Ningún enfermo debería sentir que es una carga para los demás, sean con ellos “oasis de misericordia”, pide el arzobispo de Barcelona
Hace unos días, leí una anécdota sobre una religiosa enferma de Covid-19, contada por un fraile que trabaja en el servicio religioso de un hospital.
Debido a su estado, esta hermana fue trasladada urgentemente desde su comunidad hasta el hospital. Por esta razón, no pudo llevarse algunas cosas que usaba a diario: sus gafas, su rosario y una pequeña cruz que siempre llevaba encima.
Eran los peores días de la pandemia. Los hospitales estaban colapsados y las visitas a los enfermos eran muy restringidas. Una mañana, pocos días antes de morir, la religiosa pidió a una enfermera si le podía conseguir una pequeña cruz.
La enfermera, al no encontrar ninguna cruz en su despacho, buscó una por internet, la imprimió y la colgó en la pared de la habitación de la enferma.
Aquel gesto tan bonito y sencillo llenó de paz y alegría a la religiosa. Y todo gracias a una persona sensible que tenía claro que hay que ponerse siempre del lado de los que sufren.
Cuaresma de ternura
La Cuaresma es un tiempo para dar limosna. Y qué mejor limosna que tratar con delicadeza y amor a las personas enfermas, tal como lo hizo esta enfermera.
El papa Francisco, en su mensaje de Cuaresma de este año, nos anima a tratar con ternura a los enfermos. Nos pide que ofrezcamos palabras de confianza a los necesitados, para que sientan que Dios los ama con un amor entrañable.
Ningún enfermo es una carga
El Evangelio nos muestra muchos momentos en los que Jesús cura a los enfermos.
El Evangelio según san Marcos recoge un episodio en que un día Jesús predicaba en una casa y se le acercaron cuatro personas que llevaban a un paralítico en una camilla.
Jesús, en cuanto les vio, interrumpió la predicación para atender al enfermo, se dirigió a él con ternura y le liberó del mal que le hacía sufrir (cf. Mc 2, 1-12).
En ese relato se narra que, como había tanta gente en aquella casa, los acompañantes del enfermo hicieron un agujero en el tejado, descolgaron la camilla y presentaron el paralítico a Jesús.
Los acompañantes de este paralítico podemos ser cada uno de nosotros, cuando tratamos de ayudar a nuestro hermano enfermo y vulnerable y lo acercamos al Señor.
Jesús nos enseña que ningún enfermo debería sentir que es una carga para los demás. No podemos arrinconar a las personas que han perdido la salud.
Ideas para alegrar a los enfermos
Es por ello que Dios nos llama a mirar con cariño a los que sufren, a captar sus necesidades y a ser para ellos, tal como dice el Papa, un “oasis de misericordia” (Misericordiae vultus, 12).
Para estar al lado de los enfermos, a veces basta tan solo con pequeños gestos de afecto.
Aunque la situación sanitaria que estamos viviendo nos impide acercarnos físicamente a los demás, siempre podemos acompañar a los enfermos con nuestra oración, con una llamada telefónica, con una carta, con una videoconferencia, con una sonrisa o palabra amable.
Queridos hermanos y hermanas, que María, salud de los enfermos, nos ayude a cuidarnos los unos a los otros. Que la Virgen, Madre de misericordia, nos anime a estar siempre al lado de los que sufren y de sus familias.
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Por Juan José Omella, arzobispo de Barcelona