El 11 de noviembre Anna viajó a París desde Barcelona, donde residía, para asistir por sorpresa al cumpleaños de su madre. Al llegar a la ciudad de la luz salió con su hermana a cenar a la terraza del Carillon. Allí fueron acribilladas a balazos de kalasnikov a manos de los terroristas.
Sus padres, al conocer que el ataque había tenido lugar cerca de la casa de su hija Marion, intentaron localizarla pero no respondía al teléfono. Al día siguiente una llamada del ministerio del interior les confirmó lo peor. Cuando sonó el teléfono, la madre clamó a Dios, aunque asegura que lo conoció en profundidad después de la muerte de sus hijas.
Los padres nacieron en una familia cristiana pero no eran practicantes. Tras hacer la primera comunión, Érick -el padre- dejó de rezar, pero confiesa que tuvo la certeza en su corazón de que estamos aquí por algo. Sylvine tampoco iba a misa pero rezaba junto a su marido por amor y fidelidad a él. En el coche o de camino al trabajo, por puro acompañamiento. Ambos educaron a sus hijas en la fe católica.
Tras el mazazo de la muerte, los padres comenzaron a recibir ayuda psicológica para intentar sobrellevarlo. Justo un año después del atentado Erick pidió a su mujer que se dirigiera más a Dios en lugar de acudir tanto al psiquiatra. Sylvine buscó al Señor y volvió a acercarse a Él.
Sylvine cuenta que un día al entrar en la habitación de su hija Anna, Dios la condujo hacia la Biblia que había recibido en su Primera Comunión. Comenzó a leerla cada vez más y a rezar. Sin querer hablar de una visión, Sylvine dice que Dios estaba allí, junto a sus hijas y a la Virgen María. Una noche, relata la madre, la Virgen se las llevó y desde entonces Sylvine sintió que estaba en paz. Pudo respirar y sentir que cuando llegue al cielo sus dos hijas estarán con María para darle la bienvenida.
Erick, su marido, se muestra más reacio. Asegura que no ha tenido una visión, pero que desde entonces su vida de oración aumentó y su devoción a la Virgen también.
Comenzaron a ir a misa más frecuentemente y allí varios sacerdotes les ayudaron y acompañaron en ese momento de dolor. Afirman que desde 2016 tienen una vida de oración continua. Rezan cada mañana juntos, con la Biblia y después por separado otros 45 minutos cada uno en una habitación. Es una rutina que han querido establecer y que les da esperanza. Antes de dormir, Sylvine escribe a sus hijas, reza y vuelve a leer la Biblia.
Su marido reza el Ángelus a diario y también a la Santísima Trinidad. Como dice él, son tres oraciones para obtener poder, sabiduría y misericordia. Además ambos acuden como matrimonio a peregrinaciones y realizan estancias en abadías.
Tienen una vida de silencio y meditación. Recuerdan a sus hijas con cada cosa y en cada lugar. Afirman, que aunque el sufrimiento no ha cambiado, lo viven mejor al pensar que sus hijas están con la Virgen. Saben que no habrá más recuerdos y que nunca podrán ser abuelos, pero afirman que Anna y Marion siempre estarán con ellos.
Ahora, mientras se celebra el juicio en París contra los terroristas que causaron 137 muertos y 415 heridos en las calles y en la sala Bataclán, Erick y Sylvine han decidido publicar un libro. Se titula "Attentats du Bataclan : l'espérance qui nous fait vivre" (Atentados de Bataclán: La Esperanza que nos mantiene vivos) y es un relato con el que tratan de acercar a Dios a los que han sufrido una desgracia para que no se queden en el vacío de no saber qué hacer. Mientras, ellos tratan de continuar adelante. Su fe y saber que un día se encontrarán con ellas, es su única esperanza.