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Santa Teresita, patrona de los misioneros desde el convento

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Matilde Latorre - publicado el 11/10/23
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Santa Teresita del Niño Jesús es una de las santas más queridas y populares de la Iglesia católica. Su vida, espiritualidad y escritos han inspirado a millones de personas en todo el mundo

No todos saben es que santa Teresita, monja carmelita, que vivió enclaustrada en un convento de Francia, es también la patrona de las misiones junto con san Francisco Javier, el gran apóstol de Oriente.

¿Cómo es posible que una mujer que nunca salió de su celda, que nunca viajó a tierras lejanas, que nunca predicó ni bautizó a nadie, sea considerada como una misionera ejemplar? La respuesta está en su corazón ardiente de amor por Dios y por las almas, que la llevó a ofrecer su vida como una ofrenda por la salvación del mundo.

Teresita nació en 1873 en Alençon, Francia, en el seno de una familia profundamente cristiana. Desde pequeña sintió el deseo de consagrarse a Dios y de ser santa. A los 15 años ingresó en el Carmelo de Lisieux, donde tomó el nombre de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Allí vivió una vida sencilla y oculta, dedicada a la oración, al trabajo y al amor fraterno.

Su camino espiritual se basó en la confianza absoluta en la misericordia divina y en la práctica de la infancia espiritual, es decir, el abandono filial en los brazos del Padre celestial. Teresita no buscó hacer grandes obras ni sacrificios heroicos, sino que hizo todo con amor y por amor, ofreciendo hasta las cosas más pequeñas por la gloria de Dios y el bien de las almas.

Su pasión por la evangelización

Una de las grandes pasiones de Teresita era la evangelización. Ella sentía un ardiente celo por anunciar el Evangelio a todos los pueblos, especialmente a los más alejados y necesitados. Sin embargo, sabía que su vocación era permanecer en el Carmelo, viviendo la clausura y la contemplación. Por eso, decidió ser misionera desde su celda, uniéndose espiritualmente a los misioneros que trabajaban en el campo.

Teresita adoptó como hermanos espirituales a dos sacerdotes misioneros que estaban en China y en Indochina. Les escribió cartas llenas de ánimo y de consejos, les envió rosarios y estampas bendecidas, y sobre todo les aseguró sus oraciones y sus sacrificios. También rezaba por los paganos, herejes, judíos y musulmanes, pidiendo que todos conocieran y amaran a Jesús.

El 9 de julio de 1895, fiesta de la Santísima Trinidad, Teresita se ofreció como víctima en holocausto al Amor Misericordioso de Dios, por los misioneros y por los pecadores. De ahí que se la considere patrona de las misiones. Tres años después, una tuberculosis acabó con su vida a los 24 años, el 30 de septiembre de 1897.

"No moriré, entraré en la vida"

Antes de morir, Teresita pronunció estas palabras proféticas: "No moriré, entraré en la vida… Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra". Y así fue. Después de su muerte, se difundió por todo el mundo su autobiografía Historia de un alma, donde relata su vida y su doctrina con sencillez y profundidad. Miles de personas se sintieron tocadas por su testimonio y pidieron su intercesión. Muchos milagros se atribuyeron a su poderosa mediación.

En 1925 fue canonizada por el papa Pío XI, quien la llamó "la estrella de mi pontificado". En 1927 fue declarada patrona universal de las misiones. En 1997 fue proclamada doctora de la Iglesia por el papa Juan Pablo II, quien la reconoció como "maestra de vida espiritual".

Santa Teresita de Lisieux es un ejemplo luminoso de cómo se puede ser misionero sin salir del convento, sin hacer ruido o buscar el éxito humano, sino solo el amor de Dios y el bien de las almas. Su lema era: "Todo es gracia". Su misión era: "Amar y hacer amar a Jesús". Su secreto era: "Ser pequeña y confiar mucho".

Imágenes de santa Teresita de Lisieux

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