Muchos de nosotros vamos a confesarnos simplemente para que Dios absuelva nuestros pecados a través de la meditación del sacerdote.
Aunque esta es ciertamente la gracia principal del sacramento, hay muchas más gracias que se conceden si estamos abiertos a ellas.
Fortalecidos en la fe
San Francisco de Sales explica algunas de estas gracias adicionales en su libro Introducción a la vida devota:
"(En) la confesión no solo recibes la absolución de tus pecados, sino también una gran fuerza que te ayudará a evitarlos en adelante, una luz más clara para descubrir tus faltas y una gracia abundante para compensar cualquier pérdida que hayas sufrido por esas faltas. Ejercitas las gracias de humildad, obediencia, sencillez y amor, y con este acto de confesión practicas más virtudes que con ningún otro".
Esta es una de las razones por las que algunas personas deciden confesarse regularmente, aunque no tengan pecados mortales en su alma.
Las gracias adicionales
Ciertamente, Dios perdonará cualquier pecado venial, pero también proporcionará esas gracias adicionales con la esperanza de evitar que se produzcan futuros pecados.
El Catecismo de la Iglesia Católica también proporciona una lista de beneficios espirituales adicionales:
"La reconciliación con Dios es, pues, la finalidad y el efecto de este sacramento. Para quienes reciben el sacramento de la Penitencia con corazón contrito y disposición religiosa, la reconciliación "suele ir seguida de paz y serenidad de conciencia con fuerte consolación espiritual". En efecto, el sacramento de la Reconciliación con Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", la restauración de la dignidad y de las bendiciones de la vida de los hijos de Dios, de las cuales la más preciosa es la amistad con Dios".
Aunque los católicos solo están obligados a confesarse al menos una vez al año, o cuando son conscientes de un pecado mortal, el uso frecuente de este sacramento puede reforzar nuestra fe de forma poderosa.