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(HOMILÍA) “Comamos y hagamos una fiesta”

"Return of the Prodigal Son" by Rembrandt | Altered by Aleteia
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Este domingo de la alegría, meditamos la parábola del hijo pródigo. El padre Giovanni, en su homilía, nos recuerda que "Dios no se cansa de perdonar, nosotros somos los que nos cansamos de pedir perdón".

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Queridos hermanos y hermanas,

Hoy celebramos el Domingo de la Alegría, también conocido como Laetare, en medio del camino cuaresmal. La liturgia de este día nos ofrece una de las parábolas más conmovedoras del Evangelio: la del hijo pródigo, o mejor dicho, la del Padre misericordioso. Es un relato que toca el corazón de todos porque nos habla de lo que significa verdaderamente el perdón, la reconciliación y el amor incondicional de Dios.

1. El hijo menor: la ruptura y la búsqueda de sentido

La parábola comienza con el hijo menor pidiendo su parte de la herencia, algo impensable en la cultura judía, pues equivalía a desear la muerte del padre. El joven rompe su relación familiar y se marcha a una tierra lejana donde malgasta todo en una vida desordenada. Es la imagen de quien quiere vivir lejos de Dios, siguiendo solo sus propios deseos.

Sin embargo, cuando lo ha perdido todo y se encuentra cuidando cerdos —un trabajo humillante para un judío—, "recapacita". Aquí comienza su conversión. Reconoce su pecado y toma una decisión valiente: volver a la casa del padre, aunque solo sea como jornalero. Su corazón arrepentido y humilde refleja el proceso que también nosotros debemos vivir en la Cuaresma: volver a Dios, reconociendo nuestra fragilidad y confiando en su misericordia.

2. El padre: imagen perfecta del amor divino

Pero lo más impactante de la parábola no es el pecado del hijo, sino la actitud del padre. No espera con los brazos cruzados, ni con reproches, ni exige explicaciones. Corre al encuentro del hijo, lo abraza, lo cubre de besos y ordena que se le devuelva la dignidad: túnica, anillo y sandalias. Estas acciones no solo son conmovedoras, sino profundamente simbólicas: representan la restauración total de la filiación.

Este es nuestro Dios: no lleva cuentas del mal, no se cansa de esperar, no se avergüenza de nuestro pecado. Él sale a nuestro encuentro y nos devuelve la dignidad perdida. En este tiempo cuaresmal, la Iglesia nos ofrece esta imagen del Padre para que nos dejemos sanar y perdonar. Si nos alejamos, Dios nos espera; si nos perdemos, Él nos busca; si regresamos, Él corre a nuestro encuentro.

3. El hijo mayor: la amargura del corazón cerrado

No podemos olvidar al hijo mayor, que al ver la fiesta por el regreso de su hermano, se enoja y se niega a entrar. Su reacción revela otro tipo de lejanía: la del corazón endurecido. Aunque ha permanecido en casa, no ha entendido el corazón del padre, vive como esclavo y no como hijo.

Esta figura representa a quienes cumplen con todo, pero sin amor; a quienes se creen justos, pero no saben perdonar; a quienes envidian la misericordia de Dios con los demás. Y sin embargo, el padre también sale a buscarlo a él, le suplica, lo llama “hijo” y lo invita a la alegría del perdón. Así, Jesús nos muestra que el pecado del orgullo y la autosuficiencia puede alejarnos tanto como el pecado de la rebeldía.

4. Una invitación a la reconciliación

El Evangelio de hoy nos lanza una invitación clara: volver a Dios con confianza, porque su amor es más grande que nuestros errores. La parábola es una llamada a todos:

  • A los que están lejos, para que regresen sin miedo.
  • A los que están cerca, para que no cierren el corazón.
  • A toda la Iglesia, para que viva con alegría el don de la misericordia.

En esta Cuaresma, el Señor nos llama a reconciliarnos, a dejarnos abrazar por Él. El sacramento de la penitencia no es un juicio frío, sino un encuentro con el Padre que nos espera con ternura. Hoy más que nunca necesitamos comunidades que reflejen este rostro misericordioso de Dios: que acojan, que perdonen, que se alegren por cada hijo que regresa.

Conclusión

Queridos hermanos, el mensaje de este domingo es claro: Dios no se cansa de perdonar, nosotros somos los que nos cansamos de pedir perdón. Volvamos a Él con un corazón sincero. Dejemos que su abrazo nos restaure. Vivamos la alegría de sabernos hijos amados. Y que como Iglesia, sepamos también alegrarnos y celebrar cuando un hermano vuelve a la casa del Padre.

Que María, madre de la misericordia, nos acompañe en este camino de regreso al corazón de Dios.

Amén.

Cuarto Domingo de Cuaresma – Ciclo C

Primera lectura - Josué 5, 9a. 10-12

Segunda lectura - 2 Corintios 5, 17-21

Evangelio - Lucas 15, 1-3. 11-32
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