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Su mujer y su fe lo ayudaron en su lucha contra el alcoholismo y la bipolaridad

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Raphaëlle Coquebert - publicado el 21/09/24
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Un padre alcohólico, una angustiosa misión en Afganistán y el suicidio de su hermano llevaron a Marc a beber demasiado antes de darse cuenta de que esta tendencia destructiva oculta una enfermedad psicológica. Su relato de este calvario no tiene filtros, es conmovedor y saludable

Cuando Marc le dijo a su futura esposa Charlotte a los 25 años que una "vida normal" no le satisfaría, no tenía ni idea de que el futuro le daría la razón de una forma muy extraña. Tenía toda la pinta de ser el yerno ideal: dinámico, cálido, decidido, impregnado de nobles ideales arraigados en su fe cristiana y su amor por Francia. Había que pertenecer a su círculo íntimo para saber qué grieta se esconde en la armadura de este joven oficial de infantería: el debilitamiento y luego la ruptura de la unidad familiar tras el alcoholismo que vivió su padre alrededor de los cincuenta años.

Aunque Marc llevaba su propio estilo de vida, gastando la juventud, Charlotte, tan sedienta de absoluto como el hombre al que amaba, no se dio por vencida: reforzó su fe, le introdujo en la Misa de rito tridentino (la Misa en latín de San Pío V) y le guió a través de una sólida preparación para el matrimonio.

Bombas de relojería

La pareja aún no se habían comprometido cuando Marc fue enviado a Afganistán para su primera misión: seis meses al frente de 40 soldados en un país al borde del caos, donde el miedo a la muerte era el pan de cada día

Al regresar era otro hombre, traumatizado por lo que había visto y vivido allí. Charlotte se unió en matrimonio con él un 27 de mayo de 2006 en una capilla de la región francesa de Auvernia.

En este momento, ella ignoraba, tanto como él, el verdadero impacto de esta experiencia en Afganistán. Los estragos del choque psicológico en el alma avanzan en secreto, a paso de tortuga. Tenían el tiempo de su parte. Tanto es así que los primeros años de matrimonio de la pareja fueron tranquilos: esperaban a su segundo hijo y la vida les iba bien. Pero el respiro duró poco.

En 2008, el hermano de Marc, padre de dos niñas pequeñas, se quitó la vida. Aturdido, sufrió otra herida en el corazón. Marc sentía más que nunca inclinación por el alcohol.

Lucha contra el alcoholismo

Fue en 2012 cuando decidió dejar el ejército y unirse a Michelin. En ese momento buscó, por primera vez, los servicios de un psiquiatra para regular su consumo de alcohol. Sin embargo, la vida siguió su curso, con traslados geográficos, nacimiento de hijos y responsabilidades profesionales que Marc asumió con pasión, incluso con un entusiasmo desmedido que drenaba toda su energía.

"Ya era bipolar", admite con la franqueza que le caracteriza. "Pero me negaba a admitirlo, a pesar de que mi psiquiatra me lo había advertido. Por otra parte, tenía clara mi falta de templanza en lo referente al alcohol, y en mi camino hacia la recuperación, mi mujer y el Cielo fueron importantes aliados. En primer lugar, el Cielo permitió que diera por 'casualidad' con un alcohólico profundamente religioso".

Charlotte aceptó conocer a esta persona y apoyar incondicionalmente a su marido en su lucha por la abstinencia. Ambos sabían que el camino por recorrer sería largo, muy largo.

La bipolaridad, un trampolín hacia la humildad

Lo que aún no sabían era que les va a conducir a un terreno totalmente desconocido para ellos: la enfermedad mental. Tras cinco meses de ayuno, el veredicto estaba claro: el alcoholismo era solo la punta del iceberg.

Marc padece un grave trastorno bipolar, caracterizado por la alternancia de fases de depresión y fases de excitación intempestiva, conocidas como fases maníacas. "Por primera vez en mi vida, me rebelé", admite Marc.

"Había tenido la humildad de buscar tratamiento, de decirle la verdad a mi jefe, de unirme a un grupo católico de alcohólicos que me ayudó a darme cuenta de lo pequeño que era en realidad… ¿y eso no era suficiente? No me atreví a rebelarme contra Dios, tomé a san José como blanco: ¡le di la espalda durante dos años!"

Pasó mucho tiempo antes de que admitiera su enfermedad, se la tomara en serio y aceptara seguir un tratamiento. Fueron años muy duros para su mujer y sus seis hijos, que tuvieron que soportar sus cambios de humor y sus estallidos de violencia verbal tras las recaídas en su síndrome de abstinencia.

"Lo más duro fue renunciar a mi propia fuerza de voluntad y seguir el consejo de mi cuñado, que yo no creía pertinente, de ingresar en un hospital psiquiátrico. Fue un paso más hacia el empobrecimiento. Todavía no era lo suficientemente humilde…"

Marc pasó por cinco ingresos hospitalarios (entre 2020 y 2022) para superar su montaña rusa emocional. "Ahora he alcanzado un estado de estabilidad al que aspiran todos los enfermos bipolares", se congratula Marc.

"Esto supone aceptar las consecuencias secundarias del tratamiento: deterioro de la capacidad intelectual y de la memoria, cierta lentitud en la realización de tareas, renuncia a toda adrenalina…"

Optó por un trabajo a tiempo parcial en Michelin - "una elección dolorosa", aunque su trabajo le satisfaga- y ha decidido establecer, con su mujer, un riguroso modus operandi para hacer frente a su enfermedad tanto en el día a día como en momentos de crisis (estilo de vida saludable, números de teléfono a los que dirigirse en cuanto aparezcan signos de malestar, etc.).

"Esta enfermedad es mi camino a la santidad"

¿Qué armas ha utilizado para conseguirlo? "El amor de mi mujer", confiesa.

"Durante tres años, antes de cruzar el umbral de la clínica psiquiátrica, llevé una vida infernal para ella. Ella ya no sentía nada por mí, pero se aferraba a nuestro sacramento del matrimonio, asegurándome que nunca me defraudaría… ¡Así que tenía ganas de hacer todo lo posible para estar a la altura de las expectativas de esta mujer recta, por la que estoy loco!"

La enfermedad, dice Charlotte, "nos enseñó a comunicarnos con calma, a menudo y en profundidad". También con sus hijos.

Sobre su fe, Marc destaca las gracias recibidas en la Eucaristía o durante peregrinaciones y el ejemplo de Teresita de Lisieux: "Después de ella, le digo al Señor: 'Estoy dispuesto a pasar por la prueba y el sufrimiento sólo por hoy'. Esta enfermedad es mi camino hacia la santidad".

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