Al igual que muchas iglesias francesas, la capilla de san José de los Carmes de París alberga una estatua de la segunda patrona del país, santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, como se la conoce. Se trata de una capilla dedicada íntegramente a la patrona de las Misiones, diseñada poco después de su canonización en 1925.
"Para decorarla ,explica Jean de Saint-Chéron en su libro sobre la Pequeña Teresa, los dos pintores y hermanos -Paul y Amédée Buffet- idearon un ciclo de siete escenas para evocar la vida de la santa. La vida, pero también la posteridad de la Lexovienne. El último panel muestra a Teresa 'en primera línea, a la hora del asalto, en las trincheras del 14'".
Entonces, ¿qué tiene que ver la Gran Guerra con estas representaciones de una joven que acabó su vida en 1897 en el convento carmelita de Lisieux? Y que no fue beatificada hasta 1923, antes de ser canonizada dos años más tarde.
La Primera Guerra Mundial bien pudo tener algo que ver con la rapidez de los procesos llevados a cabo por la Congregación de Ritos, responsable entonces de las causas de los santos. Porque si había una "estrella" en las trincheras, era la pequeña Teresa.
En las fangosas trincheras, la monja carmelita inspiraba una esperanza espiritual "más fuerte que el acero". La expresión es el título de un libro que reproduce numerosas cartas enviadas por los Poilus (en español "Peludos", pues así llamaba a los soldados de infantería franceses) al convento carmelita de Lisieux.
Son cartas que los soldados enviaban a la propia Teresa o a la Madre Superiora, relatando los milagros realizados por Dios en medio del horror de los combates, por intercesión de la futura santa, a la que expresaban toda su gratitud.
100 cartas de los "Peludos" al día
Desde 1898, la reputación de la joven se había extendido más allá de los muros del claustro. Ese año, sus correligionarios publicaron Historia de un alma, una colección de escritos autobiográficos que se convertiría en uno de los libros más populares de principios del siglo XX.
En 1907, el obispo de Bayeux autorizó la publicación de una oración para la beatificación de Teresa Martin. Fue el inicio de un vasto movimiento de oración a la intercesión de la mujer que había prometido: "Después de mi muerte, haré llover rosas sobre la tierra".
Muchos de los Poilus llegaron al frente con una imagen o incluso reliquias de Teresa en su bolsa. Y no dudaban en invocarla cuando se acercaba la muerte, ya fueran franceses, alemanes, belgas o ingleses.
A partir del 7 de septiembre de 1914, llegan a Lisieux hasta cien cartas diarias. Los que "creyeran en el cielo o no [la llamaban] para que les acompañara durante cuatro años de combates que eran como el infierno en la tierra".
Un soldado cuenta cómo le protegió la "florecilla de Jesús". Otro explica que la conoció porque una monja del hospital le curó aplicándole una reliquia en la herida.
El siguiente proclama que está "orgulloso de publicar la bondad de Dios y de sor Teresa para con un pobre pecador" después de haber tenido una aparición de la monja carmelita en el campo de batalla.
En otro lugar, un Poilu escribió "Batería de sor Teresa del Niño Jesús" en el cañón que cayó sobre él sin herirle. El boca a boca también surtió efecto, y los soldados escribieron pidiendo recibir imágenes y reliquias para que también ellos pudieran ser protegidos.
Testimonios conmovedores
Se han recopilado más de 2 mil fichas de estas cartas de Poilus. Se pueden leer extractos en la página web de los archivos del Carmelo de Lisieux. ¿Quién no se conmoverá ante tales testimonios, peticiones de oración y relatos desde el frente? Un ejemplo, entre muchos otros, de un marinero, es la prueba del aura única de Teresa
"En primer lugar, ha sido una protección de bondad persistente desde que la conocí y me dirigí a ella. La siento cerca de mí y de mi vida, me ayuda en los momentos difíciles y me da plena confianza. Añade a estas ayudas temporales una protección espiritual que me atrae a servir menos mal a Dios, y tendrás una pequeña idea de la ayuda fraternal y muy permanente de la santa del Carmelo […]. Actualmente, yo, el capitán, viejo lobo de mar, le he confiado la dirección de mi pobre barco".
(Capitán de Vaisseau de La Vaissière)
En 1916, incluso se envió al Vaticano una colección de cartas y peticiones de soldados para mostrar la piedad popular que rodeaba a la futura santa. La iniciativa partió de Pierre Mestre, soldado de guarnición en Lisieux antes de la guerra, que escribió al Papa Benedicto XV el 24 de julio de 1916:
"El año pasado, Santísimo Padre, tuvo la bondad de autorizar la acuñación de una medalla con la efigie de sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. La pequeña monja carmelita de Lisieux es muy honrada entre nosotros. La amamos, la veneramos, la imploramos. ¡Cuántos oficiales y soldados le deben, desde el comienzo de la guerra actual, la gracia de una buena muerte, una protección segura en el campo de batalla, un retorno a la fe y una comprensión más clara de la vida cristiana!"
Estas peticiones, algunas decenas de soldados y luego centenares de miles de fieles, permitieron acelerar el proceso de beatificación y saltarse una etapa: no era necesario probar una reputación de santidad entre el pueblo de Dios.
Medallas y mucho más
Para dar las gracias a las monjas carmelitas, los Poilus no solo enviaban cartas, también regalaron a las monjas estandartes y medallas, a veces enmarcados. Hay cientos de ellos, pero no son los únicos exvotos.
Maquetas de aviones, estatuillas de soldados, charreteras, trencillas, insignias, forraje, cintas, distintivos e incluso municiones y eslabones de paracaídas, conservados hoy en Lisieux, siguen recordando el compañerismo de Teresa del Niño Jesús con los hombres del frente.
Una "hermana bondadosa" a la que un sargento encarcelado en Alemania "envía sus saludos vía Lisieux porque, dice, ¡el Carmelo es la antesala del Paraíso!"