Hay días que te cambian la vida, que son especiales. Para mí, es el 4 de octubre y me preparo con alegría. Ese día celebramos a san Francisco de Asís. Seguro te lo he contado. Mi corazón es franciscano.
Me levanto temprano. Voy a misa con Vida mi esposa. Y luego, telefoneo a mis amigos franciscanos y les saludo con un cordial “Paz y bien”. Y aunque algunos dicen que este no era el saludo original de Francisco, se acerca mucho a sus enseñanzas, de paz y fraternidad. Algo que le urge al mundo de hoy y a nuestras casas y familias.
Salgo con Vida y donde voy dejo sembrado aquél hermoso saludo: “¡Paz y bien!”. Algunos me ven como un bicho raro, preguntándose: “Y a éste… ¿Qué le pasó?”
Me encanta ser un “bicho raro” por Jesús. Conozco muchos que también pasarían por bichos raros, por su alegría, la pureza que portan en sus almas y al buen Jesús que irradian a los demás.
Es una paz que llevamos dentro, pero no es nuestra. Es de Dios quien la ha sembrado en las almas. Es su paz que a todos nos quiere obsequiar.
Una vez me encontré con una joven que lo había dejado todo, un buen trabajo, un futuro prometedor, para seguir a Jesús. Me la encontré a la salida de una iglesia, después de misa. La vi radiante y me acerqué a saludar.
“Todavía recuerdo el día que lo dejaste todo. Te veo feliz. Vaya que eres un bicho raro, ¿ah?
Rió por esta observación.
“Somos un bicho raro para el mundo que no comprende, pero también una sonrisa para Jesús”.
“Lo volverías a hacer?”
“Mil veces más, si tuviera la oportunidad. Tengo una vida plena. Me siento feliz con Jesús. Gasto mi vida en alguien maravilloso, en algo más grande que yo misma”.
Entonces comprendí el motivo de su paz interior. Era como una sensación de tranquilidad que percibías en su cercanía. Nos despedimos con un: “El señor te guarde en su paz”.
Leí que san Francisco escribió a sus frailes: “Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones”.
Su vida siempre fue acorde al Evangelio. Por eso saludaba con la paz.
“En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.” Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.” (Lucas, 10, 5-6)
Los dejo con un estupendo: “PAZ Y BIEN”.
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