Campaña de Cuaresma 2025
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Hay que entrar en el propio corazón para entender el sentido del sufrimiento. Es verdad, el contacto con el sufrimiento que sana, nos transforma. Nos hace más apacibles y sosegados. Para nosotros, llamados a la esperanza, es importante comprender qué sentido tiene el sufrimiento en la vida.
Nos llamamos a nosotros mismos cristianos porque hemos quedado deslumbrados por la libertad del buen Jesús. Por la unidad entre lo que decía y hacía. Por la fuerza de sus palabras, que devuelve la vida a todos. Pero ¿cómo no ver el sufrimiento que padeció Jesús como algo negativo o incluso un fracaso?; ¿cómo no rechazar nuestro propio sufrimiento?
Se nos hace sumamente difícil aceptar la unión entre la Cruz, la Resurrección y la confianza en la prueba.
Hay en el sentido del sufrimiento un misterio humano que no puede formularse. Pero podemos decir con seguridad que el destino humano no responde a una imposición externa; Dios no castiga con el sufrimiento.
"Incorporándose Jesús le dijo: 'Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?' Ella respondió: 'Nadie, Señor' Jesús le dijo: 'Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más'" (Jn 8, 10-11).
Dios no condena a nadie. Se condena cada cual a sí mismo, si cierra su corazón a los ríos de amor que fluyen desde Dios. San Juan lo expresa así: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios" (Jn 3, 16-18).
El sentido del sufrimiento
En su carta a los Filipenses, san Pablo nos describe el modo de actuar de Dios. Dios no desea el sufrimiento. No se proclama más sabio, ni más fuerte, ni de mayor gloria. Dios anhela rebajarse hasta el más pequeño, volverse un ser humano, y seguir bajando hasta la condición de esclavo. Un inocente injustamente condenado a muerte.
"El cual siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de esclavo" (Fil 2, 6-7).
Es ahí, en lo más bajo de la escala humana, donde Dios se encuentra con los rechazados. Los que no son amados. Uno con ellos, recompone el cuerpo de la humanidad entera. Quizás en eso consiste el sentido del sufrimiento. En darnos la oportunidad de descender con Jesús, bajar para encontrarnos frente a frente con los que sufren como uno mismo. Y con ellos, mano a mano, construir una nueva humanidad capaz de no dejar a nadie atrás. Una humanidad a imagen del Reino de Dios.
En el camino hacia la Pascua, podemos llenarnos de compasión con la Virgen María. María, llena de Gracia, se mantuvo al pie de la cruz. No decía nada. No tenía miedo. Todo su ser estaba orientado hacia el crucificado. Con todo su ser, decía: “Confío en ti.” Incluso cuando su corazón estaba traspasado por una espada.
Acompañemos el sufrimiento del otro como María acompañó a Jesús en la cruz. Cuando el sufrimiento no se siente rechazado, da lugar en nosotros a la Vida, a la Resurrección.
"No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43, 18-19).

