Al tratar de conocer a más hermanos y hermanas mayores en la fe -los santos-, un buen lugar para buscar es uno de los países católicos más importantes del mundo, Filipinas. Del Lejano Oriente, resalta la vida de san Lorenzo Ruiz, protomártir de Filipinas.
Nace Lorenzo Ruíz
Fernando de Magallanes, en su intento de circunnavegar el mundo, desembarcó en 1521 en unas islas a las que puso bajo dominio español y las llamó "Filipinas", en honor al príncipe Felipe (que pronto sería rey Felipe) de España.
Varios sacerdotes católicos habían acompañado a Magallanes e, inmediatamente, comenzaron a difundir el mensaje evangélico. El catolicismo se extendió por todas las islas.
Lorenzo Ruiz nació unos 80 años más tarde, hacia 1600, en Binondo, Manila. Su padre era chino y su madre filipina. Ambos eran católicos devotos e hicieron todo lo posible por inculcar la fe a Lorenzo.
Un asesinato no comprobado
Su hijo fue monaguillo y luego sacristán. También fue miembro de la Cofradía Dominicana del Santísimo Rosario. Se formó en el arte de la caligrafía y se convirtió en calígrafo. Consiguió trabajo y se casó con una mujer llamada Rosario.
La pareja tuvo tres hijos: dos varones y una mujer. Eran una pareja feliz y corriente. Entonces, el destino intervino y cambió sus vidas.
España gobernaba Filipinas y, por una razón nunca comprendida ni probada, Lorenzo fue acusado del asesinato de un español. Corría el año 1636 y Lorenzo proclamó su inocencia; sin embargo, fue condenado a muerte por un crimen que no había cometido.
Decidió abandonar su hogar y buscar un lugar seguro donde vivir, rezando todo el tiempo para que le absolvieran de los cargos que se le imputaban.
Un destino fatal
Lorenzo se despidió de Rosario y prometió enviarle dinero. Luego, en la oscuridad de la noche, abandonó su casa. Consiguió contactar con dos sacerdotes dominicos y un leproso, y pudo conseguir pasaje en un barco con destino a Japón.
El barco zarpó a mediados de junio de 1636 y, tras un arduo viaje, llegó a Japón. Sin embargo, para su sorpresa y consternación, resultó ser el lugar equivocado para cualquier cristiano católico.
No tenían ni idea de que los gobernantes de Japón odiaban a los cristianos católicos. De hecho, la población cristiana de Japón estaba siendo aniquilada. A los pocos días de su llegada, Lorenzo y sus compañeros fueron detenidos. Les dijeron que se retractaran de su fe católica o se enfrentarían a la muerte, pero ellos se negaron.
Un largo martirio
Lorenzo y sus amigos fueron encarcelados durante dos años. Las condiciones eran horribles y vivían como animales. De vuelta en Manila, Rosario nunca oyó una palabra y nadie sabía qué había sido de Lorenzo. Pasados dos años, Lorenzo y sus compañeros fueron trasladados a la prisión de Nagasaki, donde se enfrentarían a la tortura y al juicio por ser católicos.
Cuando todos se negaron a negar su fe, fueron colgados boca abajo sobre una fosa abierta. Sus cuerpos estaban ligeramente atados para prolongar la agonía, permitiendo que su sangre circulara lentamente. Los captores hacían cortes en la cabeza de los prisioneros cada pocas horas para permitir la salida de la sangre acumulada. La inhumanidad del hombre hacia el hombre no tiene rivales.
Canonización del primer mártir filipino
Tres días después, los cuatro hombres habían muerto. Sus cuerpos fueron quemados y sus cenizas arrojadas al puerto de Nagasaki. Aunque el dolor tuvo que ser inimaginable, ninguno de ellos renegó de Jesucristo. Murieron mártires el 29 de septiembre de 1637 y fueron beatificados el 18 de febrero de 1981 por el Papa Juan Pablo II.
El 18 de octubre de 1987, tras dos milagros atribuidos a la intercesión de Lorenzo, fue canonizado en Roma por san Juan Pablo II.
San Lorenzo Ruiz es el primer filipino canonizado y se le llama Protomártir de Filipinas porque fue el primer mártir de allí. Es el patrón de los monaguillos y del pueblo filipino.
San Lorenzo Ruiz, ruega por nosotros.