Campaña de Cuaresma 2025
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Cambiar de religión, dejar de creer, alejarse de la Iglesia son algunas actitudes que toman muchas personas cuando ven comportamientos que no les gustan en la iglesia a la que acuden. Lamentablemente, esto tiene que ver con que un mal testimonio termina por desalentar a los cristianos neófitos en su progreso espiritual.
El signo del cristiano
Es tan importante el testimonio de los cristianos que el mismo Jesús lo dejó como mandato a sus discípulos:
"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros" (Jn 13, 34).
Porque sería el signo distintivo con el cual serían reconocidos:
"En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13, 35).
El mal ejemplo cunde
Bajo la premisa de que Dios dio al hombre el libre albedrío para decidir entre el bien y el mal, existen personas que defienden su postura dañina y se niegan a cambiar, aunque esto les traiga consecuencias negativas.
Olvidan que su comportamiento es observado por los demás, y, entre ellos, están los niños y personas más sensibles que pueden ser influenciadas por su testimonio, ya sea porque son mayores que ellos, por tener cierta jerarquía o por alguna forma de admiración -como sucede con quienes tienen fama y se convierten en "ídolos" de la juventud.
Ellos y su mal ejemplo pueden desviar a otros del buen camino. Y la responsabilidad no es poca. Nuevamente el Señor Jesús se refiere a los que escandalicen:
"Después dijo a sus discípulos: 'Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños'" (Lc 17, 1-2).
Esforzarse en dar buen testimonio
Claro que cuesta -¡y mucho!- dar buen ejemplo, sobre todo si tenemos que luchar contra nuestras debilidades de temperamento o contra un vicio o defecto de carácter. Todos tenemos un "talón de Aquiles", pero es necesario que pongamos todo lo que esté en nuestras manos y pidamos a Dios que todo lo demás lo suplan su providencia y su misericordia.
Por eso, san Pablo dice a Tito:
"Exhorta también a los jóvenes a ser moderados en todo, dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad, a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos" (Tito 2, 6-8).
Actuemos, entonces, como dice san Juan poniendo cada uno su propio nombre en la siguiente recomendación:
"Querido hermano, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace el bien pertenece a Dios, pero el que hace al mal no ha visto a Dios" (3 Jn, 11).
Que Dios nos ayude a perseverar.


