Según las últimas cifras oficiales de la gobernación, 618 personas obtuvieron la ciudadanía vaticana en 2018. Solo 246 de ellas vivían dentro de las murallas leoninas, lo que representa menos de la mitad de la población del pequeño territorio (que era de 764 en 2023). En la práctica, no se nace ciudadano del Vaticano. La ciudadanía -que, por tanto, siempre se duplica con la nacionalidad de origen- se basa en criterios de trabajo o residencia estable en la Ciudad del Vaticano, según establece la ley desde los Acuerdos de Letrán, hace casi un siglo (1929).
Las condiciones exigidas
La ley vaticana actualizada en 2011 estipula tres categorías diferentes para adquirir la ciudadanía vaticana. En primer lugar, son elegibles los cardenales que residan en el Vaticano o en Roma. En 2023, serán elegibles 64 cardenales, incluidos nueve que viven en el extranjero.
La segunda categoría son los diplomáticos vaticanos, que trabajan en nunciaturas -embajadas- en los cinco continentes. No sólo pueden optar los nuncios, sino también los asesores de las nunciaturas que hayan asistido a cursos en la Academia Eclesiástica de Roma.
Por último, la nacionalidad vaticana se concede a personas que, en virtud de su cargo, deben residir permanentemente en el Vaticano. Los guardias suizos, que suman unos 130 y viven en el cuartel a la derecha de la Basílica de San Pedro, representan una gran proporción de estos ciudadanos. El Papa es, por supuesto, ciudadano del Vaticano.
También puede concederla, previa solicitud, a las personas autorizadas a residir permanentemente en la Ciudad Leonina. Cabe señalar que el cónyuge y los hijos de un ciudadano vaticano también pueden obtener la nacionalidad si viven con él. Esta prerrogativa se ha ido reduciendo con el tiempo, ya que antes de 2011 también podían solicitarla los ascendientes y hermanos del ciudadano.
155 países accesibles sin visado
Con sus pasaportes decorados con las llaves de San Pedro y la tiara papal, todas estas personas pueden viajar a 155 países sin tener que solicitar antes un visado. Esta cifra va en aumento -21 países más que en 2016- y sitúa al pasaporte vaticano en el puesto 26 del mundo en cuanto a libertad para viajar. Entre los destinos abiertos se encuentran los países de la Unión Europea y de otros continentes como Australia, Brasil, Canadá y Ucrania.
Los ciudadanos vaticanos también pueden cruzar las fronteras de países cuya religión oficial es el islam, como Mauritania, Uzbekistán, Túnez, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Bahréin y Qatar. En cambio, no tienen acceso sin visado a Estados Unidos, India, Israel, Japón, China (salvo las regiones autónomas de Macao y Hong Kong), Rusia, Vietnam, Corea del Norte, Arabia Saudí y muchos países africanos como Nigeria, Libia, Mali, Etiopía y Sudán del Sur.
Pérdida de la nacionalidad
Tal y como se adquiere, la nacionalidad vaticana se pierde cuando dejan de cumplirse las condiciones requeridas. Si el cardenal deja de residir en el Vaticano o en Roma, o cuando los diplomáticos dejan su servicio, se les retira la nacionalidad. Lo mismo ocurre cuando los empleados dejan su puesto de trabajo o las personas autorizadas dejan su residencia vaticana.
Los hijos de un ciudadano pierden la nacionalidad al cumplir los 18 años. Además, en caso de divorcio, el cónyuge que había adquirido la nacionalidad por matrimonio también la pierde.
En cualquier caso, los ciudadanos vaticanos no necesitan solicitar un permiso a la aduana para viajar dentro de los ultraprotegidos muros vaticanos, al igual que los visitantes. Y no incurren en las severas penas -de uno a cuatro años de cárcel y una multa de entre 10 mil y 25 mil euros- a las que se exponen los delincuentes si intentan colarse en el pequeño Estado.