Entre las imágenes de estos días sobre la guerra de Ucrania, a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada aparece la de un joven que recibió el bautismo e hizo la primera comunión en la catedral de Járkov minutos antes de partir a la guerra. No tendrá más de 18 años. Hoy la ciudad era terriblemente atacada por el ejército ruso. Al escribir estas líneas, el palacio del Gobierno de esta ciudad acababa de ser aniquilado por un misil.
La guerra es así de terrible, aparece por la espalda y cuando menos te lo esperas. Y te lleva a plantear el sentido de la vida. Quedan atrás el móvil, las redes sociales, las fiestas... lo superfluo. Pero también lo necesario: la familia, los amigos, la paz.
Este muchacho estaba preparándose en la catequesis de la catedral para recibir los sacramentos. Va con el bagaje para enfrentarse a lo que venga. Ahora podrá hacerlo con una nueva mirada: con la gracia de ser un hijo de Dios y de haber comulgado.
El modo más eficaz de buscar la paz
El bautismo borra el pecado original y todos los pecados que se hayan cometido hasta el momento, en el caso de tener ya uso de razón. Es una puesta a punto desde cero. Un reset total. Dios no se cansa de buscarnos y amarnos, y en la guerra habrá muchas personas que le buscan. Él sabrá cómo presentarse a cada uno: en los refugios, en los sótanos, en las colas de las fronteras, en el frío... Viktor Frankl lo resumía en su libro "El hombre en busca de sentido".
El agua bendita que el sacerdote vierte sobre la cabeza del muchacho en la foto del bautismo nos recuerda que también nosotros podemos pedir que Dios entre con fuerza en nuestra alma y nos limpie de lo que nos aparta de la paz. La paz se logra solo cuando cambian los corazones, y esa es una gracia que podemos pedir a Dios si queremos trabajar por lograrla.