Qué alegría cuando entras a una capilla, un oratorio dónde está expuesto Jesús Sacramentado y la encuentras llena de adoradores. Los ves con una gran devoción, rezando en silencio. Aman a Jesús Sacramentado y están allí para Él. Suelo rezar en esos momentos: “Concédeles lo que te piden Señor”.
Qué ignorante y pequeño me siento en la presencia de Dios. Él es inmortal y yo mortal. Él es el Amor y yo, a duras penas amo como debiera. Él es la misericordia y me pide ser misericordioso.
Hace muchos años durante una eucaristía el sacerdote en su homilía habló del amor. Nos dijo: “El día que ustedes partan de este mundo y se encuentren en la presencia de Dios, les hará una sola pregunta: “¿Amaste?”
Me hizo pensar en la definición de la caridad que leemos en las Escrituras, en la que podemos examinarnos:
“El amor es paciente y muestra comprensión.
El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla.
No actúa con bajeza ni busca su propio interés,
no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.
No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad.
Perdura a pesar de todo,
lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.”
(1 Corintios 13, 4-7)
Sabiendo esto me puedo preguntar: “¿He amado?” Y me doy cuenta que me falta el amor verdadero, aquél que todo lo perdona y todo lo ama. Por eso le visito tanto en el sagrario, porque Él es el amor y lo da a manos llenas, a quienes se complace.
A veces le encuentro tan solo que te duele en lo hondo del alma, pero hay ocasiones que en te emocionas porque en aquél pequeño oratorio apenas puedes entrar de la cantidad de personas que están con Jesús.
Me acaba de pasar. Ha terminado la hora santa y entré a saludar a Jesús a este hermoso oratorio. Hay tanta paz aquí. Se percibe a bocanadas el amor inmenso de Dios. Es un ambiente que te mueve a la oración y la devoción. Levantas tu mirada y lo tienes frente a ti.
Allí está. Rey de reyes. Humilde. Silencioso. Callado. Y se queda en el sagrario por su propia voluntad. Nadie lo detiene allí. Es un prisionero de AMOR. Y se ha quedado tal vez para darnos la oportunidad de estar más cerca de Él.
¿Puedo pedirte un favor? Cuando vayas a ver a Jesús en el sagrario dile: “Claudio te manda saludos”. Ya sabes que me encanta sorprenderlo.
¡Qué bueno eres Jesús!
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