Transformen a sus hijos en unos apasionados de la lecturaAunque los más pequeños tienen un placer unánime por los libros, las cosas se complican a la hora de aprender a leer.. Es el momento más importante para que se enganche a la lectura. Sin embargo, en esta fase es cuando está todo en juego. Además, nuestros hijos ya no saben a qué libro dedicarse: la literatura para niños se ha diversificado enormemente estos últimos años. Entre los que los devoran y los que les tienen alergia, nosotros los padres tenemos que ser sus guías expertos.
La lectura es mucho más que un placer, ¡es una incomparable escuela de vida!
Quien ha leído de pequeño, leerá de mayor
Recuerden el título de ese cómic que les marcó de niños, el crujir de su libro preferido cuando lo abrían por “la página buena”…
El libro es mucho más que un objeto de papel. “Es un conjunto de ideas, de emociones, de sentimientos, algo que conmociona nuestra vida y nos ayuda a crecer”, precisa Hélène Montardre, investigadora especialista en literatura juvenil y escritora de Mais que lisent-ils ? [“Pero ¿qué leen?”].
Esos libros de El pequeño Nicolás, esa colección de El Barco de Vapor, esos clásicos que han acunado nuestros años de infancia y que están llenos de una poderosa carga afectiva. Así que, ¿qué hay más natural que abrir para nuestros hijos, llegado el momento, las puertas de ese mundo que tanto nos ha marcado?
El libro es un extraordinario pasaporte para la evasión que todo padre y madre desean transmitir a sus hijos.
Lectura y pantallas
Pero este objetivo no es tarea fácil en una época en la que nuestra vieja biblioteca está peligrosamente maltratada por la televisión, los videojuegos y otras herramientas digitales. En la era de las triunfantes pantallas, no es fácil convencer a los pequeños para que se sienten con un libro.
“Me resulta extremadamente difícil separar a mi hijo de las emisiones del miércoles”, se queja Isabelle, que reconoce: “Es mucho más tentador pulsar un botón que agarrar una novela”. ¡Esa seductora facilidad que ablanda el sentido del esfuerzo! Sin embargo, cuidemos no demonizar las nuevas tecnologías. Tienen un papel educativo indiscutible y forman parte de la vida diaria de nuestros jóvenes.
Los medios digitales y la lectura se complementan, aunque el libro tiene un valor irreemplazable: permite reflexionar, desarrolla la creatividad y la iniciativa.
Con frecuencia, quien ha probado las alegrías de la lectura desde la cuna, tendrá más probabilidades de apasionarse por los libros.
“Axelle tiene 2 meses… ¡y ya tiene historietas de tela en su cama!”, confiesa Corinne, madre de cuatro hijos. “El libro es un maravilloso medio de entusiasmar a los más pequeños. Recomiendo a los padres mostrar libros a sus niños lo antes posible, a partir de los 8 o 9 meses”, aconseja.
“¡Es importante hacerles descubrir el placer del libro antes de la lectura! Manipulando el objeto, jugando con él, apropiándose de él, el pequeño experimenta emociones y se impregna de sensaciones nuevas. ¡No olvidemos que el niño es una esponja que absorbe todo lo que le da el adulto!”, aconseja una directora de biblioteca.
Momentos de complicidad inolvidables
Sin embargo, el interés del objeto llega más lejos. Mirar un libro es la oportunidad que tiene cualquier niño de abrir un paréntesis de ternura y complicidad con el adulto.
“Vean al niño sentado en las rodillas de su madre para escuchar el cuento que le va a contar: en sus brazos tranquilizadores, va a entrar en el misterio de la lectura”, explica Marie-Brigitte Lemaire, psicopedagoga para quien el papel de los padres es esencial para introducir al niño en la lectura.
El niño va a impregnarse de las palabras leídas por su madre y descubrir el sentido de lo hermoso a través de sus ojos. Los colores de las ilustraciones, el mensaje de la historia y la manera de leerla van a abrirle a la belleza”.
Nos corresponde a nosotros, los padres, tomarnos en serio el despertar literario de nuestra progenie. Cada uno tiene su propio método y ritmo, la cuestión es creer en ello y dedicarle tiempo. “¡Mira a Alicia, se ha hecho tan pequeña que cabe por el ojo de una cerradura!”.
El niño sigue la imagen que sus padres le muestran y les escucha a lo largo de la historia. No hay duda: estos misteriosos signos negros tienen un vínculo directo con las palabras que salen de su boca… Lo habitual es que el momento de la lectura aísle a padres e hijos en una burbuja donde el niño se siente bien. “En la memoria del niño, esos momentos de complicidad quedarán asociados siempre con la ternura”, promete Hélène Montardre.
La ceremonia del cuento
Permitamos que se instale la ceremonia del cuento, frecuentemente reservada a la noche. “Los niños se lavan los dientes, hacemos la oración familiar y luego todo el mundo se instala en torno al libro”, cuenta Anne, cuyo alegre trío consigue tener así un momento para calmarse antes de acostarse.
En casa de Sophie y Xavier, el ritual es imprescindible: Antoinette tiene 3 años y esos personajes le chiflan, así que va a su encuentro cada noche con el mismo placer. Nada de cambiar tampoco ni una coma del cuento: nuestro cerbero vela y llama al orden regularmente al padre distraído o apresurado: “¡Has olvidado una palabra, Mamá!”. Porque el pequeño escucha y memoriza cada palabra, se la apropia.
Domesticar la lengua escrita le hace entrever la inmensidad de las posibilidades que ofrece. “El niño siente instintivamente que ese segundo lenguaje es más elaborado que el primero”, explica Hélène Montardre. Seducido por la magia del cuento, va a quedar atrapado en el juego ¡y asimilará hasta la sintaxis más indigesta de la forma más natural del mundo!
Cuentos de santos Católicos para niños
¡Sonoridades hechizantes!
¿Qué niño permanece insensible a la música de las palabras? A veces no importa el sentido, si su pequeño parece cautivado por esas frases que se encadenan como una melodía: “Érase una vez un rey que reinaba sobre un país próspero y verdecido…”.
Igual que las canciones infantiles y los cuentos orales, el libro participa del apasionante descubrimiento de la lengua. “Policarpo Sietecolas es un dragón diferente: siete colas, siete patas, siete crestas en las frente…”, recita Louise con entusiasmo, visiblemente fascinada por la sonoridad de las rimas de esas palabras que repite sin error desde la altura de sus 2 años.
Familiarizado con la escritura y acunado por todos esos cuentos que ha escuchado, el niño crecerá enriquecido con un verdadero patrimonio literario. Esos personajes y esos paisajes se los conoce de memoria, son los suyos, y es un poco él mismo quien vive las aventuras de sus héroes. Juan sin miedo y sus memorables exploraciones, ¡es un poco como Antoinette! Miles de aventuras para volver sano y salvo a casa.
“¡A menudo recurro a su cuento favorito cuando percibo que empieza a perder los nervios!”, confiesa Sophie con una sonrisa. Ogros aterradores o seductoras princesas, buenos o malvados, madrastras o hadas bondadosas, los personajes que encuentra permiten al niño identificarse, regular sus conflictos y exorcizar sus temores: el libro tiene un valor psicológico innegable.
Qué deliciosa angustia seguir a Caperucita roja por el gran bosque a merced del lobo… El cuento forma parte de esos relatos que hacen madurar: ese montón de personajes y animales en escena hablan al niño de sí mismo, de sus sentimientos y sus emociones, pero también de los grandes acontecimientos de la existencia. Van a ayudarle a dominar la realidad y a vislumbrar el futuro… Resumiendo, ¡a hacerse mayor!
“Los cuentos empiezan allí donde se encuentra en realidad el niño en su ser psicológico y afectivo”, desarrolla Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Cuando se sienta el Patito feo de la nidada o vulnerable como Pulgarcito, el niño aprenderá que nada es inevitable y que todo puede evolucionar por poco que nos esforcemos.
Los personajes que encuentra a lo largo de los cuentos simbolizan sentimientos o situaciones que conoce: miedo, muerte, valentía, abandono… ¡Las formidables aventuras de sus héroes le enseñarán mucho de sí mismo! No olvidemos que un cuento siempre acaba bien: es una hermosa escuela de confianza en uno mismo.
¿Está aprendiendo a leer? Continúen leyéndole historias
Llega por fin la primaria y el momento de descubrir esos famosos signos negros que se han vuelto tan familiares durante las lecturas. Marguerite, maestra de infantil, inicia a los pequeños durante todo el año en el descifrado de las letras. Y la joven clase se deja llevar alegremente: “Aprendemos a reconocer las palabras de todos los días: carteles, paquetes de cereales o menús del comedor, ¡los niños lo piden!”.
Luego toca que los padres tomen el relevo de la enseñanza en casa: “¡La lectura debe ser una alegría y un placer para el niño!”, subraya, apasionada, Marie-Brigitte Lemaire. “Propongámosles libros atractivos para que leer no sea un suplicio aburrido”.
¿Cómo se hace?
“Ante todo, hay que continuar leyendo cuentos a nuestros hijos, aunque sepan leer ya”, insiste Hélène Montardre.
Sin embargo, qué gran tentación la de dejar a nuestro niño “grande” de primaria enfrentarse solo con un buen libro, con este buen pretexto: “Ya no eres un bebé, ¡ahora lees solo!”. Cuántos niños abandonarán entonces al descubrir, en esta delicada fase, que el libro ya no es ese placer puro compartido con el adulto, sino un objeto de aprendizaje…
“El año que entró en primaria”, recuerda Marie, “mi hija me reclamaba a menudo cuentos por la noche. Al principio, esta exigencia me irritaba, pensaba que era por capricho…
Pero me di cuenta de que Alice tenía miedo de lanzarse ella sola y que me necesitaba. Hoy tiene ya 12 años y a veces aún me pide leer una novela con ella… ¡por placer!”. El periodo de rodaje precisará de algunos meses para nuestro aprendiz lector: sepamos acompañarle, relevarle cuando sea necesario, para evitar el desánimo. Anne encontró la solución con su hija en primaria: “Se ha convertido en un juego entre nosotras: Alix lee una página y yo la siguiente”.
Escoger un libro en familia y leerlo para todos es también un medio eficaz para estimular a un pequeño lector timorato. El libro debe ser un pretexto para momentos cómplices y de diversión. Ya se entenderá que todos los medios son buenos para que el niño sienta que estamos ahí y que no salta sin red.
Husmear juntos las estanterías de libros…
De aventuras o novela policíaca, historia con animales o cuento tradicional… El aprendiz de lector necesita del adulto para lanzarse en la jungla. Sepamos guiar sus elecciones y despertar sus sentido crítico. Cuidado, por ejemplo, con esas colecciones policíacas mórbidas, con esas obras de incierto estilo, con esos cómics de grafismo agresivo, porque hacen más mal que bien.
Béatrice tiene siempre un ojo puesto en las elecciones de su hija: “Como quiero comprender el fenómeno Harry Potter, le he pedido a Agathe que me preste el primer tomo, que ella acaba de terminar… ¡Rápidamente me he enganchado tanto como ella y me está costando esperar a que se termine el segundo para quitárselo de las manos!”, confiesa entre risas.
Conversar sobre una lectura común es un momento intenso de diálogo y complicidad; husmear juntos entre las estanterías de una librería puede ser un momento de fiesta. Corinne lleva regularmente a Blanche a escoger una novela: “Con 9 años, tiene problemas para pasara a libros de su edad”, comenta divertida la joven mujer, que la observa: “Este regalito la estimula, ¡qué placer es abrir un libro nuevo!”.
Más barata e igual de educativa, la biblioteca es un lugar incomparable de memoria: “¡Nuestros mayores lectores son los pequeños!”, señala con humor Jacqueline Goachet-Marc, que multiplica las iniciativas para atraer al público joven.
La sección juvenil es todo un éxito: “Los padres van a la pesca de libros con sus hijos, observan, comparan y eligen juntos. La lectura es a menudo una cuestión familiar”. Después de esta expedición guiada al país de los libros, podemos apostar que nuestros aprendices se convertirán rápidamente en ávidos lectores, ¡con la convicción de que leer les hace libres!
Pascale Albier