Sirven en la liturgia, la palabra y la caridad
El pasado domingo por la tarde ordené diáconos a dos personas que ya ejercían responsabilidades pastorales en el Alto Ampurdán Interior. San Miquel de Fluviá, San Mori, Pontós, Borrassá, Lladó, Navata, Ordis, Cabanellas, Ermedás… Se trata de D. Jordi Pla i de D. Carles Sánchez.
Actualmente en nuestra Diócesis contamos con nueve diáconos “permanentes” y un diácono camino de su ordenación presbiteral.
Hace pocas semanas recibía una carta en la que se me solicitaba que explicase qué son y qué hacen los diáconos digamos “permanentes”. El pasado domingo durante la celebración pensaba que, pese a que muchos ya lo sabéis, era el momento de explicarlo brevemente, casi telegráficamente.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles del Nuevo Testamento leemos que los propios apóstoles ordenaron diáconos –servidores- para atender a las viudas que lo precisaban. De hecho, constatamos que el diácono Esteban predicaba y servía. Repartía el pan de la palabra y el pan material.
El Concilio Vaticano II, en su reflexión Lumen Gentium sobre la Iglesia, decidió renovar el ministerio del diaconado, que desde hacía siglos solo se confería a quienes se encaminaban a la ordenación presbiteral. En unos cuantos textos fundamentales los Padres conciliares proponen la recuperación del ministerio, que posteriormente se concretará en las disposiciones pontificias y en la práctica de la Iglesia.
En el tercer capítulo de Lumen Gentium, n. 29, encontramos el texto central del Concilio: “En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos “no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”. En efecto, fortalecidos por la gracia sacramental y en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad.
Corresponde al diácono, según la autoridad competente que se lo haya asignado, administrar solemnemente el Bautismo, conservar y distribuir la Eucaristía, asistir y bendecir el matrimonio en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y la plegaria de los fieles, administrar los sacramentales y presidir el rito de los funerales y de la sepultura (se entiende sin celebración de la Eucaristía). Dedicados a las tareas de caridad y administración, que recuerden los diáconos la recomendación de san Policarpo: “Que sean misericordiosos, diligentes y caminen en la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos…”.
Con el consentimiento del Romano Pontífice, el diaconado se podrá conferir a varones de edad ya madura, aunque estén casados, y también a jóvenes idóneos: pero para éstos, se mantiene firme la ley del celibato”.
Girona fue la última diócesis catalana en instaurar el diaconado permanente. Actualmente, pues, tenemos nueve “diáconos permanentes” que ejercen su ministerio, principalmente en la pastoral parroquial. La mayoría están casados, uno es viudo y otro célibe. Un grupo de cuatro se están preparando para recibir la ordenación cuando corresponda.
Debemos añadir que todos siguen una etapa de formación previa y de discernimiento, de formación académica en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas antes de la ordenación, y de formación permanente cuando ya ejercen el diaconado.
Debemos constatar que los diáconos con familia precisan la aprobación y el soporte de sus miembros, especialmente de la esposa. Viven de su trabajo civil o de su pensión, si están jubilados, y reciben ayudas puntuales del obispado para cubrir los gastos de su ministerio.
La instauración del diaconado ha sido un don de Dios para nuestra Iglesia diocesana. Demos gracias por ello y agradezcamos su disponibilidad y su servicio a través de nuestra plegaria y nuestra acogida.
+Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona