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Uno de los grandes Doctores de la Iglesia, san Juan de la Cruz, fue compañero de santa Teresa de Ávila en la fundación de conventos de la Orden de Carmelitas Descalzas, destacando por su espiritualidad y gran sensibilidad para la escritura mística.
Precisamente, y debido a las fuertes tensiones surgidas por causa de la Reforma de la Orden del Carmelo, san Juan de la Cruz fue encarcelado durante ocho meses, mismos que le sirvieron para escribir las primeras treinta y un estrofas del poema Cántico espiritual, que describe un intenso deseo por el Amado.
Otras obras
En la incertidumbre de la prisión nació Noche Oscura, emergida de su desgaste físico y emocional debido a la presión, la duda del éxito de la empresa teresiana y la angustia por creerse olvidado de sus amigos.
Sin embargo, a pesar de sus sufrimientos y los embates humanos que deseaban obstaculizar el avance de la Reforma, su creatividad no dejó de florecer.
Una vez alcanzada la libertad, llegó la calma como vicario del convento de El Calvario en la serranía jienense. La naturaleza le ayudó a inspirarse y escribió Cautelas, Avisos, Montecillo de Perfección. Y aunado a sus muchas responsabilidades, continuó con Llama de amor viva.
Su personalidad intelectual, cultura y espiritualidad desarrollaron su creatividad literaria, fecunda y desbordante, con la que escribió versos y prosa, siempre edificantes para quien las leía, no obstante las incomprensiones humanas de que fue objeto, aún después de su muerte.
Sin embargo, lo que se mantuvo intacto fue su inmenso amor por Dios, lo que percibimos claramente en la siguiente oración, extraída de su libro Dichos de luz y amor:
Oración de alma enamorada:
¡Señor Dios, amado mío!; si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos. Dios mío,
tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu
bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme
mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieres aceptar, y hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la
que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo (insignificancia), pues le quieres, y dame este bien, pues que tú también le quieres (n. 26).
Que san Juan de la Cruz nos ayude a amar a Dios con la misma pasión con que él lo amó.