Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Todo comienzo tiene un final. La vida terrenal también lo tiene, y la muerte es necesaria para entrar en la vida eterna. Esta es una realidad que los santos entendieron bien, por eso, si le tienes miedo a ese momento, te presentamos qué pensaban ellos para que tengas esperanza.
1La muerte es una ganancia
San Pablo se esforzó mucho por ganar la carrera y no quedar fuera (cf. 1 Cor 9, 27), como le escribió a los cristianos de Corinto.
Se aseguró de que todos entendieran que la muerte no era el fin, sino el inicio de una vida nueva, como él mismo lo expresó a los filipenses:
"Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia".
2El encuentro con el Padre
Durante una audiencia general, san Juan Pablo II habló del significado de la muerte, comentando que resultaba difícil hablar de ella "porque la sociedad del bienestar tiende a apartar de sí esta realidad, cuyo solo pensamiento le produce angustia".
Sin embargo, recordó que "con su muerte y resurrección, Jesús venció el pecado y la muerte, que es su consecuencia".
Pero al final, es preciso pasar por la muerte para estar con Dios:
"Ciertamente, es preciso pasar por la muerte, pero ya con la certeza de que nos encontraremos con el Padre cuando 'este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad'".
3La hermana muerte
La veneración que sentía san Francisco de Asís por la creación era tan grande que le hablaba de la grandeza de Dios.
Por eso, en su Alabanza de las criaturas no dudó en llamar a cada cosa "hermano" o "hermana", incluyendo a la muerte.
Así pues, luego de unas largas y muy dolorosas enfermedades, el Pobrecillo de Asís estaba preparado para encontrarse con la hermana muerte. Así lo dijo a Bongiovanni d'Arezzo, el médico que lo estaba atendiendo:
"Hermano, dime la verdad; yo no soy un cobarde que teme a la muerte. El Señor, por su gracia y misericordia, me ha unido tan estrechamente a Él, que me siento tan feliz para vivir como para morir" ( Leyenda de Perusa 100 a).
Y cuando supo que moriría pronto, levantó los brazos al cielo y exclamó:
"Bienvenida sea mi hermana la muerte" (LP 100 d).
Prepárate para ese momento
La muerte llegará inevitablemente, pero el cristiano debe tener esperanza y recodar constantemente que está de paso por este mundo y que debe vivir preparado porque no sabe en qué momento vendrá su Señor" (Mt 24, 42).
Por eso, digamos con san Francisco:
"Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal" (LP 7).