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En la vida nos encontramos con situaciones difíciles que pueden hacer tambalear nuestra fe. Y quizá nos embargue la tentación de pedirle a Dios alguna prueba sobre su existencia -en los casos más extremos- o tal vez necesitemos saber que estamos haciendo bien. Pero ¿en verdad es correcto actuar de esta manera?
Los santos piden pruebas
La Sagrada Escritura nos muestra ejemplos de grandes personajes que también tuvieron dudas, y cedieron ante la duda.
Uno de ellos fue Gedeón. El libro de los Jueces relata que el Ángel del Señor bajó a llamarlo para enviarlo a salvar al pueblo de Israel de los madianitas (Jue 6, 14) . Sin embargo, el hombre no estaba seguro de que se tratara de un enviado de Dios, por lo que se atreve a pedirle una prueba:
Entonces Gedeón respondió: "Señor, si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que está hablando conmigo" (Jue 14, 17).
Luego le pide que lo espere mientras va a preparar una ofrenda. Al regresar, el Ángel la toca con su bastón:
"Entonces el Ángel del Señor tocó la carne y los panes ácimos con la punta del bastón que llevaba en la mano, y salió de la roca un fuego que los consumió. En seguida el Ángel del Señor desapareció de su vista" (Jue 14, 21).
Gedeón se asusta porque se da cuenta de que, efectivamente era el enviado de Dios, y el Señor le responde:
"Quédate en paz. No temas, no morirás" (Jue 14, 23).
No tentemos a Dios
El Catecismo de la Iglesia católica dice que "Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él" (n. 2087).
Y nos alerta para que no caigamos en el grave pecado de "tentar a Dios":
"La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba, de palabra o de obra, su bondad y su omnipotencia" (CEC 2119).
Por supuesto, puede surgir en nosotros la "duda involuntaria" que el mismo Catecismo explica como "... la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de esta" (CEC 2088).
Esa duda es necesario no fomentarla y rechazarla.
Confiemos plenamente en Él
Dios toma en cuenta la intención con la que le pedimos lo que necesitamos. Un cristiano debe rogar a su Señor para que fortalezca su confianza e incremente su fe, pero debe luchar para que la duda no haga mella en su ánimo.
"A Dios rogando y con el mazo dando", dice el refrán, refiriéndose a que nuestra voluntad, nuestro pensamiento y nuestras acciones deben trabajar juntas para que veamos claramente cómo actúa Dios en nuestra vida.
Y lo más importante, debemos creer firmemente que Dios está siempre al pendiente de nosotros, recordando con gratitud su poder, su amor, su providencia para nosotros.