Veinte años no es nada. Es el tiempo que han tardado las hermanas clarisas en retornar al monasterio Santa Clara de la ciudad vizcaína de Orduña, a unos cincuenta kilómetros de Bilbao, procedentes del cenobio de Belorado (Burgos).
Dos décadas antes, las religiosas de la orden abandonaron el claustro que data del siglo XIII por el progresivo envejecimiento de sus hermanas y la falta de vocaciones.
En estos tiempos en que se cierran conventos, la Providencia actúa. Hoy lo habitan seis monjas, cinco hermanas jóvenes y una veterana de 99 años. El monasterio de Orduña se había cerrado hace 18 años.
La historia de este monasterio se remonta a 1296. Se fueron sucediendo generaciones hasta que, en 2003, quedando nueve hermanas, se trasladaron al Monasterio de San Antonio de Vitoria, cerrando así el de Orduña hasta que han vuelto en octubre de 2020.
La hermana Myriam, una de las clarisas de la comunidad, cuenta a Aleteia: "El monasterio lo encontramos en buenas condiciones. Un señor de Orduña se encargaba de visitarlo, hacer alguna barrida, mirar tejas... Había zonas del monasterio que estaban bien para habitar ya y otras los chicos ven que hay cosas que reconstruir".
La acogida por parte del pueblo ha sido asombrosa, como nos cuenta la hermana Myriam: "es un pueblo con un poso de religiosidad y un gran amor a las monjas de Santa Clara que han estado 422 años de presencia en el pueblo".
Todo el pueblo se ha volcado con su tiempo y cariño, para que esta comunidad de Clarisas vuelva para llenar sus corazones. Tener un convento de contemplativas en Orduña es un regalo para todo el pueblo.
La primera Eucaristía
Las primeras semanas, como cualquier familia que se muda, fueron una mezcla de caos y de alegría: ver todo un pueblo implicado, ayudándolas a acondicionar la casa para poder vivir, era una señal inequívoca de la Providencia.
Sin luz, en el coro bajo que sirve de capilla y la iluminación gracias a un generador y sin calefacción, el 28 de octubre de 2020, su obispo, monseñor Juan Carlos Elizalde, celebró la primera Eucaristía en su nueva casa y la madre abadesa Isabel le entregó la bula de fundación.
Tanto en ese momento, como actualmente estas monjas clarisas carecen de muchas cosas materiales que necesitan para que la comunidad no tenga que volver a marcharse.
Un obrador
En febrero terminaron de construir el obrador. Hasta entonces habían estado usando y adaptando salas para la elaboración de dulces. Un obrador que empezó de forma casual y por la insistencia de los vecinos de Orduña.
Al saber que las hermanas ya estaban medio instaladas, todos los días, tocaban al torno para preguntar si hacíamos dulces. Un proyecto sorpresa, pero como todo lo que las había llevado a Orduña, dijeron nuevamente "sí".
Una hermana empezó a elaborar dulces muy sencillos, pestiños y magdalenas, luego vinieron los mostachones y rosquillas. El éxito fue rotundo. El Señor nuevamente les habría una ventana a un nuevo discernimiento.
"¿Es esta la manera con la que podremos subsistir?", se pregunta la hermana Myriam.
Decidieron improvisar un pequeño obrador, tras tener los permisos de sanidad e industria. Adecuaron la sala que reunía las condiciones necesarias para elaborar dulces. El boca a boca y la buena mano de las hermanas haciendo sus dulces, llenos de oración y silencio, los pedidos y las ventas se agilizaron en poco tiempo.
En pocos meses ese improvisado obrador se quedó pequeño y en febrero han inaugurado el nuevo obrador. En este nuevo obrador se van a cocinar cosas más profundas.
Jóvenes voluntarios en el monasterio
Este verano unos trescientos jóvenes de toda España, pertenecientes a la Milicia de Santa María y al Seminario de Madrid, han venido a ayudar a la rehabilitación del monasterio, bajo la tutela del delegado de Enseñanza de la diócesis de Getafe y coordinador del campo de trabajo, don Javier Segura.
"La plantearon como una actividad al aire libre. Nos parecía que estaba en sintonía con lo que estábamos viviendo – explica la hermana Myriam –: la idea de reconstruir la Iglesia después de una pandemia. Un proyecto para servir a la Iglesia, teniendo todos en común la búsqueda de Dios".
Se trataba de tareas básicas, que no requerían de mano de obra especializada, como limpieza, retirar muebles, picar piedras o derribar muros.
Fue un verano de enriquecimiento para los chicos y para las hermanas, que pudieron conocer de primera mano las inquietudes de los más jóvenes y su manera de experimentar la fe en Cristo.
Necesitan ayuda
A pesar de la ayuda del pueblo y de los jóvenes en verano, queda mucho por hacer en el Monasterio; obras que sin su ayuda las clarisas no pueden pagar ya que son muy costosas.
Han tenido que retrasar el arreglo del tejado por falta de fondos. Es una obra prioritaria ya que en la zona donde está el monasterio, llueve con mucha frecuencia; y si no lo arreglan se les puede hundir.
Tienen otra necesidad urgente para que ellas puedan vivir del cultivo de las tierras del monasterio que son muy fértiles. Necesitan construir un invernadero y un taller para la maquinaria.
Actualmente, es raro dar la noticia de la apertura de un monasterio de contemplativas. Puedes hacer tu donativo a través de la página de la Fundación DeClausura; especificando que las ayudas van destinadas al Monasterio de Santa Clara de Orduña, https://declausura.org/donativos
En este vídeo Sor Israel nos cuenta las necesidades más urgentes de la Comunidad: