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Pide a Dios poder ver el sufrimiento como un regalo

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Philip Kosloski - publicado el 08/02/21
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Con su ayuda podemos reconocer su presencia en cada aflicción

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Es fácil sentirse agradecido con Dios cuando la salud acompaña y te va bien, pero ¿alguna vez le damos gracias por el sufrimiento?

Es difícil ver su presencia en la aflicción y la mayoría de las veces pensamos que Dios de alguna manera está ausente.

Sin embargo, con la ayuda de Dios, podemos ver el sufrimiento como un regalo.

El sufrimiento, por supuesto, no estaba en el plan original de Dios. Entró al mundo con el pecado de nuestros primeros padres. Dios no lo desea, pero lo permite, y en su omnipotencia, San Pablo dice que es capaz de hacer que todo funcione para bien (ver Romanos 8,28).

Dios puede usar los sufrimientos que son parte de nuestro viaje a través de este mundo caído, e incluso nuestros pecados, para producir el bien. El papa Francisco lo mencionó en la fiesta de la Epifanía:

“Pablo dice que todo puede ayudarnos a crecer espiritualmente, a encontrarnos con Jesús, incluso nuestros pecados. Y santo Tomás añade: “etiam mortalia”, incluso los pecados malos, los peores.

Cosas buenas de los malos momentos

El libro del siglo XIX The Catholic Monitor reflexiona sobre esta verdad fundamental.

Todo el pueblo de Dios es llevado a la escuela del sufrimiento. Les enseña muchas lecciones útiles en esa escuela. Aprenden más sobre el valor, la dulzura y la idoneidad de la palabra de Dios como apoyo y consuelo bajo la presión de la aflicción. Se les enseña a observar la mano de Dios en la aflicción y a someterse con paciente resignación como sabiendo de dónde viene. De la dulce experiencia aprenden más sobre la bondad y el amor de Dios, cuya presencia llena de gracia los ilumina y alegra en las estaciones más oscuras y tristes.

En particular, el sufrimiento puede enseñarnos a confiar más en Dios y a buscar las cosas celestiales, dándonos cuenta de que el mundo no satisface el dolor de nuestro corazón.

Así, por la gracia de Dios adquieren una mayor humildad. Al mismo tiempo, el Señor Jesucristo se vuelve más precioso para ellos y ellos perciben más Su belleza y excelencia. Sus impresiones sobre la realidad y la enorme importancia de la eternidad se hacen más profundas y, en su visión de la misma, se ven inducidos a depositar una dependencia más firme en el Señor Jesús, descansando en quien se sienten seguros y felices. Se les enseña a percibir más la vanidad del mundo presente y a darse cuenta más de la gloria y la bendición sustancial del cielo. Así sus mentes se vuelven más espirituales y sus corazones están más fijos en las cosas de arriba donde Cristo se sienta a la derecha de Dios.

Quizás más adelante…

Cuando esto sea difícil de hacer, pide a Dios la gracia de ver su mano guiándote, incluso en el sufrimiento. Es posible que no podamos verlo en ese momento, pero días, meses o años después, miraremos hacia atrás y veremos claramente cómo Dios nos guió a través de las sombras de este mundo y llevó nuestra alma a un lugar mucho mejor.



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