Hay gente que te ayuda a rezar. Con su presencia (incluso solo con su recuerdo) te lleva a Dios. O con las oraciones que comparte, o su manera de sonreír, de sufrir, de vivir,… Como la hermana Marisol.
Esta joven clarisa del monasterio de Agurain-Salvatierra, en el País Vasco, tenía una capacidad especial para verbalizar clamores profundos que pocas veces se comparten.
Antes de que un cáncer matara su cuerpo el 8 de marzo de 2022, dejó palabras, gestos y una manera de afrontar el paso definitivo al Padre que hoy sigue ayudando a muchos, como aseguran miembros de su comunidad a Aleteia.
Entre su legado se encuentran estas bellas oraciones que pueden ser de gran ayuda para prepararse para la Pascua:
![[Audio] Palabras de una clarisa antes de morir a los 40 años](https://wp.es.aleteia.org/wp-content/uploads/sites/7/2022/05/WEB-CLARISAS-SALVATIERRA-MARISOL-01-Hermanas-Clarisas-Agurain-Salvatierra.jpg?resize=300,150&q=75)
En tu luz…
Mis ojos, Señor, no siempre pueden ver;
oscurecidos por la decepción, ofuscados por el error,
ensombrecidos por la sinrazón, nublados por el dolor…
mi vida queda envuelta en cegueras y confusión.
Cegueras que me obligan a caminar a tientas,
que convierten los días en oscuras noches, noches que van empapando el corazón,
que lo cierran a la belleza y le impiden disfrutar lo bueno que hay alrededor.
Que brille tu rostro, Señor,
Que resplandezca tu luz y cure estas cegueras.
Que mi vida sea recreada y mis ojos puedan volver a ver;
que mi corazón vuelva a gozar, que lo pequeño no pase más inadvertido,
que vea mi verdad y la verdad de los demás.
Y mientras llega tu luz a mi vida,
que no ceda mi fe ante la oscuridad,
que pueda recorrer tu camino hacia la luz
confiando en los que sí pueden ver.
Desierto
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Desierto…
Soledad por ti habitada.
Me adentro en él para allí descubrirte.
Ayúdame a percibir tu presencia en su aparente soledad,
Para que pueda adentrarme en lo profundo de tu ser.
Desierto…
Lugar de encuentro.
Que en él me encuentre contigo, Señor,
y también me encuentre conmigo.
Que se caigan mis máscaras
y mis disfraces
y me encuentre con mi verdad desnuda.
Señor, que tu Espíritu
me empuje al desierto
y allí me regale
estos dos encuentros.
Sedienta de ti
Estoy tan sedienta, Señor…
Sedienta de esa sed que tú has puesto en mí,
de esa sed que ninguna otra cosa puede saciar,
de esa sed que solo tú puedes colmar.
Déjame, Señor, beber de ti,
del agua fresca de tu manantial,
de esa agua que solo tú puedes dar,
de esa agua que apaga toda sed,
que colma todo vacío y calma todo afán.
Regálame tu agua: tu Espíritu,
tu Cuerpo, tu Palabra, tu Amor,
para que no camine de brocal en brocal,
para que nunca más busque calmar mi sed
en el agua de otro manantial.
Llévame, Señor, a lo profundo de tu pozo
para que el agua que beba allí
se convierta en Vida dentro de mí.
Haz, Señor, que una vez calmada mi sed,
no cese de manar tu agua hasta mí,
que se transforme mi vida en claro brocal
donde se acoja el agua
que brota de tu manantial,
donde no guarde tu agua para mí,
donde los demás puedan beber de ti.
Transfiguración
Señor Jesús, tómame contigo,
llévame a la montaña,
ilumíname con el resplandor de tu rostro
y transfigúrame con la fuerza de tu presencia.
Transfigura, Señor, mis asperezas en la firmeza de tu ternura,
transfigura mis juicios en la paz de tu misericordia,
transfigura mi ceguera en la luz de tu mirada,
transfigura mi dolor en el abrazo de tu cruz,
transfigura mis miedos en la seguridad de tu fidelidad…
Y, una vez transfigurada, al bajar de la montaña
y regresar en medio de mis hermanos,
haz que resplandezca en mí el esplendor de tu rostro,
la calidez de tu amor, la fuerza de tu misericordia
y tu acogida sin límites.
Tú en mí
Cuando soy débil, Señor:
Tú en mi debilidad, tu debilidad en mi debilidad;
Tú en mi inseguridad, Tú en mi miedo, Tú en mi vergüenza,
Tú en mi desesperanza…
Cuando soy fuerte, Señor:
Tú en mi fortaleza, para que no sea mi fuerza,
sino tu fuerza en mí, tu acogida en mí, tu misericordia sin límites en mí,
tu amor incondicional en mí, tu entrega total en mí,…
Tú, Señor Jesús, en cada segundo de mi vida,
Tú en cada latido de mi corazón,
para que no sea más yo, sino Tú en mí.
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Elevado
Igual que fue elevada la serpiente,
Serás elevado en tu cruz, Señor,
Serás elevado en medio de la muerte,
Del fracaso y del dolor.
Elévate siempre, Señor,
elévate en medio de la soledad y el abandono,
en medio de la decepción y la frustración,
en medio de la miseria y la desesperación,
en medio de la injusticia y la desolación,
en medio de toda debilidad y fragilidad,…
Que seas elevado ante nuestros ojos, Señor,
en cada situación de dolor,
para que volvamos hacia ti nuestro corazón,
para que se avive en nosotros la fe
Y en nuestras vidas brote tu salvación.
Hacerse cargo de su cuerpo
Hecho carne…, un hombre cualquiera…,
encarnado en carne de hermano y hermano crucificado.
De mil maneras, en mil lugares,
llagas y hematomas, golpes y contusiones,
cuerpo herido de impensables modos;
modos infinitos de dolor,
siempre dolor crucificado en cruces de indecibles formas.
Que su dolor en mi corazón quede grabado,
sus heridas en mi carne, impresas,
compartiendo su cruz y su lamento.
Dame, Señor, amplio seno para acogerlo,
seno de madre para gestarlo,
para alumbrarlo en un nuevo nacimiento;
que el dolor sea de parto,
que nazca una vida nueva, una vida resucitada.
Que mi seno quede abierto para hacerse cargo de tu cuerpo,
que sea apoyo seguro y cierto en fragilidad tallado,
para ser de tu cuerpo sostenedora poniendo en ti mi sustento.
Resuciclados
Tiempo de Pascua, tiempo de paso, momento de cambio y de transformación.
Tiempo para resucitar y tiempo para reciclar.
Tú, Señor Jesús, has sido despojado,
Eres el desechado, herido y humillado;
Pero Tú eres sobre todo el restaurado y el Resucitado.
Toma, Señor, mis flaquezas y debilidades, mis heridas y oscuridades,
todo lo que es desecho inútil y haz algo nuevo;
tómalo y transfórmalo, resucítalo, regenéralo, recíclalo.
Señor, Tú eres el único que puede sembrar serenidad en el dolor,
aceptación en el rechazo…;
pues solo Tú puedes integrar contradicciones, recomponer fisuras…
Únicamente Tú puedes hacer valer lo inútil, acoger lo desechado,
sanar lo herido, restaurar lo roto, reconstruir lo que ha quedado derruido.
Tú eres el Resucitado y también el resucitador;
Tú eres, Señor, el gran reciclador.
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