Cuando se buscan soluciones para acercarse más a Dios, es frecuente encontrar una serie de libros y artículos que ofrecen una plétora de oraciones y devociones. Puede parecer que la única manera de llamar la atención de Dios es aumentar tu vida de oración con más rosarios y letanías.
Sin embargo, la mayoría de los santos, a lo largo de la historia, ofrecerían una imagen muy diferente de la vida espiritual. En lugar de rezar oraciones de fórmula de sol a sol, muchos santos sugieren simplemente dejar que Dios te ame.
La mirada amorosa de Dios
Así lo sugiere san Francisco de Sales en su Introducción a la vida devota:
"Este es un asunto, querida hija, sobre el que estoy muy ansioso por llamar tu atención, porque en él reside uno de los medios más seguros de progreso espiritual. Esfuérzate lo más a menudo posible a lo largo del día por ponerte en la Presencia de Dios".
A continuación, sugiere más concretamente dejar que Dios nos mire con su mirada:
"Considera lo que Dios hace, y lo que tú estás haciendo; verás Sus Ojos siempre fijos en ti en Amor incomparable. 'Oh, Dios mío', exclamarás, '¿por qué no puedo estar siempre mirándote, como Tú me miras? Oh alma mía, tu único lugar de reposo es Dios, y sin embargo, ¿cuántas veces andas errante?'"
San Francisco de Sales recomienda esta práctica durante todo el día:
"Asegúrate entonces, hijo mío, de que mientras estás externamente ocupado con los negocios y los deberes sociales, te retires con frecuencia a la soledad de tu propio corazón. Esa soledad no necesita ser obstaculizada de ninguna manera por las multitudes que te rodean; ellas rodean tu cuerpo, no tu alma, y tu corazón permanece solo en la Única Presencia de Dios".
No hace falta ser monje o monja para experimentar la mirada amorosa de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es abrirnos a Él y dejar espacio para ese encuentro cotidiano.
Aunque rezar cinco Rosarios en un día es digno de elogio, también necesitamos dedicar un tiempo de nuestra jornada a sentarnos a escuchar a Dios y a sentir su amor en nuestro corazón.