Campaña de Cuaresma 2025
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En sus parábolas, el Señor Jesús hacía comparaciones con la vida cotidiana de los judíos para que entendieran fácilmente el mensaje que deseaba transmitirles. Una de esas referencias fue sobre los frutos que daban los árboles:
"Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán".
Frutos de calidad
Todo cristiano debe luchar a diario para dar frutos buenos, sin embargo, también debe procurar dar frutos de calidad.
Porque puede ser que nos conformemos con mediocridades y no deseemos hacer nada más que lo mínimo, sin esforzarnos en mejorar: si se trata de limosna, damos solamente una moneda de poco valor.
Si de ofrecer nuestro tiempo en algún apostolado, con reloj en mano entregamos nada más una hora; o si hay que ser amables con quienes nos necesitan, procuramos no involucrarnos mucho para no comprometernos emocionalmente.
Y si se trata de sacrificarnos, no queremos ni mencionarlo.
Total, que damos frutos, pero de baja calidad. Y si nos descuidamos, podrían convertirse en frutos malos.
Ser árboles buenos
Por eso debemos comenzar desde la raíz para convertirnos en árboles buenos. Y eso se logra con trabajo y esfuerzo personal, por supuesto. Por eso es importante ejercitar la voluntad y alimentar el alma, porque la gracia de Dios suplirá los defectos humanos.
¿De qué manera? confesándonos frecuentemente. Cuando nos proponemos erradicar algún pecado o defecto y alejar la tentación, primero hay que detectarlo mediante un buen examen de conciencia y una confesión sincera.
Acercarnos a la Confesión incrementará la gracia santificante y nos fortalecerá para lograr nuestra meta. Además, ir a Misa y comulgar, no solamente en domingo, sino entre semana, porque no hay mejor medicina que el cuerpo y la sangre de Cristo.

Entregarse con generosidad
Revisar a diario nuestros actos nos ayudará a conocernos mejor y evitar lo que nos hace caer, y para ello hay que pedir al Espíritu Santo su luz. La oración nos mantendrá atentos en el rumbo que hemos decidido tomar.
Y después de fortalecer nuestro espíritu, hay que ejercitar la caridad, la misericordia y todas las virtudes que requiramos para ayudar a los demás con entrega y generosidad.
De esta manera, no habrá forma de dar frutos malos, solamente buenos y de excelente calidad. Recuerda que Dios merece solo lo mejor y eso se logra con esfuerzo, voluntad y ayuda divina. Empéñate en ello.


