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Santos que sobrevivieron al abuso

ŚWIĘTY JAN OD KRZYŻA
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Meg Hunter-Kilmer - publicado el 09/07/21
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Podemos encontrar inspiración, intercesión y solidaridad en estos santos hombres y mujeres que sufrieron abusos


En nuestros momentos más dolorosos y vulnerables, es fácil sentirse abandonado por Dios.

Muchos supervivientes de abuso físico y sexual luchan por ver dónde estaba Dios en su terrible sufrimiento o cómo pueden sentirse cerca de Él nuevamente.

En momentos como estos, la ayuda de un buen terapeuta es invaluable. Pero Dios nos ofrece sanación y compañía no solo a través de consejería y medicamentos y una comunidad de Iglesia que nos apoya, sino también a través de las vidas de los santos que experimentaron abusos de manera similar, incluso a manos de clérigos.

Mientras oramos por los sobrevivientes y luchamos por la justicia, miremos también a los santos hombres y mujeres que sufrieron abusos, encontrando en ellos inspiración, intercesión y solidaridad.

Nació en una familia noble en Siria. Quedó huérfana a los 7 años, pero fue adoptada por su tío, el ermitaño san Abraham Kidunaia (267-366).

Durante 20 años, María vivió como anacoreta hasta que un monje descarriado (que había pasado un año acosándola) la manipuló para que se acostara con él.

Aunque María fue realmente una víctima de abuso sexual clerical, se culpó a sí misma por el abuso.

Convencida de que era irremediablemente pecadora e indigna de misericordia, se escapó y se convirtió en prostituta.

San Abraham fue a buscarla, dejando su ermita por primera vez en 20 años porque su pequeña lo necesitaba.

Pagó para pasar la noche con el, luego subió a su habitación y se arrodilló, rogándole entre lágrimas que volviera a casa.

Gracias a que su amor de padre le mostró el amor del Padre, María estuvo de acuerdo y pronto se convirtió en una hacedora de milagros, un testimonio de la tremenda misericordia y el poder sanador de Dios.

Fue, junto con santa Teresa de Ávila, el gran reformador de los Carmelitas en el siglo XVII, pero su obra le hizo enemigos.

Un grupo de carmelitas que no quería reformarse lo encerró en una celda diminuta, estuvo a punto de matarlo de hambre y lo golpeó tan brutalmente que, aunque finalmente fue liberado y reivindicado, quedó marcado de por vida.

Aun así, vio a Cristo como su novio y escribió algunas de las poesías espirituales más hermosas jamás escritas.

Anna Yi Si-im

Ella y su familia se convirtieron al catolicismo cuando Ana era joven, y pronto discernió un llamado a la vida consagrada.

Ella buscó mudarse a una comunidad de mujeres católicas de ideas afines y organizó el transporte con un barquero católico llamado Pak.

Pero tan pronto como Pak tuvo a Anna sola, “la obligó a casarse con él y ella dio a luz a su hijo”.

Dado que un matrimonio contraído por la fuerza no es un matrimonio en absoluto, el eufemismo parece indicar que Pak violó a Ana, ya sea antes o después de presionarla para que se casara falsamente, algo que ella deseaba desesperadamente evitar.

Cuando murió Pak, la madre soltera viuda se mudó a una aldea cristiana, donde ella y su hijo Jong-ak fueron arrestados más tarde por su fe. Jong-ak murió en sus brazos y Ana fue martirizada.

Eran hermanas coreanas y vírgenes con votos. Arrestadas por su fe, las desnudaron y las las torturaron.

Kim-Hyo-im-Columba

Después las metieron en una celda llena de los peores prisioneros varones. Aunque fueron protegidas de otros ataques, sufrieron dos horribles días de acurrucarse desnudas rodeadas de criminales.

Finalmente les dieron sus ropas y las llevaron ante un juez para que fueran juzgadas por su fe.

Después de que se dictó la sentencia de muerte, Inés se quedó en silencio, sin poder hablar, mientras Columba describía el abuso que habían sufrido.

“Ya sea hija de un noble o de un plebeyo”, dijo, “una joven tiene derecho a que sea respetada su castidad. Si quieren matarme de acuerdo con la ley del país, aceptaré el castigo de buena gana. Sin embargo, no creo que sea correcto tener que sufrir insultos que no son parte de la ley y me opongo a ellos”.

El juez ordenó la sanción de los responsables, pero Columba e Inés fueron martirizadas de todos modos.

Perdió a su padre cuando era muy joven; su madre Mercedes se convirtió en la amante de un hombre rico, Manuel Mora.

Cuando Laura regresó a casa del internado, tuvo que evitar los besos borrachos de Mora.

Una vez pasó la noche escondida en el bosque mientras el hombre golpeaba a Mercedes por no obligar a Laura a quedarse con él.

A pesar de la negligencia de su madre, Laura ofreció su vida como sacrificio para salvar el alma de Mercedes.

Aunque Mercedes finalmente encontró la fuerza para dejar a Mora, él se fue a su nuevo hogar e insistió borracho en que se quedaría.

Cuando Laura salió, Mora la siguió a la calle y la golpeó hasta que estuvo cerca de la muerte.

Temiendo las represalias de los aldeanos que se habían reunido, la dejó en la calle. Ella sufrió durante una semana antes de morir, habiendo perdonado a su agresor y rogando a su familia que amara a Dios.

En el momento en que Laura murió, Mercedes salió de la casa y se dirigió a la Iglesia para hacer su primera confesión en años.

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