Según representante de obispos europeos: ofrecer la fe en Cristo, sostener la unificación europea y comprometerse con el bien comúnOfrecer la fe en Jesucristo, colaborar y sostener el proceso de unificación europea y comprometerse a nivel personal e institucional con el bien común en el respeto a los dinamismos democráticos son las tres líneas de intervención para la misión actual de la Iglesia en Europa señaladas por el vicepresidente de la Comisión de Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE), monseñor Gianni Ambrosio, en una reciente intervención de la que se hace eco la edición del 22 de enero de L’Osservatore Romano.
El prelado destacó tres ámbitos de trabajo: la acción cultural, el debate público y el discernimiento de los elementos positivos de la ciudadanía europea actual y la denuncia de lo que es contrario a la dignidad humana.
Las reflexiones del obispo sobre las directrices de la COMECE respecto a la misión de la Iglesia en Europa están tomadas principalmente de la exhortación apostólica Ecclesia in Europa de Juan Pablo II y del discurso de Benedicto XVI del 24 de marzo de 2007 con motivo del congreso de la COMECE dedicado a los “Valores y perspectivas para la Europa del mañana, a cincuenta años de la firma de los Tratados de Roma”.
“En primer lugar, Juan Pablo II reclama el bien más precioso que la Iglesia puede ofrecer y que ningún otro puede dar: la fe en Jesucristo, don que está en el origen de la unidad espiritual y cultural de los pueblos europeos y que todavía hoy y para el futuro puede constituir una contribución esencial de su desarrollo y de su integración”, señaló monseñor Ambrosio.
“La segunda indicación se refiere al estilo de la misión –continuó-. El papa afirma que “en la lógica de la sana colaboración entre comunidad eclesial y sociedad política, la Iglesia católica está convencida de poder realizar una singular contribución a la perspectiva de la unificación. Se trata de colaborar y de sostener el proceso de unificación europea, sabiendo que es “singular” y “esencial” la contribución de la Iglesia”.
“La tercera indicación concierte al compromiso efectivo y competente, llevado a cabo a todo nivel, personal e institucional, para favorecer el bien común en el respeto concreto a los dinamismos democráticos -añadió-. Estas indicaciones constituyen el punto de referencia del actual compromiso de la misión de la Iglesia en Europa”.
El cuidado de la persona humana
Concretando un poco más, el prelado destacó que hoy, en Europa, “los obispos quieren arrojar luz sobre la visión del hombre”, conscientes de que “el nexo entre la fe y la cuestión antropológica es particularmente importante en nuestro contexto plural y democrático”.
“Así, el cuidado de la persona humana en todos sus aspectos e implicaciones debe estar en el centro de la comunicación de la fe –indicó-. Una existencia empobrecida, incapaz de generar, cansada y resignada, cerrada en su pequeño mundo, no es digna de la persona humana”.
Además de la denuncia eclesial, prosiguió, “hay que actuar para ofrecer un horizonte mayor, ayudando a superar la fragmentación que se contenta con el momento con un proyecto de la persona, con signos de continuidad, de fidelidad y de profundidad que inciden en la vida y ayudan a mirar con altura al futuro”.
Fe en el espacio público
Otro de los aspectos destacados en la intervención se refería al aspecto público de la fe como algo “esencial para la vida del creyente y de nuestra sociedad”. Para los obispos europeos, “esta dimensión pública se puede recuperar y afirmar entrando en el debate público con competencia, con seriedad, con respeto” y por parte de los creyentes “dar razón”, de proponer, de dialogar, de dar testimonio de la disponibilidad al servicio y a la solidaridad”.
Por último, el obispo señaló la necesidad de que la Iglesia transparente la belleza y la gracia del amor de Dios y anuncie el vínculo estrecho que existe entre Cristo y el hombre. “La Iglesia ofrece su contribución buscando ser cada vez más lo que es en el designio de Dios –concluyó-: ser “en Cristo, de algún modo, el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”.
Citando Ecclesia in Europa, el obispo recordó la tarea urgente de la Iglesia de ofrecer nuevamente a los hombres y mujeres del viejo continente el mensaje liberador del Evangelio, y destacó algunos signos preocupantes en el continente, como el olvido de la memoria y de la herencia cristiana, acompañado de una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa.