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La Biblia no da mucha información sobre la presencia de Jesús en la tierra desde que resucitó hasta que fue al cielo, pero esos días hubo muchos acontecimientos que pueden ayudar a cada cristiano a avanzar en su vida diaria
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“Los días que transcurrieron entre la resurrección del Señor y su ascensión no fueron infructuosos, sino que en ellos fueron reafirmados grandes misterios y reveladas importantes verdades”, escribió san León el Magno.
En cuanto a los lugares donde Jesús pudo encontrarse corporalmente durante este intervalo, salvo por los momentos de aparición, “no conocemos en qué sitios haya estado corporalmente durante el tiempo intermedio porque la Escritura no lo cuenta, y en todo lugar está presente su imperio” (santo Tomás de Aquino).
Intentamos igualmente examinar, a la luz de la palabra de Dios y de los encuentros del Resucitado, cuatro lecciones de Cristo durante este periodo. Aprenderemos mucho de ellas.
Jesús nos ofrece consuelo, paz y alegría
Cristo se apareció a sus discípulos para aportarles la certeza de la fe en su resurrección y ofrecerles consuelo, paz y alegría. El día de su resurrección, se apareció cinco veces a diferentes personas.
Santo Tomás nos ofrece una aclaración:
“Para manifestar la verdad de la resurrección, basta con que se apareció varias veces; habló familiarmente con ellos; comió y bebió, y se les ofreció para que le palpasen. En cambio, para manifestar la gloria de la resurrección, no quiso vivir de continuo con ellos, como antes lo había hecho, a fin de no dar la impresión de que había resucitado a una vida igual a la que antes tenía”.
Una manera nueva de estar en relación con Jesús
Jesús enseñó a sus discípulos una manera nueva de estar en relación con Él. Cuando está allí y se dirige a sus Apóstoles, les dice: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía…” (Lc 24,44).
Ese “cuando todavía estaba con ustedes” –mientras que Él está claramente ante ellos– muestra que esta manera inaudita de estar presente como Resucitado no es del mismo orden que su presencia en los días de su carne mortal.
También al revelarse a María Magdalena, le dice: “No me toques” (Jn 20,17). A partir de entonces, es por la fe y la caridad que “tocamos” realmente a Jesús resucitado.
La importancia de la oración para la evangelización
Jesús prepara a sus discípulos para la misión que les confía y que tomará forma concretamente en Pentecostés.
Él les pide esperar activamente al Espíritu Santo que enviará junto al Padre y que les dará acceso a la plenitud de la verdad.
Recibirán por Él la fuerza de dar testimonio en los confines del mundo y hasta el extremo de sus vidas.
Los Apóstoles permanecieron en el Cenáculo con María en ese tiempo de preparación y de interiorización, ahondando en ellos el deseo del don de Dios y manifestando así la centralidad de la oración para la misión.
Jesús llega siempre para iluminar y transformar nuestra existencia
La forma en la que Jesús se aparece a sus discípulos provoca un realismo espiritual. Se presenta con las heridas mortales sobre un cuerpo que ya es glorioso e inmortal.
Esas llagas se unen con las nuestras. Son como una fuente, lista para irrigarnos de su gracia que se extiende sobre nuestras debilidades. Los encuentros se desarrollan en lo común de la vida cotidiana.
Es más, María Magdalena lo confunde con un jardinero, incluso con el sospechoso número uno del robo del cuerpo de Jesús.
Los peregrinos de Emaús piensan que es un caminante un poco extravagante que ni siquiera sabe lo que acababa de suceder en Jerusalén.
Así pues, podemos ver que, a través de estos encuentros, Jesús nos muestra que siempre llega de forma a la vez simple y desconcertante, en la realidad banal, para iluminar y transformar nuestra existencia con Su presencia.
Por Nicolas Buttet