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Justyna Gorce-Bałut, madre, esposa y profesora de la Escuela Internacional de Bydgoszcz, en Polonia, católica del Camino Neocatecumenal, explica su experiencia de acogida de refugiados en una entrevista impactante.
Habéis recibido a algunas personas de Ucrania durante un par de días, por menos de una semana. ¿Cómo eran vuestras relaciones?
Nos enfocamos en brindar ayuda inmediata a estas personas. Prácticamente no hubo tiempo para una relación más estrecha.
Cuando estábamos juntos en casa, los niños hacían mucho ruido, corrían,... Así que era difícil encontrar un momento más tranquilo.
Recibimos a una joven abuela con una hija de 16 años y nietos, hijos de su segunda hija. Llegaron a nosotros cuatro días después del comienzo de la guerra.
Aceptamos sin tener ni idea de lo que nos esperaba
Cuando nos involucramos en la clasificación de las donaciones y su embalaje, preparando los camiones que salían con ayuda justo después del brote, alguien nos llamó para preguntarnos si podíamos alojar a una familia. Aceptamos, sin tener ni idea de lo que nos esperaba.
¿Por qué por tan poco tiempo?
Resultó que la madre de estos niños también había cruzado la frontera y estaba en algún lugar de Polonia, así que comenzamos a buscarla.
Descubrimos que obtuvo alojamiento y comida gratis en Gdańsk durante los primeros dos o tres meses, por lo que parecía una opción más estable y segura para ellos.
Y más sabiendo que se quedarían en Polonia por ahora. Durante su estancia con nosotros, resultó que su bloque fue bombardeado y su piso fue destruido.
Oramos por la salud y por la paz
Debían haber vivido un trauma. ¿Era posible, en estas las condiciones, dar de alguna manera testimonio de fe, orar juntos?
Al principio, (les) dijimos que íbamos a la iglesia los sábados por la tarde o los domingos, que teníamos reuniones de nuestra comunidad allí [neocatecumenal, nota del autor], que habría muchos niños, muchas familias y que nos alegraríamos si venían con nosotros.
No conocíamos sus experiencias con la Iglesia. Sabíamos que fueron bautizados, por lo que tenían una experiencia de alguna tradición cristiana.
Oramos juntos antes de las comidas y en esta oración había peticiones de los niños -por la salud o por la paz. A nuestros invitados no les molestó en absoluto. Participaron en la oración.
Cuando resultó que tenía que llevarlos a Gdańsk exactamente el día en que iban a ir a la liturgia con nosotros, hubo una gran decepción.
Fue especialmente visible en el caso de la joven de 16 años, quien ya había terminado el bachillerato. Había iniciado sus estudios y esta huida fue especialmente difícil para ella.
Necesitaba apoyo espiritual y era obvio que contaba mucho con él. Por eso intenté que alguien en Gdańsk la acoja espiritualmente.
En general, a pesar del trauma, las niñas se acostumbraron mucho a nuestra casa. Había alegría en ellas, porque los niños iban a ver a su madre. Aunque por otro lado, tuve la impresión de que hubieran preferido traer a su madre a nuestra casa.
Si bien estos pocos días de su estancia fueron sumamente intensos, esta familia conectó con nosotros, con nuestra casa, con nuestro perro, con el entorno de la casa. Sintieron que era un lugar amigable.
Ayuda a largo plazo
No hubo posibilidad de traer a la madre, pero de todos modos, vale la pena ver la ayuda a los refugiados a largo plazo.
La adolescente comenzó sus estudios en el campo del turismo y la hostelería, por lo que Gdańsk es una opción ideal para ella. Ya le di direcciones de sitios que le permitirán continuar sus estudios.
Refugiados en la comunidad
Luego vino una segunda familia...
Eran personas de Zhytomyr. Pasaron la noche no en nuestra casa, sino en la casa de unos amigos que no estaban allí en ese momento y quienes les dejaron su propia vivienda.
Ellos estaban en el Camino Neocatecumenal en Zhytomyr, por lo que naturalmente participaron en nuestra reunión en Bydgoszcz.
Fue una Eucaristía muy hermosa, durante la cual se cantaron los mismos cánticos conocidos en el Camino Neocatecumenal, solo que en ucraniano.
También tuvieron la oportunidad de tomar la palabra. Yo pude traducirles del ruso al polaco.
Fue una experiencia muy bonita, también porque, como comunidad, pudimos ayudarlos en su camino.
Ya les han dado un piso en otra parte de Polonia que es apto para un usuario de silla de ruedas, porque uno de los miembros de la familia es discapacitado.
Como si se encontraran con ángeles
¿Cómo percibieron la oración común en sí misma?
Dijeron que sentían como si se encontraran con ángeles. Sabían que estaban en otro país, pero aún estaban en la misma comunidad.
Encontraron cierto asilo espiritual y un sustituto del hogar. Tanto más cuanto que el sacerdote comenzó su sermón en ruso.
Y se dirigió directamente a ellos, diciendo, entre otras cosas, que el Señor Jesús también murió por los que causan este infierno hoy.
Eran contenidos profundos -correspondientes a nuestro tema actual de formación de entonces en la comunidad- y a la vez difíciles de aceptar.
Es un desafío no odiar hoy, especialmente cuando estás tan cerca de estas personas y, por lo tanto, de estos acontecimientos.
Entonces empiezas a sentir lo que significa el amor a tus enemigos. Esto deja de ser una teoría cuando tienes refugiados a tu lado que de repente descubren que su hogar ya no existe.
¿Coincidencias?
Lo que dijo el sacerdote fue realmente exigente. ¿Cómo se correspondía esto con vuestra formación?
Parece ser una coincidencia, Dios caminando de incógnito. Hace muchas semanas planeamos los temas de nuestras reuniones litúrgicas, y en esos días que estalló la guerra y estábamos recibiendo refugiados, el tema era que el Señor Jesús descendió a los infiernos.
Debíamos preparar una síntesis de lo que la Iglesia ha estado diciendo sobre este tema durante los últimos 50 años.
Mientras tanto, tenenos el infierno a mano. Tenemos personas que lo han experimentado.
Vemos al hombre que no recibió amor. Todo lo que podemos hacer es rezar para que no odiemos.
Todavía es difícil para mí. Porque cuanto más dura esta guerra y más noticias veo del sufrimiento inocente, más difícil es creerlo.
Ayuda no solo para refugiados
Quizás un raro ejemplo entre los refugiados es la situación en la que alguien huye de su país pero permanece en su comunidad. Sin duda te ayuda a sobrevivir al dolor...
Por supuesto, y creo que es normal para la gente del Camino. Cuando vamos a la Jornada Mundial de la Juventud, por ejemplo, siempre encontramos un hogar entre otros hermanos de las comunidades y no necesitamos explicárselo a nadie. Esto es obvio, especialmente cuando se trata de huir de la guerra.
Además, esta ayuda intracomunitaria no consiste sólo en acoger hermanos. Nuestro seminario Redemptoris Mater está ubicado en Vinnitsa, Ucrania.
Y hay un sacerdote recién ordenado que es natural de nuestra tierra. Estuvo con nosotros unos días antes de la guerra.
Ahora está en Vinnitsa todo el tiempo, y hemos preparado transportes para él y para todos los que están allí y trabajan.
La alegría fue grande cuando llegaron noticias y videos de que habían recibido esta ayuda, porque tenía muchas dudas de si llegaría.
Sabemos que ha llegado y les permite funcionar allí, servir, mantenerse espiritualmente, celebrar la Santa Misa y reunirse en comunidad. A pesar de la guerra, no se dan por vencidos.