The Brutalist (o El Brutalista, como se la conoce en México) es, sin duda, una de las películas monumentales del año. Nominada a 10 Oscars, cuenta con una trayectoria sólida en festivales y con galardones en los repartos de premios. Ni siquiera su duración pesa, y eso que abarca 215 minutos, es decir 3 horas y 35 minutos, y un cuarto de hora exacto de intermedio, pues incluye un reloj de cuenta atrás en el centro de la pantalla. Está narrada como una gran novela americana, con su prólogo y su epílogo y sus dos partes bien diferenciadas, con una historia en forma de biopic ficticio que engloba varias décadas, múltiples conflictos y personajes a la deriva marcados por las circunstancias históricas. Esto le sirve a su director, entre otras temáticas, para revelarnos la tragedia de esos inmigrantes forzados a abandonar su tierra pero que no logran encajar en el país de adopción.
Se trata de un filme en cuyo epicentro está la familia. La necesidad de contar con una familia como base para todo, igual que los soportes en un edificio. Un personaje, hablando de la devastación que supone la muerte de una madre, sostiene que perderla es perder los cimientos mismos sobre los que nos sostenemos.
![The brutalist película con nominaciones al oscar](https://wp.es.aleteia.org/wp-content/uploads/sites/7/2025/02/brutalist-movie.jpg?resize=620,413&q=75)
1947. El arquitecto húngaro László Tóth (Adrien Brody) llega a Estados Unidos como refugiado de postguerra tras los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Su mujer se ha quedado atrás para cuidar de su sobrina, pero él mantiene correspondencia con ella y espera que un día puedan reunirse en Filadelfia, la ciudad en la que le espera su primo Attila (Alessandro Nivola), un judío casado con una gentil, convertido al catolicismo y en busca de prosperidad con su tienda de muebles.
Por una serie de carambolas, Tóth será elegido por el empresario millonario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce) para diseñar un monumental centro erigido en memoria de su fallecida madre, un encargo en apariencia imposible porque insiste en que contenga un auditorio, un gimnasio, una biblioteca y una capilla para los católicos de la zona. Así será como intente prosperar mientras aguarda el regreso de su mujer, Erzsébet (Felicity Jones), y de su sobrina, Zsófia (Raffey Cassidy).
Dirigir la mirada hacia las cosas naturales
Si en la primera parte (‘El enigma de la llegada’), el director ha colocado los cimientos de la historia y ha presentado a los personajes, en la segunda (‘El núcleo de la belleza’) el drama estalla, a través de las acciones de sus protagonistas y de cómo el tiempo les va cambiando… hasta llegar a un epílogo en el que descubrimos algunos pormenores de László Tóth que nos harán retroceder al principio para verlo desde otra perspectiva.
La historia comprende hasta inicios de los 80 y durante el metraje veremos cómo los judíos acusan el dolor de lo que han vivido y lo arrastran consigo para siempre, y cómo esa tierra de las oportunidades es más ingrata con ellos de lo que habían creído, y cómo el arte puede servir para canalizar el dolor.
![The brutalist película con nominaciones al oscar](https://wp.es.aleteia.org/wp-content/uploads/sites/7/2025/02/brutalist-movie-1.jpg?resize=620,413&q=75)
Esto le sirve a su director y guionista, Brady Corbet, que escribió el guión junto a su mujer, Mona Fastvold, para encadenar una serie de temas, de los que se destacan las siguientes:
La madre. Núcleo vital de varios de los personajes. La muerte de la madre de Van Buren es el motor que le empuja a crear un Centro de Congregación Cristiana en su memoria. La sobrina de Tóth y el hijo de uno de los amigos de Tóth también perdieron a sus respectivas madres. Es ahí cuando Erzsébet, quizá el personaje más positivo de la película, habla de cómo la muerte de una madre es una pérdida insondable: “La mente puede no saber que uno está perdido, pero el corazón lo sabe”.
El Holocausto. La cámara nunca nos conduce a territorios europeos, salvo una escena en Italia para ver mármol de Carrara. Sin embargo, tanto en las cartas que se envía el matrimonio de protagonistas como en su dolor y en la dificultad de olvidar el pasado, notamos la presencia de las deportaciones y los campos de concentración.
La crueldad de los ricos. Van Buren y su hijo, Harry (Joe Alwin), se muestran desde el principio crueles con los pobres y con las clases menos favorecidas. Por mucho que ayuden al arquitecto y alaben su destreza para diseñar edificios del brutalismo, siempre lo mirarán por encima del hombro, a veces con desprecio y condescendencia.
El dolor, el trauma y las adiciones. Todo lo que sufre Tóth implica que apague el dolor, la añoranza, la separación de su mujer y sus dificultades iniciales, por medio de diversas sustancias: y, así, es adicto al tabaco, a las drogas y de vez en cuando al alcohol. Corbet ha descrito a su personaje como alguien que sufre estrés postraumático, y de ahí proviene esa especie de vena autodestructiva.
La familia. En relación a lo que mencionábamos sobre la madre, la familia es el eje. Van Buren vive con sus hijos aunque su mujer se separó de él. El centro es para su madre muerta. Durante el intermedio veremos una fotografía del día de la boda de László y Erzsébet, con toda la familia alrededor. Es el núcleo, el epicentro.
La cruz. Aunque en el filme se perciben algunas tensiones entre judíos y católicos, Tóth incluye una idea innovadora en la capilla: diseña una cruz en la cúpula de tal modo que, cuando entre el sol del mediodía, sobre el altar se dibuje un haz de luz formando el crucifijo. Esto cuadra con su idea de dirigir la percepción hacia las cosas naturales.
The Brutalist, espléndida aunque quizá muy dramática en su segunda mitad, nos devuelve a esa época en la que los cineastas sin miedo se tomaban su tiempo para contar historias, como El padrino y sus continuaciones o Érase una vez en América: hay ambición y hay decisiones de escritura y de montaje que no gustarán a todo el mundo. Y hay un trabajo espectacular del trío protagonista: las derivas de Adrien Brody, la dureza de Guy Pearce, la dulzura de Felicity Jones.
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