La fuerza del perdón es tan poderosa
que es capaz de renovar nuestra alma¿Mis pecados afectan a los demás?, ¿podemos perdonar cualquier ofensa?, ¿también aunque no nos pidan perdón?, ¿y si no soy capaz?, ¿qué diferencia hay entre el perdón de Dios y el perdón humano?… A estas y otras preguntas sobre el perdón responde el postulador de la causa de un grupo de 900 mártires de la persecución religiosa en España en los años 30 Jorge López Teulón en la siguiente entrevista publicada en el último número de la Revista Misión.
¿Podemos perdonar cualquier ofensa?
Podemos y debemos. El padrenuestro dice “… perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quien nos ofende”. Con ello, Jesucristo nos indica que debemos perdonar porque esta acción nos enriquece espiritualmente.
¿Tenemos que perdonar aunque no nos pidan perdón?
Siempre. Cuando nosotros perdonamos a alguien que nos ha ofendido, le restituimos su dignidad y ello hace que nosotros mismos también podamos ser dignos de recibir el perdón.
¿Cómo debe perdonar el cristiano?
Es conocida la cita de C. S. Lewis: “No hay caridad cristiana, sino mera justicia, al disculpar lo excusable. Para ser cristianos, debemos perdonar lo inexcusable, porque así procede Dios con nosotros”.
¿Dios perdona solo, a través del Sacramento de la confesión?
Sí. Solo Dios perdona los pecados. El sacerdote lo hace porque Dios se lo ha confiado y es en Su nombre en el que lo hace. En realidad, al confesarle los pecados al sacerdote, se los estamos diciendo al propio Cristo.
¿Quedamos limpios tras recibir la absolución y llevar a cabo la penitencia?
Sí. El fruto de la confesión “no es solo la remisión de los pecados, necesaria para quien ha pecado. Produce una verdadera resurrección espiritual, una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad con Dios”, afirmaba el beato Juan Pablo II. La Misericordia de Dios deja nuestra alma limpia y resplandeciente.
¿Dios nos perdona aunque no le pidamos perdón?
Los límites del mal los pone la Divina Misericordia. Esto no implica que todo el mundo se salve automáticamente por Misericordia de Dios, disculpando así todo pecado, sino que Dios perdonará a todo pecador que acepte ser perdonado.
Mis pecados, ¿afectan a los demás?
Si bien todo pecado es personal, porque es un acto de libertad de un hombre en particular, es, al mismo tiempo, social. Recordaba el beato Juan Pablo II que “en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta medida en los demás”.
¿Qué podemos hacer si, aun queriendo, no somos capaces de perdonar una ofensa?
Dios promete que, cuando venimos a Él, pidiéndole perdón, nos lo concede gratuitamente. Cuando nos cueste, tenemos que pedirle al Corazón de Jesús que nos introduzca en “su horno ardientede caridad” para conseguirlo.
¿Tengo que pedir perdón si mi intención era buena?
Basta con que hayamos hecho daño para tener que pedir perdón. Lo importante es saber con qué he ofendido al otro… mucho más allá de mi intención.
¿Qué diferencia hay entre el perdón de Dios y el perdón humano?
El perdón humano es en sí mismo impotente e ineficaz, porque es algo exterior a la falta, puede pasar por alto la ofensa, olvidar, pero no puede borrar la mancha contraída por el ofensor.
El perdón divino es omnipotente y eficaz; aniquila la falta, perdona la pena, borra la mancha, llega hasta las profundidades de nuestro ser para recrear en nosotros un corazón puro y renovar en nuestras entrañas el espíritu de rectitud. Y por si esto fuera poco, nos devuelve todas las riquezas sobrenaturales que por el pecado habíamos perdido.
¿Podemos vivir sin perdonar?
Claro que no. Dice san Juan Crisóstomo que “nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar”. Es la lección de los mártires: mientras los fusilaban, repetían palabras de perdón. El beato Cruz Laplana absolvía a sus asesinos del pecado que estaban cometiendo. Si, en circunstancias extremas ellos pudieron, ¿nosotros no?