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¿Cómo identificar a una persona manipuladora o narcisista?

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© Twinsterphoto I Shutterstock

Edifa - publicado el 10/09/20

Un jefe, un cónyuge, un amigo… Todos podríamos enfrentarnos algún día a un perverso narcisista. Pero ¿cómo son realmente y cómo se les reconoce?

Se les llama manipuladores o, incluso, personalidades narcisistas. Pueden causar estragos en todos los entornos, en todo tipo de relaciones (amorosas, profesionales, familiares, amistosas, deportivas, asociativas…). Son personas seductoras, simpáticas, a veces reservadas, que atraen por su lado encantador y adulador. Sin embargo, rápidamente sus víctimas entran en una espiral infernal de culpabilización y de desvaloración.

Sacerdote, médico, filósofo y teólogo, el padre Pascal Ide, autor del libro Manipulateurs (“Manipuladores”), da consejos para detectar, comprender y actuar en caso de encontrarnos frente a una personalidad narcisista.

– ¿Por qué se interesó usted por el tema de las personalidades narcisistas?

Ante todo para informar, sobre todo en los entornos eclesiales. Aunque sólo en francés se han escrito más de cien obras recientemente sobre este tema, este perfil altamente tóxico sigue siendo demasiado ignorado.

Una mujer cuya hermana presenta todos los rasgos de una personalidad narcisista (PN) me informó de que había ido a confesarse por la ira que sentía hacia su hermana y que el sacerdote había insistido en que la perdonara y recuperaran el contacto.

Perdonar, sin duda, pero eso supone primero tener en cuenta el sufrimiento de esta víctima. Y en cuanto al segundo consejo, puede ser gravemente imprudente, al hacer recaer a la persona bajo la influencia de la PN.

– En la actualidad, ¿no se habla más de perverso narcisista que de personalidad narcisista?

La expresión “perverso narcisista” fue elaborada por el psicoanalista Paul-Claude Racamier. Yo prefiero la de “personalidad narcisista”, que remite a un cuadro psiquiátrico concreto.

– ¿Y cómo se reconoce esta personalidad narcisista?

Sin entrar en detalles, se caracteriza por dos signos particulares: la certeza de ser excepcional, de merecer más atención que los demás, por lo que espera atenciones de su parte sin sentirse para nada en deuda; por otro lado, una insensibilidad real al sufrimiento del otro, empezando por la que causa su propio egocentrismo.

– ¿No es todo el mundo narcisista en mayor o menor medida?

Por supuesto que sí, ¡y yo el primero! Pero hay que distinguir entre manipulador o narcisista –cosa que pone de manifiesto una patología– y entre simplemente tener actitudes manipuladoras o narcisistas.

La terapeuta Isabelle Nazare-Aga, a partir de una larga experiencia, elaboró una lista de treinta criterios. Nosotros responderíamos afirmativamente a uno o varios criterios, pero la mayoría de personalidades narcisistas tendrían más de veinte puntos de treinta.

– Si lo he comprendido bien, ¿ser una PN es tener una especie de hinchazón del ego?

Lo cierto es que es más complicado que eso. Por un lado, estas PN se creen superiores a los demás, también se creen por encima de las leyes, ya que las transgreden alegremente. “Me importan un pimiento las normas de la comunidad”, decía una de estas personas.

Por otro lado, presentan una personalidad narcisista abismal. Son personas desprovistas de interioridad y de estabilidad. Por eso tienen necesidad de ser admiradas constantemente, se rodean de una corte y rechazan y demonizan a toda persona que no las adule.

– ¿Una imagen para describir a estas personas?

En su libro Nous n’étions pas armés (“No íbamos armados”, en francés, Ed. Plon, 2013), Christine de Védrines las describe con gran objetividad y al mismo tiempo con sobriedad – casi me atrevería a decir que con caridad–; muestra como un estafador, claramente una personalidad narcisista de gran formato, logra, en nueve años, ganarse la confianza de su familia, arruinarla completamente, empujar a dos parejas al divorcio y atentar contra la salud física y psicológica de sus miembros.

Después de haber sucumbido a la manipulación mental, la autora reaccionó por fin y alertó a la justicia del peligro que corría su vida. No podemos imaginar lo que es una PN. Un libro así permite acercarnos más a la idea de cómo son. ¡Es terrorífico!

– ¿Y un criterio?

Resumo con un poco de humor: es la persona problemática de la que siempre hablamos, la que ocupa gran parte de las conversaciones junto a la máquina de café…

– ¿No corremos el riesgo de ver PN por todas partes, empezando por un cónyuge o un empleador?

¡Claro que sí! Es una de las razones que me impulsaron a escribir este libro. Pero ese diagnóstico debe venir de una persona competente (psicoterapeuta, psicólogo, psiquiatra) y no de la persona que se considera víctima.

– ¿Algunas causas favorecen la presencia de PN en la sociedad de hoy día?

Todos los marcadores muestran que, desde hace más de cincuenta años, los individuos en Occidente son cada vez más narcisistas: autoevaluación permanente, individualismo, imagen inflada de sí mismos, falta de civismo, culto a la apariencia…

Por lo tanto, la patología narcisista se ha convertido en un marcador de nuestra sociedad. La educación actual la favorece: si usted quiere que su hijo se convierta en un tirano, trátelo como a un príncipe, dígale constantemente que es el mejor, que debe pensar en él primero, en su placer y en su éxito.

Pablo Picasso fue una PN destructiva y probablemente también un perverso. Sin embargo, el pequeño Pablito fue no sólo adorado por su madre, sino fetichizado. En cambio, no parece que una PN pueda aparecer en una constelación familiar sana.

Estos son los dos extremos de la enfermedad del don. Mientras que la persona con burn out sufre a menudo por darse demasiado –o, más bien, por darse mal–, la personalidad narcisista sufre –y, sobre todo, hace sufrir– por no darse. Al cautivar, capta y captura.

– Usted sostiene que las PN “de gran calibre” no se encuentran solamente entre responsables políticos, sino también entre responsables religiosos… ¿Cómo explicar que existan tantos PN entre fundadores o personas prominentes?

Primero, se trata de una constatación general. Uno de los raros estudios relacionados con este tema muestra que se encuentra un número mucho más elevado de PN en puestos de mando, lo cual no significa que todo líder tenga, sistemáticamente, un ego sobredimensionado.

Luego, las PN asocian a menudo a su patología auténticos talentos, que saben poner en valor especialmente bien. Además, son individuos muy seductores que se acercan mostrando un rostro luminoso y acceden así a los niveles más altos.

A menudo son finos observadores, descubren también nuestros defectos y juegan con nuestra necesidad de reconocimiento para subir peldaños. Una vez que están en el puesto que buscan, se convierten en inamovibles y despliegan toda su violencia.

Cabe añadir un punto que se ignora a menudo: estas PN no son todas personas estafadoras o pervertidos sexuales. Pueden ser incluso personas ascéticas. En cambio, están sedientas de poder y le explicarán con mucha convicción que son la persona más indicada.

– Usted defiende que “se encuentran más ciertas formas de PN en la Iglesia que en la sociedad civil”…

Lo digo con prudencia, porque faltan estudios que lo aseguren. Pienso en dos perfiles que fueron bien identificados por el psicólogo Stephen Karpman: las PN victimistas y las socorristas.

Los narcisistas victimistas (que hay que distinguir de las víctimas auténticas) proliferan en los grupos cristianos porque estos grupos son, por lo general, cálidos y abiertos a la compasión. Entonces, el entorno del victimista se moviliza integralmente a su servicio, culpabilizado por no hacer suficiente, sin recibir nunca un agradecimiento y sin que el victimista haga el más mínimo esfuerzo por salir de su situación.

– ¿Y el perfil del socorrista?

Aquí también cabe distinguir entre salvador y socorrista. André Frossard decía que el integrista es aquel que hace la voluntad de Dios, quiera Dios o no. Pues bien, el socorrista es el que hace el bien al otro… ¡quiera el otro o no! Es la persona que impone su ayuda: “¡Es por tu bien!”. Pero Jesús propone, no se impone: “¿Qué quieres que haga por ti?”.

– De este modo, la PN, desde su omnipotencia, ¿se arrogaría atributos divinos?

Exactamente. Quiere ser amada más que los demás; en el fondo, quiere ser adorada por los demás… ¿Cómo no pensar en Satán y en la tercera tentación de Cristo? Pero hay una cosa específica en el ámbito religioso: las PN acaparan a Dios para fundamentar su poder. Por ejemplo, pretenden hablar en nombre de Dios e invocan a Dios para culpabilizar a los demás.

– ¿Las personalidades narcisistas tienen consciencia de lo que hacen?

En términos cristianos: ¿las PN son pecadoras o solamente enfermas? Es una cuestión delicada. Los especialistas están divididos sobre este aspecto. La experiencia, la filosofía moral y la fe me aseguran que en toda persona está presente la conciencia moral.

El psiquiatra Baruk señaló que un psicótico, aunquegrave y prolongadamente enfermo, tiene momentos de lucidez moral. Por ejemplo, sabe cuándo se comete una injusticia contra él.

De igual modo, la personalidad narcisista es calculadora, vigilante de la realidad. Esta razón constantemente despierta no puedo imaginarla sin verse atravesada, de vez en cuando, por esa luz que es la conciencia moral y, por tanto, sin que perciba, al menos fugitivamente, el mal que causa.

– Si la PN es a veces consciente de esos actos, ¿puede reconocer sus errores?

Puede reconocer un error, pero se justifica en seguida. Por ejemplo, el marido que pega a su mujer –el caso contrario también existe, aunque es más raro– no puede negarlo. Sin embargo, añadirá: “Tú te lo has buscado. Me has empujado al límite”. Siempre encuentra una excusa.

Y digo bien: siempre. Porque la gran arma de la PN es la interferencia de las fronteras entre el bien y el mal, más la culpabilización del otro.

– ¿Una PN puede cambiar?

Esta es otra cuestión muy delicada. Los estudios médicos y psicológicos no describen tales cambios.

Esto conduce a un discernimiento importante. A la hora de tomar una decisión, debo actuar siempre con prudencia y decidir como si la persona compatible con este cuadro psiquiátrico no fuera a cambiar nunca.

Por ejemplo, si soy obispo, evitaré cuanto sea posible designar a una PN para un puesto de responsabilidad; si me llega una acusación relativa a una persona que presenta este perfil, vigilaré por proteger al entorno, incluso por separarla de él.

Ahora bien, ¿quién es capaz de sondear los corazones? De modo que puedo rezar para que esa persona narcisista logre finalmente, durante algún destello de lucidez, realizar un acto de amor desinteresado.

Entrevista realizada por Luc Adrian

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