Tomás Moro, John Henry Newman y Gilbert K. Chesterton. Son tres grandes nombres de la cultura inglesa, que tienen en común el hecho de ser católicos. Con una particularidad: los tres lucharon contra viento y marea contra los obstáculos que la sociedad les imponía para vivir plenamente su fe, con libertad.
La libertad es para ellos el objetivo que se presenta como merecedor de conquista, aunque para ello haya que dejar la vida. Porque con la libertad va la conquista de la vida eterna. Tomás Moro y John Henry Newman lo hicieron heroicamente y son santos. Tomás Moro murió mártir, condenado por no ceder a la voluntad del rey Enrique VIII, quien había provocado un cisma con la Iglesia de Roma por querer romper su matrimonio con Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena.
Mariano Fazio, argentino, sacerdote y vicario auxiliar del Opus Dei, acaba de publicar "Contracorriente... hacia la libertad" (editorial El Buey Mudo), donde traza el perfil de estos tres hombres con el fin no solo de subrayar su importancia cultural sino también de hacer justicia con la Iglesia católica de Inglaterra que, como él mismo dice, "ha escrito páginas de oro en el libro de la historia de la Cristiandad".
De ahí que, a los capítulos en los que describe estos tres perfiles, añada un cuarto capítulo dedicado a "Mártires, inmigrantes y conversos". Ahí aparece un rico legado, desde evangelizadores como san Agustín de Canterbury o san Bonifacio (quien sería evangelizador de Alemania) hasta la ola de conversiones de intelectuales que se produjo a finales del siglo XIX y comienzos del XX (Evelyn Waugh, Gerard Manley Hopkins, Coventry Patmore, Francis Thompson, Robert Hugh Benson, Ronald Knox, Christopher Dawson, Charles Williams, Maurice Baring...). A lo que se suma la potencia de escritores católicos de nacimiento como Tolkien o Hilaire Belloc (hijo de conversa y alumno de John Henry Newman).
Los capítulos intermedios, como las vidas ordinarias de la gente corriente, son a veces los más jugosos para entender mejor la aportación de los grandes personajes de la Historia. Así, Fazio apunta notas históricas como la llegada masiva a Inglaterra de migrantes procedentes de Irlanda a causa de la Gran Hambruna de la Patata (Potato Famine) que se produjo entre 1845 y 1849. Cientos de miles de católicos irlandeses que se habían quedado sin recursos se marcharon a Londres, Manchester o Liverpool, ciudades que experimentaban la Revolución industrial y les aceptaban en sus fábricas. Con ellos se pasó de 250.000 a 700.000 católicos, hace notar Fazio.
También resulta ilustrativa la explicación que hace este autor de la política religiosa de los Tudor, para conocer el ambiente de confusión y corrupción moral que encontró Tomás Moro cuando fue nombrado lord canciller de Inglaterra por Enrique VIII.
La historia del catolicismo en Inglaterra no podría entenderse sin estos datos. Como tampoco podemos olvidar a los muchos mártires : John Fisher, Edmund Campion, Margaret Clitherow, Robert Southwell... Si Hollywood encontró una mina en santo Tomás Moro y santo Tomás Becket para hacer películas, ahí tiene muchos guiones de vidas apasionantes por descubrir.
Como apuntó el director de Aceprensa, Rafael Serrano, en la presentación que tuvo lugar en la Universidad Villanueva (Madrid), este libro se suma a más de veinte obras en las que Fazio trata de la historia de las ideas y aborda personajes (desde Tolstoi hasta Dickens pasando por el Siglo de Oro español y desde Juan XXIII a Benedicto XVI) tratando de verlos como motor de pensamiento y no como "casos" de una etapa cronológica o una corriente.
"Consideré que era interesante presentar estas tres figuras del catolicismo inglés porque me parece que tienen una gran actualidad", explicó el autor. "En primer lugar, el catolicismo inglés es minoritario. Hoy en día, en la inmensa mayoría de los lugares del mundo, el catolicismo también es minoritario."
Además, "el ejemplo que nos dan estos tres personajes, muy distintos entre sí, es que se enfrentan a su mundo contemporáneo con una actitud que creo que es la que tenemos que tener los cristianos hoy en día: están totalmente alejados de lo que yo llamo pájaros de mal agüero", refiriéndose a lo que se lamentan "qué mal está el mundo y todavía no hemos tocado fondo". Algo que considera "una mala estrategia porque así no convencemos a nadie".
Fazio subraya una característica de cada uno de los tres autores que estudia "que nos puede servir para nuestra vida cristiana en nuestra sociedad, que tiene muchas cosas positivas y que a la vez presenta tantos obstáculos para una vivencia cristiana auténtica".
"De santo Tomás Moro subrayaría lo que san Josemaría Escrivá llamaría unidad de vida. En otras palabras, la coherencia entre la fe y las obras. Moro era un cristiano de pies a cabeza las 24 horas del día. Lo cual no significa que no tuviera defectos o limitaciones, que no tuviera pecados. Santidad no es igual a impecabilidad, pero él procuró ser coherente con la fe cristiana en todas las dimensiones de su existencia."
"Lo podemos tomar como ejemplo de padre de familia, de marido, (...) coherente en su función pública, siempre fue un servidor fiel del Estado. Tuvo un cursus honorum, una carrera brillante, llegando a ser el lord canciller, diríamos hoy el primer ministro de Inglaterra. Fue coherente con su fe cristiana en su actividad intelectual."
A eso se añade que "es un humanista cristiano que quiso renovar todos los estudios sobre la Sagrada Escritura, en un ambiente renacentista no secularizador sino imbuido del espíritu del Evangelio. Y sobre todo fue coherente al final de su vida cuando, frente a ceder ante un poder despótico que no respetaba los derechos de la conciencia y ser fiel a su conciencia, decidió ser coherente. Hoy en día me parece que necesitamos cristianos coherentes en todos los ámbitos de nuestra existencia."
"A san John Hewnry Newman lo pondría como ejemplo de fidelidad a su conciencia. Hay una expresión muy bonita que dice que nunca traicionó a esa luz interior que Dios le había dado."
Newman viajó a Italia y en Sicilia enfermó casi de muerte. "Al salir de esa enfermedad, tuvo una luz que le dio el Señor. Y estaba convencido -dice Fazio- de que Dios le pedía hacer algo importante en su vida. Cuando regresa a Inglaterra comienza el Movimiento de Oxford, que quería buscar la verdad, averiguar si en la Iglesia anglicana se encontraba la auténtica tradición cristiana. Quería saber si la Iglesia anglicana era la continuación de la Iglesia primitiva. Y siguiendo esa luz interior descubrió la verdad donde él no pensaba encontrarla."
"Es más, desde un punto de vista humano -señaló Fazio- todo lo latino a él no le hacía demasiada gracia (...) y, sin embargo, ahí estaba la verdad. Sabía que iba a padecer mucho por parte de sus antiguos hermanos anglicanos. Lo que no sabía era que iba a sufrir mucho también por parte de sus nuevos hermanos católicos, porque tuvo mucha persecución y mucha incomprensión dentro de la Iglesia."
"Sin embargo -subrayó- siempre fue fiel, fiel a su conciencia." Hay un texto de Newman que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica donde dice que el primer vicario de Cristo en la Tierra no es el Papa sino la conciencia." (Se refiere al punto 1778 del CIC, donde Newman señala en su Carta al duque de Norfolk: "La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo").
Fazio especifica a qué conciencia se refiere Newman: "La conciencia bien formada, que nos indica dónde están el bien y el mal, esa luz interior que nos indica, si queremos ser coherentes, si queremos tener una vida lograda."
En cuanto a Chesterton, "el punto que me gustaría subrayar -dijo Fazio- es la total ausencia de respetos humanos. La opinión políticamente correcta de su época era bastante parecida a la actual. Era una Inglaterra surcada por corrientes culturales muy opuestas a una visión cristiana y católica de la vida. Él tiene todo un proceso interior hasta llegar a la conversión cuando era ya mayor. Tiene un ensayo, 'Ortodoxia', en donde ya él es profundamente católico, aunque iban a pasar muchos años hasta que entrara en la Iglesia Católica."
Chesterton no tenía "ningún respeto humano para hablar de la verdad, pero siempre con un talante positivo, abierto al diálogo. Es un gran ejemplo de la amistad. Tuvo amistad con personas que opinaban muy distinto de él, por ejemplo George Bernard Shaw, el famoso autor de teatro irlandés, o H.G. Wells, positivista, cientificista, comecuras, anticatólico... Sin embargo, eran íntimos amigos."
"Me parece que hoy necesitamos personas así, que defendiendo los valores cristianos, la fe católica, tengamos esa capacidad de diálogo, de empatía, de comprensión, de ponernos en la situación de los demás, de ir de la mano de personas que no piensan como nosotros."
"Con Chesterton, uno siente el orgullo de ser católico. Decía: 'hoy atacan a la Iglesia católica porque va contra la razón y la libertad, pero si en algún lado he encontrado la razón y la libertad es precisamente en la Iglesia católica."
En resumen, "unidad de vida, coherencia con lo que me va dictando la conciencia bien formada y que busca siempre la verdad por más que la verdad traiga consecuencias dolorosas para la propia vida, y ausencia total de respetos humanos y una gran empatía", dijo Fazio. "Creo que son tres luces para quienes procuramos cambiar este mundo, recristianizarlo no como pájaros de mal agüero y no con un fundamentalismo que no conduce a nada -porque el relativismo no se combate con el fundamentalismo-."