El Milagro de la Virgen que me devolvió la Esperanza (Un testimonio bellísimo)

Claudio de Castro - publicado el 27/11/19

Ocurrió hace ya algunos años. Desde ese día cuelgo en mi cuello con profunda devoción una medallita de la Virgen conocida como “La Medalla Milagrosa”. Hoy que celebramos su día no podía dejar de compartir este bello testimonio de amor de nuestra Madre por sus hijos.

Existen cientos de testimonios de personas a las que por intercesión de la Virgen María, Dios les ha concedido milagros extraordinarios y patentes. Sé de algunos ocurridos en mi país. Y son sorprendentes.

El mío no deja de ser maravilloso.  Y necesitaba compartirlo contigo. Su promesa a santa Catalina Labouré no ha dejado de cumplirse. “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.

Ese día temprano me citaron a la oficina de la empresa donde estaba trabajando. Me comunicaron lo difícil de la situación y que a partir de ese día prescindirían de mis servicios. Me acababa de quedar cesante, sin trabajo. Con tres hijos, una casa hipotecada, gastos escolares… para mí era una tragedia. Me senté unos minutos a recapacitar en lo que había ocurrido. Y me dije: “Iré a ver a la Virgen”.

Cerca de mi trabajo había una hermosa capilla a la que solía ir los medio días después del almuerzo a rezar y acompañar a Jesús en el sagrario. Saliendo del trabajo, después de despedirme de todos y agradecer a los dueños la oportunidad que me habían brindado, me dirigí hacia aquella capilla silenciosa que invitaba a la oración. En el camino me fue inundando una paz sobrenatural, una serenidad que no conocía.

Entré a la capilla saludando a la Virgen: “Ave María”. Me arrodillé frente a su bellísima imagen y le dije: “Ya ves lo que me ha ocurrido. Confiaré qué tú como Madre me sabrás cuidar.  Ayúdame a conseguir otro trabajo. Necesito mantener a mi familia”. Le sonreí seguro que estaba en las mejores manos. Y entonces le puse una condición, una petición inusual. “Pero no lo hagas demasiado pronto. Deseo tomar un mes de vacaciones para compartir con mi esposa Vida y los niños”.

Salí de aquella capilla confortado por nuestra Madre. Llegué a la casa y le conté a mi esposa, le di instrucciones que preparara maletas que nos íbamos de vacaciones. Alguien me dijo que fui imprudente, pero yo estaba seguro que todo saldría bien.

Pasó el mes y me llamaron para una entrevista. Conseguí el empleo. Aquella semana mi esposa Vida, me llama aparte y me dice:

“¿Sabes qué día fue tu entrevista de trabajo?”

“Un jueves”.

“No”, replicó ella. “Fue un 27 de noviembre día de la Medalla Milagrosa.  Y la Virgen a la que le pediste el favor estaba bajo la advocación de la Medalla Milagrosa”.

“¡Santo cielo!” exclamé. “No me había percatado de ello”.

Esa misma tarde fui a la capilla que estaba cerca de donde trabajé. Vida tenía razón. Era la Virgen de la Medalla Milagrosa. Me puse de rolillas, oré fervorosamente y le agradecía ese enorme favor a mi familia y a mí.

La Virgen es Madre de la Humidad y nunca nos abandona. Acude confiado a ella que sabrá hacerte grandes favores de la mano de su Hijo Jesús.

“Bienaventurada eres, entre todas las mujeres”.

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