separateurCreated with Sketch.

“Tomé la mano de Juan Pablo II mientras agonizaba”

whatsappfacebooktwitter-xemailnative
Aleteia Team - publicado el 25/04/14
whatsappfacebooktwitter-xemailnative

Habla Renato Buzzonetti, el médico personal de papa Wojtyla
 
“Nunca supe por qué me eligió precisamente a mí”, confía Renato Buzzonetti, quien siguió durante 27 años con profundos sentimientos de estima y afecto al beato Karol Wojtyla. Médico del conclave, Buzzonetti fue presentado al papa Juan Pablo II inmediatamente después de la primera bendición pública desde la Logia exterior de la Basílica de San Pedro.
 
Una experiencia importante a nivel tanto humano como profesional, rica de recuerdos imborrables. “Era un enfermo obediente – recuerda Buzzonetti en una entrevista en “A Sua Immagine” (29 marzo) -, pero apenas notaba síntomas de mejoría, no dudaba en levantarse de la cama y en refugiarse en su capilla”.
 
Hablando en cambio de la santidad del pontífice, “más de una vez – afirma – me sucedió que tuve que suspender la visita medica porque el papa cerraba los ojos y se sumergía en un silencio profundo que le aislaba de los que le rodeaban, incluido yo que estaba con un fonendoscopio en la mano. Rezaba en los momentos más impensables, como cuando entró por primera vez en la sede de la ONU con un rosario en mano”.
 
“Un momento heroico – recuerda de nuevo el médico – fue después de la operación de traqueotomía. Fue la tarde del 24 de febrero de 2005, al principio del segundo ingreso antes de su muerte. Era una operación necesaria para evitarle crisis respiratorias, pero que le iba a comprometer la posibilidad de hablar. Y cuando, al despertarse de la anestesia, se dio cuenta de que ya no reconocía su propia voz, escribió en una hoja en blanco en polaco: ‘¿Qué me han hecho? Pero… Totus Tuus”.
 
El momento más crítico fue seguramente el día del atentado que tuvo lugar el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro: “En la ambulancia rezó sin parar, repitiendo en polaco ‘Jesús mío, María madre mía’, hasta llegar al Gemelli, cuando después perdió la conciencia y se durmió tras suministrarle fármacos para la intervención quirúrgica”. Después, continua, recordando irónicamente el atentado, se limitaba a decir: “Ese hombre quería conocer el tercer secreto de Fátima con la fuerza”, aludiendo a Alí Agca.
 
¿Cómo olvidar, en fin, ese 2 de abril de 2005, la noche de la muerte de Juan Pablo II? Buzzonetti cogió de la mano al Santo Padre hasta sus últimos instantes: “para el médico cristiano, a menudo desconocido ‘cireneo’, la agonía de una persona es el icono de la agonía de Jesús. La de Juan Pablo II fue la muerte de un hombre ya despojado de todo, que había combatido ‘la buena batalla’ y que había llegado al encuentro con su Señor. […] Cantamos el Te Deum, himno de alabanza y de acción de gracias que se fundía con la oración unánime de los fieles en la Plaza de San Pedro”.

 

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.