"Deseo proponer un cambio radical de enfoque sobre la gran atención que se debe prestar a la literatura en la formación de los candidatos al sacerdocio", afirma el Papa Francisco en una carta sobre el papel de la literatura en la formación, publicada el 4 de agosto de 2024 y fechada el 17 de julio.
En este inesperado documento, que no tiene el valor magisterial de una carta apostólica sino un tono muy personal, el Papa Francisco vuelve sobre "la importancia de la lectura de novelas y poemas en el proceso de maduración personal", no solo para sacerdotes y seminaristas sino para "todos los agentes pastorales" y, más ampliamente, para "todo cristiano". Además de las menciones a Jorge Luis Borges y T.S. Eliot, el Papa hace numerosas referencias a autores franceses, desde Marcel Proust a Jean Cocteau y Michel de Certeau.
Explicando en particular que, durante el periodo estival, "encontrar un buen libro para leer se convierte en un oasis que nos aleja de otras opciones que no nos harían ningún bien" y nos permite "abrir nuevos espacios interiores que nos ayudan a no encerrarnos en las ideas obsesivas que nos atenazan inexorablemente", el Papa invita a despegarse del teléfono y de las redes sociales para confrontarse con obras literarias.
"Encontrar un buen libro para leer se convierte en un oasis que nos aleja de otras opciones que no nos harían ningún bien"
Francisco explica que aprecia "el hecho de que, al menos en algunos seminarios, estemos superando la obsesión por las pantallas -y por las venenosas, superficiales y violentas fake news- para dedicar tiempo a la literatura, a momentos de lectura serena y libre, y a hablar de esos libros, nuevos o viejos, que nos siguen diciendo tantas cosas".
El pontífice argentino lamenta, sin embargo, que la literatura sea "considerada a menudo una forma de entretenimiento, es decir, una expresión menor de la cultura que no forma parte del camino de preparación, y por tanto de la experiencia pastoral concreta, de los futuros sacerdotes".
Esta reticencia está, según Francisco, "en la raíz de una grave forma de empobrecimiento intelectual y espiritual de los futuros sacerdotes, que se ven así privados de un acceso privilegiado, a través de la literatura, al corazón de la cultura humana y, más precisamente, al corazón del ser humano".
Autores clásicos: una confrontación fecunda para la fe
El Papa recuerda su experiencia como profesor de literatura entre 1964 y 1965 en un colegio jesuita de Santa Fe. Contando las reticencias de sus alumnos a estudiar El Cid, el Papa explicó que "hay que elegir la lectura con apertura, sorpresa, flexibilidad, dejándose aconsejar, pero también con sinceridad, tratando de encontrar lo que necesitamos en cada momento de nuestra vida".
"Cada uno encontrará libros que hablen de su propia vida y que se conviertan en verdaderos compañeros de camino"
"Me encantan los artistas trágicos, por ejemplo, porque todos podemos sentir sus obras como nuestras, como expresiones de nuestros propios dramas. Al llorar por el destino de los personajes, en realidad estamos llorando por nosotros mismos y por nuestro vacío, nuestras culpas, nuestra soledad", confiesa el pontífice argentino, explicando que "cada uno encontrará libros que hablen de su propia vida y que se conviertan en verdaderos compañeros de camino".
Inspirándose en el Concilio Vaticano II, cuya Constitución Gaudium et Spes afirma que "la literatura y las artes se esfuerzan por expresar la naturaleza misma del hombre" y por "sacar a la luz sus miserias y alegrías, sus necesidades y energías", el Papa explica que "la misión de la Iglesia ha podido desplegar toda su belleza, frescura y novedad en el encuentro con las diversas culturas -a menudo gracias a la literatura- en las que ha echado raíces, sin tener miedo de implicarse y de extraer lo mejor de lo que ha encontrado".
Al invitarnos a "profundizar en la polifonía de la Revelación sin empobrecerla ni reducirla a condiciones históricas o estructuras mentales", el Papa explica que "el cristianismo primitivo vio claramente la necesidad de una confrontación estrecha con la cultura clásica de la época".
Del mismo modo, utilizando una expresión utilizada por Juan Pablo II en su Carta a los artistas de 1999, el Papa invita a Francisco a considerar la literatura actual como una "puerta de entrada" que puede "ayudar al pastor a entrar en un diálogo fecundo con la cultura de su tiempo".
"Todos debemos cuidar de no perder nunca de vista la 'carne' de Jesucristo: carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, historias concretas, manos que tocan y curan, miradas que liberan y animan, hospitalidad, perdón, indignación, valentía, intrepidez: en una palabra, amor", insiste Francisco, subrayando el valor de la literatura en esta búsqueda de encarnación.
Liberar las emociones y evitar la "sordera espiritual"
Citando a Marcel Proust (1871-1922) en En busca del tiempo perdido el Papa Francisco explica que las novelas liberan "en nosotros, durante una hora, todas las felicidades e infelicidades posibles, de las que tardaríamos años en la vida en conocer algunas, y las más intensas no se nos revelarían nunca porque la lentitud con la que se producen nos priva de percibirlas".
El Papa evoca también la figura del escritor Jorge Luis Borges (1899-1986), que explicaba a sus alumnos que "al principio quizá no entendieran gran cosa de lo que leyeran, pero en cualquier caso oirían 'la voz de alguien'. Es una definición de la literatura que me gusta mucho: 'escuchar la voz de alguien'", explica el Pontífice, que conoció personalmente a su célebre compatriota argentino.
"¡No olvidemos lo peligroso que es dejar de escuchar la voz del otro que nos interpela! Inmediatamente caemos en el autoaislamiento, entramos en una especie de sordera espiritual que también afecta negativamente a nuestra relación con nosotros mismos y a nuestra relación con Dios, independientemente de la teología o la psicología que hayamos estudiado", advierte Francisco.
El Papa evoca la figura del poeta T.S. Eliot (1888-1965), que describió la crisis religiosa moderna como una "incapacidad emocional" generalizada. "A la luz de esta lectura de la realidad, el problema de la fe hoy no es ante todo creer más o menos en las proposiciones doctrinales", explica Francisco, expresando su preocupación "más bien por la incapacidad de muchas personas de conmoverse ante Dios, ante su creación, ante los demás seres humanos. La tarea es, por tanto, sanar y enriquecer nuestra sensibilidad", afirma.
Por ello, el Papa invita a los candidatos al sacerdocio a afrontar las obras literarias como una especie de "gimnasio del discernimiento", inspirándose también en la noción de "desolación" de la tradición espiritual de san Ignacio de Loyola, como una experiencia que hay que vivir plenamente y no evitar.
El Papa señala el riesgo de "caer en una eficacia que trivializa el discernimiento, empobrece la sensibilidad y reduce la complejidad. Por tanto, es necesario y urgente contrarrestar esta inevitable aceleración y simplificación de nuestra vida cotidiana aprendiendo a tomar distancia de lo inmediato, a ralentizar, a contemplar y a escuchar. Esto puede ocurrir cuando una persona se detiene libremente a leer un libro", señala.
Redescubrir un sentido de la lentitud saludable
"Es necesario redescubrir modos de comportarse ante realidades acogedoras, no estratégicas, no directamente orientadas a la consecución de un resultado, donde sea posible dejar emerger la infinita desmesura del ser". El Papa explica que "distancia, lentitud y libertad son las características de un acercamiento a la realidad que encuentra precisamente en la literatura una forma de expresión ciertamente no exclusiva, sino privilegiada".
Invitándonos a tomarnos el tiempo de "digerir" y "rumiar", según imágenes queridas por el monje Guillaume de Saint-Thierry (1085-1148) y el jesuita Jean-Joseph Surin (1600-1665), el Papa cita también al jesuita Michel De Certeau, que hablaba de una "fisiología de la lectura digestiva".
Dedicar tiempo a la lectura nos permite entrar en relación con los personajes que nos sacan de nuestro aislamiento. "Cuando leemos una historia, gracias a la visión del autor, cada uno de nosotros puede imaginar a su manera el llanto de una niña abandonada, el anciano que cubre el cuerpo de su nieto dormido, la pasión del pequeño empresario que intenta salir adelante a pesar de las dificultades, la humillación de la persona que se siente criticada por todos, el muchacho que sueña como única forma de escapar al sufrimiento de una vida miserable y violenta", explica el Papa Francisco.
Subraya que los lectores pueden sumergirse "en la existencia concreta e interior del vendedor de fruta, de la prostituta, del niño que crece sin padres, de la mujer del albañil, de la anciana que aún cree que encontrará a su príncipe", y que pueden hacerlo "con empatía y a veces con tolerancia y comprensión".
El Papa también hace referencia -pero se distancia- a extractos de una carta de Jean Cocteau a Jacques Maritain, publicada varios años después de sus respectivas muertes bajo el título Diálogo sobre la fe: "La literatura es imposible, hay que salir de ella, y es inútil intentar escapar a través de la literatura, porque solo el amor y la fe nos permiten salir de nosotros mismos". "Pero, ¿salimos realmente de nosotros mismos si los sufrimientos y las alegrías de los demás no arden en nuestro corazón? Prefiero recordar que, como cristiano, nada de lo humano me es indiferente", replica Francisco.
Leer para descentrarnos
"La literatura no es relativista porque no nos despoja de criterios de valor. La representación simbólica del bien y del mal, de la verdad y de la mentira, como dimensiones que en la literatura toman la forma de vidas individuales y de acontecimientos históricos colectivos, no neutraliza el juicio moral", advierte el Papa.
Al contrario, impide que nos volvamos ciegos o que condenemos superficialmente", explica Francisco, citando las palabras de Jesús en el capítulo séptimo del Evangelio según san Mateo: "¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano? Y no te fijas en la viga que hay en tu propio ojo".
"La mirada de la literatura entrena a los lectores a descentrarse, a desarrollar el sentido de los límites, a renunciar al dominio cognitivo y crítico sobre la experiencia, enseñándoles una pobreza que es fuente de una extraordinaria riqueza", insiste el pontífice argentino.
El Papa explica que la literatura puede ayudar a todo sacerdote o futuro sacerdote "en el ejercicio libre y humilde de su racionalidad, en un reconocimiento fecundo del pluralismo de los lenguajes humanos, en una ampliación de su sensibilidad humana y, finalmente, en una amplia apertura espiritual a la escucha de la Voz a través de muchas voces".
También señala que "la fuerza espiritual de la literatura recuerda, en última instancia, la tarea primordial confiada al hombre por Dios: la de "nombrar" a los seres y las cosas (cf. Gn 2,19-20). La misión de guardián de la creación, asignada por Dios a Adán, implica ante todo el reconocimiento de la propia realidad y del sentido de la existencia de los demás seres", explica.
"También el sacerdote está investido de esta tarea original de 'nombrar', de dar sentido, de convertirse en instrumento de comunión entre la creación y la Palabra hecha carne con su poder de iluminar todos los aspectos de la condición humana", asegura el jefe de la Iglesia católica al final de este texto tan denso.