Comprender los mecanismos de la ansiedad es el primer paso para salir de la pesadilla del miedo al miedo
En el número de febrero de la revista BenEssere, la salute con l’anima apareció un interesante artículo de Francesco Vincelli, psicólogo, psicoterapeuta, profespr de psicoterapia Aiamc, titulado “Ansiedad y pánico. ¿Cómo podemos salir de él?” (pagina 114). Vincelli respondía al mensaje de de un esposo que pedía consejo para ayudar a su esposa, muy afectada por los ataques de pánico y ansiedad.
Síntomas físicos de los ataques de pánico…
En el amplio panorama de los trastornos de la ansiedad se distingue, por su inicio violento y por la resonancia emocional generalizada que posteriormente resulta de él, el ataque de pánico, que se caracteriza por la aparición repentina de un miedo intenso que alcanza su culmen en pocos minutos, durante los que se manifiestan, en diversa combinación según el paciente, varios síntomas físicos y cognitivos.
Entre los primeros están las palpitaciones, la sudoración, los dolores en el pecho y la sensación de ahogo que a menudo llevan a hospital por temor a un infarto, pero también dolores abdominales, vértigo, hormigueos, temblores o sofocos como los que padecen las mujeres en la menopausia.
… y síntomas cognitivos
Los segundos muestran el miedo a perder el control o a “enloquecer”, y el miedo a la muerte inminente. Quien experimenta un ataque de pánico puede también sentir alejamiento del entorno en que se encuentra, viendo a las personas y las cosas que le rodean como ilusorias, extrañas y deformadas como en un sueño, o bien percibirse personalmente de manera distorsionada hasta el punto de sentirse irreal uno mismo, el propio cuerpo o partes del mismo.
Desrealización y despersonalización
Ambas condiciones, muy penosas, son definidas por la psiquiatría como desrealización y despersonalización, respectivamente. Un ataque de pánico puede desarrollarse desde una condición anterior de tranquilidad emocional, o desde un estado de ansiedad ya en curso, y resolverse volviendo a una de estas dos situaciones.
La mayor parte de quienes viven por primera vez un ataque de pánico lo describen como algo inesperado, que no daba señales de aviso. Pero al profundizar, se encuentra a menudo, en las semanas e incluso meses anteriores, un acontecimiento estresante relacionado con problemas interpersonales (afectivos, familiares, laborales), o bien relacionados con enfermedades o lutos.
Se puede manifestar un único ataque de pánico en la vida, o bien producirse en ocasiones, o por desgracia, incluso con frecuencia.
El “miedo al miedo”
En este último caso, nuestro sistema de alerta se activa de manera continua, estructurándose así un “miedo al miedo”: el constante terror a que pueda surgir un nuevo ataque de pánico, condiciona fuertemente a la aparición de nuevas apariciones de intensa ansiedad, creando así una espiral perversa que se autorefuerza.
La agorafobia
La experiencia del ataque de pánico a menudo se complica, afirma Vincelli, con la aparición de la agorafobia, un trastorno que toma el nombre del término griego agorá (plaza del mercado).
El agorafóbico desarrolla un miedo o ansiedad enorme en varios contextos, como el uso de medios de transporte (del automóvil al avión, pasando por autobús, metropolitano, trenes y naves), encontrarse en espacios abiertos (mercados, aparcamientos, puentes, plazas) o cerrados (tiendas, supermercados, cines, teatros, lugares de culto), a estar en fila o en medio de la muchedumbre, o a salir solo de casa.
La persona evita estas situaciones de las que podría encontrar difícil salir, o donde podría no encontrar ayuda si se produjera un ataque de pánico u otros problemas vergonzantes (como vomitar u orinar).
La agorafobia, según su gravedad, puede comportar una notable limitación de la vida social y laboral, hasta verse obligado a no abandonar el hogar, o en la absoluta necesidad de salir a exterior acompañado por otra persona, sin la cual se sentiría perdido.
Consejos para quien sufre ataques de pánico
Ante todo, explica Vincelli, es necesario tomar mayor conciencia sobre las circunstancias estresoras que se están atravesando, si existen, y de cómo afectan al propio equilibrio emocional.
También es necesario subrayar que el ataque es una situación temporal que sólo dura unos diez minutos, y que sus síntomas físicos no constituyen una enfermedad, sino vías de descarga de la gran tensión acumulada.
Es oportuno también esforzarse por respirar más lenta y profondamente, porque la respiración corta y entrecortada que se activa en el ataque de pánico empeora los síntomas físicos y, a su vez, empeora la ansiedad.
Otro consejo útil es desviar la atención del propio cuerpo, concentrándose en el ambiente exterior, de manera que se combata la espiral de ansiedad que se alimenta de dejarse llevar por los síntomas físicos.
Ante ataques de pánico continuados, especialmente cuando se repiten con breve intervalo de tiempo, es indispensable la ayuda profesional, que combine una acertada prescripción de psicofármacos con una psicoterapia que ayude a que el paciente comprenda los mecanismos de la ansiedad, y le enseñe técnicas de comportamiento para afrontarla con éxito.