental del Islam. Hacerlo conduce a plantearlo como amenaza permanente, bien al sistema de vida occidental, bien a la seguridad internacional.
El uso de un lenguaje maniqueo impide un acercamiento racional y equilibrado a esta temática. Suele abusarse de discursos sobre el islam al margen de la realidad histórica, mezclando categorías medievales y contemporáneas para hacer una descalificación genérica del mundo musulmán.
Si nos referimos a los efectos de esta postura en las comunidades islámicas en países occidentales, las consecuencias pueden resultar dañinas para la convivencia, incrementando la desconfianza en individuos y comunidades, potenciando el racismo y alimentando la segregación, y también negando la existencia de un islam moderado, susceptible de modernización y capaz de construir sociedades integradas en el mundo global.
Por último, convierte este rechazo a lo musulmán en un elemento cohesionador de fuerzas radicales (políticas o religiosas) que consideran prioritario fomentar estas tendencias excluyentes.
Uno de los aspectos más delicados que implica este radicalismo es la asociación abusiva de todo lo musulmán con el terrorismo. Un prejuicio que identifica esta tradición con violencia, división, intolerancia y mentira.
Así, resulta frecuente que desde el desconocimiento más absoluto estos movimientos anti islámicos utilicen la figura del Profeta y el texto del Corán para reforzar sus argumentos, algo que desencadena reacciones muy intensas en tanto que manipula lo sagrado, reduciéndolo a un programa político radical.
Junto a estas consideraciones, deben tenerse en cuenta algunos aspectos que tienen una base real. Entre ellos, la ausencia de reciprocidad en los derechos de libertad religiosa en el mundo islámico y occidental. Una brecha que en lugar de corregirse ha ido aumentando en el siglo XXI.
Las minorías musulmanas han ido creciendo en número e influencia en las sociedades occidentales, particularmente en Europa. Por el contrario, la persecución de los cristianos es una dolorosa realidad que se multiplica e intensifica (Egipto, Irak, Siria, Nigeria…).
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Asimismo, el rechazo del racismo y la discriminación hacia lo musulmán no exime de una responsabilidad en la lucha conjunta contra las organizaciones que financian y desarrollan la violencia. Algunas de ellas proclamándose organizaciones defensoras del islam. Si bien es falso que todos los musulmanes sean terroristas, este tipo de movimientos sí dice representar al islam.
Por tanto, es responsabilidad de todos luchar contra toda forma de violencia ilegítima. Para ello se hace necesario un uso informado y responsable del término yihad.
Rerefencias:
CORPAS AGUIRRE, Mª Ángeles: “¿Es el Islam intrínsecamente violento?”, Aleteia.org, 25-III-13, en: http://www.aleteia.org/es/religion/q&a/el-islam-es-intrinsecamente-violento-541004
CORTÉS, Julio (trad.): El Corán, Herder, Barcelona 2005.