Cynthia Cruz Moreno, de 30 años de edad y originaria de Guadalajara, Jalisco, además de desempeñarse profesionalmente, apoya en su parroquia a través de diferentes ministerios.
Años antes conoció a Bartosz, amigo de Polonia, al cual conoció en el grupo parroquial de jóvenes al que ella asiste cuando él llegó a hacer una investigación para preparar un documental sobre el mártir san José Sánchez del Río. Bartosz participa -en su país- en un grupo llamado Dos Rayos, dedicado a transmitir el legado de la Divina Misericordia que Jesús dio a santa Faustina Kowalska. Este grupo comúnmente va de misiones a Ucrania cada verano.
Cynthia cuenta para Aleteia que "antes de que empezara el covid, Bartosz nos había hecho la invitación a diferentes personas para ir a Ucrania". Sin embargo, "comenzó la pandemia, las misiones se suspendieron por dos años y no pudimos participar. Después inició la guerra y pensamos que tampoco íbamos a poder ir".
Entonces el grupo Dos Rayos empezó a apoyar a sus amigos ucranianos y a contactar grupos de voluntariado para generar despensas y otros artículos para las zonas afectadas y para los refugiados.
Por ese entonces un monasterio benedictino mexicano contactó con Bartosz porque los monjes buscaban tener una reliquias del beato cardenal polaco Wyszyński. "Mi amigo me platicó que era necesario que alguien fuera por las reliquias", continúa Cynthia. "Le dije que lo iba a pensar, pero a la siguiente semana me llamó para decirme: ‘Los monjes están muy emocionados porque les vamos a mandar de Polonia las reliquias, y nos van a mandar de San Miguel Allende otras’. Es decir, se iba a hacer un intercambio de reliquias".
En la parroquia, Cynthia le contó a su amiga Gabriela Muro los planes que tenía y le compartió que no quería ir sola, ella le dijo: "Cynthia, si tú vas, yo te acompaño". En Misa pidieron a Dios que les confirmara si ellas debían ir, y el Señor se encargó de que las cosas se fueran acomodando. Después otra chica, Ana Pérez, amiga de Bartosz, decidió unirse a ellas.
Misión en Ucrania
En un paso de fe, decidieron ir también a Ucrania a pesar del miedo y de que no contaban con visas, pues la embajada en México no las estaba expidiendo. Las tres jóvenes empezaron a pedir donativos de ayuda humanitaria que fueron aportados por muchas parroquias, amigos y hasta personas que no comparten su fe católica. "Llevamos 90 kilos de ayuda humanitaria. Ana, como es doctora, sabía qué medicamentos llevar y nos ayudó a conseguirlos", explica Cynthia.
Patrocinadas por Dos Rayos, viajaron llevando reliquias del venerable padre Félix de Jesús Rougier y de la venerable italiana Benedetta Bianchi. También de los siguientes beatos: Stanley Rother, misionero estadounidense; Concepción Cabrera, mística mexicana; Luis Padilla, seglar mártir; Miguel Agustín Pro, sacerdote mártir , y José María Robles Hurtado, otro laico mártir de tiempos de la Cristiada.
Además las de los siguientes santos mártires mexicanos: el adolescente san José Sánchez del Río y los presbíteros san Tranquilino Ubiarco y san Cristóbal Magallanes. Las reliquias eran de primero y segundo grado, señala Cynthia.
Antes de arribar a Ucrania, hicieron una parada en Madrid, donde recogieron unos drones con identificación térmica que entregarían a los soldados ucranianos.
"Un cubano, Álvaro, residente en Miami, supo que tres mexicanas íbamos a ir a Ucrania, y decidió unirse a nosotras. Nos estaba esperando en Polonia llevando un donativo de puros vendajes anticoagulantes israelíes, que son capaces de detener una hemorragia", relata Cynthia.
Ese mismo día viajaron de Varsovia a Cracovia, donde unas monjas les dieron hospedaje, al día siguiente tramitaron y obtuvieron su visa para entrar a Ucrania.
En dicho país comenzaron a repartir la ayuda inmediatamente y les entregaron parte de las santas reliquias. Visitaron varias urbes y platicaron con los ciudadanos, que se mostraron agradecidos "porque para ellos era una muestra de que el mundo no los había dejado solos".