El Papa Francisco presidirá este domingo la Misa de clausura de la segunda asamblea del Sínodo sobre la Sinodalidad, el gran proceso eclesial que busca proponer una Iglesia más acogedora, más abierta a la escucha y menos clerical. Los 368 miembros, junto con los otros 155 participantes sin derecho a voto, se reunirán por última vez en la basílica de san Pedro para dar gracias al Señor por los trabajos de este mes y confiarle sus frutos.
Uno de los frutos más importantes de todo Sínodo es el Documento Final, el texto que resume todos los debates y que se ha ido construyendo progresivamente a partir del "instrumento de trabajo" y de los intercambios de las últimas semanas. La primera etapa fue la elaboración de un borrador, que se presentó a la asamblea el pasado lunes y al que se presentaron más de mil enmiendas.
Desde entonces, los miembros tienen dos días de descanso. "Es bienvenido, me da tiempo a leer la encíclica del Papa", dice un obispo francés, que explica que tiene muchos correos electrónicos esperándole relativos a su diócesis.
En los restaurantes y cafés de los alrededores del Vaticano, varios miembros, como Geert de Cubber, diácono permanente de la diócesis de Gante, aceptan tomarse su tiempo para informar a la prensa sobre los trabajos de este mes, y para mirar hacia el futuro del Sínodo, su acogida en las parroquias, las conferencias episcopales… Este padre de tres prevé incluso una posible tercera asamblea o un nuevo sínodo para abordar las cuestiones que la asamblea no ha podido tratar, en particular la espinosa cuestión de los ministerios.
Un sínodo entre bastidores
A este respecto, el jueves por la tarde, un centenar de miembros participaron también en una reunión sobre la cuestión de la mujer, durante la cual pudieron intercambiar puntos de vista con el cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y responsable del famoso "Grupo 5", que trabaja sobre este tema, pero al margen de los debates de la Asamblea.
El cardenal debe presentar un informe al Papa en junio, dejando la cuestión en suspenso por el momento. Pero es entre bastidores donde realmente se está jugando el final del Sínodo. La aparición de sor Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo, atravesando a toda velocidad la multitud en su bicicleta entre la Salle Pablo VI y la Via della Conciliazione, es uno de los pocos indicios de la intensa actividad que está impulsando a un pequeño grupo de miembros a preparar el Documento Final.
Desde el mediodía del miércoles, un equipo de redacción dirigido por el relator general del Sínodo, el cardenal Jean-Claude Hollerich, con el apoyo de los dos secretarios especiales, el padre Giacomo Costa y el padre Riccardo Battocchio, así como de expertos teólogos, trabaja para integrar, de la mejor manera posible, las más de mil enmiendas presentadas. Su trabajo está supervisado por una comisión especial compuesta por siete miembros elegidos -entre ellos el cardenal Jean-Marc Aveline-, cuatro miembros titulares y otros tres elegidos por el Papa.
Un texto examinado durante el día
Toda esta actividad se está llevando a cabo con la máxima discreción, y con mucha prisa: el documento debe estar listo para ser presentado a toda la asamblea a las 9 de la mañana del sábado. Y eso no es todo: el texto oficial está en italiano, pero hay que traducirlo a las lenguas oficiales del Sínodo (inglés, francés, español y portugués) para que cada miembro pueda asumirlo. "Algunos no dormirán mucho", dice uno de los participantes, explicando que ya fue muy duro en la asamblea del año anterior.
El sábado por la mañana se leerá íntegramente el Documento Final en la 16ª Congregación General. A continuación, los miembros dispondrán de tres horas y media para estudiar detenidamente el texto, ya que les espera la siguiente etapa esencial: la votación.
Decidirán sobre la versión final del texto, estudiándolo párrafo por párrafo a partir de las 16:00 horas hasta que se haya tratado todo el documento.
El año pasado había 273 apartados. Algunos de ellos habían sido especialmente discutidos, y otros descartados. La conclusión de esta secuencia esencial es la publicación del texto, que se espera, en el mejor de los casos, a primera hora de la tarde, pero más probablemente un poco más tarde en la noche romana. "Es el Papa quien decide si el documento se publica", señala el cardenal Ulrich Steiner, arzobispo de Manaus. En las altas esferas, algunos esperan que el Papa Francisco decida firmarlo e incorporarlo directamente a su magisterio.