El 1 de diciembre, primera fiesta litúrgica de San Charles de Foucauld, Francia ha sido testigo de un acontecimiento inesperado: la misa fundacional del nuevo monasterio de Santa María de las Nieves, que surge con una comunidad de ocho monjas cistercienses.
En medio de un país sumamente secularizado, en el que el 50% de la población dice no creer en Dios, toda la iglesia se ha volcado con las hermanas en este día tan esperado.
El mismo papa Francisco se hizo presente con una carta, leída por el obispo noruego trapense Erik Varden, en la celebración eucarística, sacando más de una lágrima de los presentes.
La celebración fue presidida por el obispo de la diócesis local, Viviers, enclavada en la región de Ródano-Alpes, en el departamento de Ardèche. Entre los presentes, se encontraba el abad general de la Orden Cisterciense, el padre Mauro-Giuseppe Lepori, así como numerosos representantes de otras familias religiosas.
Las ocho hermanas (tienen entre 31 y 73 años) suceden a los hermanos trapenses que habían fundado este monasterio en 1850. Se vieron obligados a dejar este inmenso cenobio por falta de vocaciones. La comunidad se componía de menos de diez monjes, algunos ancianos, que no podían afrontar del inmenso trabajo que implicaba la manutención del gran monasterio. Hoy se han distribuido entre diferentes comunidades trapenses.
Acogida monástica junto a Charles de Foucauld
Para poder sobrevivir económicamente, las monjas de la nueva fundación ofrecerán, a partir de enero, acogida monástica a personas que quieran vivir un retiro espiritual o a los miles de caminantes que todos los años recorren el «Camino de R. L. Stevenson», que aquí emprendió el novelista británico de «La isla del tesoro».
En este monasterio, además, fue monje Charles de Foucauld (canonizado el 15 de mayo de 2022), antes de viajar a África del Norte. A él está dedicada una capilla, que recoge algunas de sus reliquias. Un museo en su memoria permite, además, descubrir los aspectos más destacados de su herencia espiritual.
La sorprendente multiplicación de religiosas en Boulaur
Las monjas proceden de la abadía cisterciense de Boulaur, situada en región de Occitania, que desde hace cuarenta años experimenta un auténtico milagro: la sorprendente multiplicación de sus religiosas.
Para contar esta historia, hay que empezar por la muerte de meningitis fulminante, el 22 de enero de 1975, de Claire de Castelbajac, joven francesa de 21 años, especializada en la restauración de obras de arte por el Instituto Central de Restauración de Roma.
Tras sus primeros años de infancia, transcurridos en Marruecos, Claire se trasfirió a Francia, donde se convirtió en vecina de las religiosas cistercienses de Boulaur.
Unos meses después de su edificante muerte, el hermano de su madre, un sacerdote carmelita, dijo a su hermana, Solange, que tenía el «deber de conciencia» de escribir la vida de su hija. La madre finalmente accedió y compuso un apasionante libro gracias a las magníficas cartas que había escrito Claire a sus familiares y amigos.
Entre ellos, se encontraba la abadesa de la abadía de Boulaur, la madre Pía, una de sus amigas de juventud que era estudiante de Bellas Artes.
Santidad ordinaria
La Madre Pía, conmovida a su vez por los escritos de Claire, aprovechó la visita del abad general cisterciense, en septiembre de 1979, para regalarle el libro.
El sacerdote, al recibir el volumen, suspiró con algo de indiferencia: «Sabe, madre, recibo continuamente libritos de almas bellas…».
Al día siguiente, a primera hora, pidió hablar de nuevo con la abadesa, tras haber leído del libro de un tirón: «Esta joven puede ser canonizada, su testimonio es excepcional, ¡voy a hablar de ello esta misma tarde a nuestro obispo!».
A su vez, el obispo leyó sin parar el libro y se puso en contacto con la madre de Claire, que, un poco aturdida por el giro de los acontecimientos, tardó diez días en responder.
Hay que decir que en aquella época todavía no se hablaba mucho en la Iglesia de la «santidad ordinaria». «¿Y si usted se equivoca?», preguntó la madre al obispo. «¡Tu hija ya no te pertenece, pertenece a la Iglesia!», le respondió el prelado.
Y como el abad general pasaba la mayor parte del tiempo en Roma y conocía los entresijos de la Iglesia, el obispo le pidió que averiguara qué podía hacer para abrir la causa de canonización de Clara.
Un signo claro y evidente
Mientras tanto, el futuro del monasterio de Boulaur parecía incierto. Aunque las hermanas vivían en esa abadía desde 1949, nunca habían sido más que cinco. Las vocaciones eran escasas y la comunidad estaba envejeciendo. El futuro era sumamente incierto.
No había más que una joven novicia, que entró en 1976 y que iba a hacer sus votos perpetuos en 1981. Pero el abad general estaba preocupado, «¿cómo podía recibir los votos perpetuos de esta joven cuando la comunidad probablemente no tenía futuro?».
Entonces, tuvo una idea. Convocó a las cinco hermanas a un capítulo excepcional y les dijo:
«Con el obispo, estamos considerando la posibilidad de abrir el proceso de la causa de canonización de Claire, pero necesitamos una señal clara del cielo. Así que les pido que recen y pidan a Claire cinco nuevas vocaciones para este año».
«Pero reverendo padre», respondió la madre abadesa, "cinco es algo imposible... ¿No podemos pedirle dos?».
«No, quiero una señal clara y evidente, ¡le pedirán cinco!», insistió el abad general.
El milagro de Boulaur, las vocaciones
En 1981, cinco chicas jóvenes pidieron entrar en el monasterio de Boulaur, la primera de ellas se llamaba... ¡Claire! ¡Y la historia no termina ahí, porque hoy las hermanas son casi cuarenta!
Desde 1982, una o dos jóvenes entran en Boulaur cada año para vivir la vocación cisterciense en torno a la oración, la vida fraterna y el trabajo de la tierra.
En 2004, a petición del obispo y con el acuerdo de su madre (que se trasladó a la abadía y murió allí serenamente en 2005 a los 93 años), el cuerpo de Claire fue trasladado a Boulaur.
Hoy día, muchas personas acuden a Boulaur para rezar y dar testimonio de las gracias recibidas por intercesión de Claire, testimonios que las hermanas recogen fielmente.
Multiplicación
En estos momentos, falta el reconocimiento oficial de un milagro por parte del Papa para que pueda acelerarse el proceso de beatificación de Claire. Pero las monjas no están mínimamente preocupadas: para ellas ese milagro ya ha tenido lugar: la multiplicación de vocaciones en su monasterio.
Mientras tanto, el monasterio de Boulaur tiene nueve novicias. Con la ausencia de las ocho fundadoras de Santa María de las Nieves, la casa queda ahora con 31 religiosas (entre 25 y 94 años), que cultivan 45 hectáreas de tierras agrícolas en las que cuidan de 9 vacas (con las que hacen queso), cerdos (con los que producen paté), y en donde producen muchas toneladas de mermelada al año. Tienen 26 habitaciones para ofrecer acogida monástica.
Una de las monjas resume con estas palabras el secreto de sus vocaciones: «Nuestra vida monástica, según la Regla de san Benito, se resume en el ‘Ora et labora’. Nuestros días ven una armoniosa alternancia de actividades que nos permiten alimentar nuestra alma en la oración, abrir nuestra inteligencia a través del estudio, ¡mientras estamos bien arraigados por el trabajo manual! La vida fraterna florece en los momentos comunitarios como el recreo, los ensayos de cantos, el trabajo en común... pero también en la acogida de invitados que nunca faltan en el monasterio».