Katja Ceglar tiene 29 años y estudió Latín y Teología. Después de años de haber recibido su primer llamado vocacional, entró en la comunidad franciscana de las Misioneras de María en octubre de 2023, quienes tienen comunidades en todo el mundo; Katja vivió en Eslovenia durante el primer año de su postulantado y ahora entra en una comunidad en Polonia, donde vivirá durante su noviciado.
Aleteia: ¿Es posible describir el momento en que escuchó la llamada o fue un proceso más largo?
Katja: Creo que fue un poco de las dos cosas. Si tuviera que señalar un momento inicial, seria cuando tenía unos nueve años. Estaba de vacaciones en casa de mi prima y leíamos juntas un libro sobre la Madre Teresa. Mientras leíamos, acordamos que nosotras también seríamos hermanas.
Ella falleció a los tres días, pero el deseo de ser hermana permaneció en mí. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que madurara en mí la decisión definitiva.
¿Cómo ha evolucionado tu relación con Dios? ¿Has entrado alguna vez en conflicto con Él?
A menudo tengo mis propias ideas y entro en conflicto con Dios porque no está de acuerdo conmigo. Por lo demás, mi relación con Dios se ha desarrollado con bastante normalidad, como se desarrolla cualquier relación. Creo que es esencial que haya cultivado esta relación. Participé activamente en la parroquia, recé, fui a retiros espirituales, estuve en diversos grupos y movimientos espirituales.
Es similar a la relación con un ser humano. Del mismo modo, si tienes cercanía con Dios, tu relación con Él se fortalece.
Has ingresado en las Franciscanas Misioneras de María. ¿Qué te hizo decidirte por esta orden en particular?
Las Franciscanas Misioneras de María tienen una de sus casas en la parroquia de donde vengo, así que estuve en contacto con ellas desde muy joven, las conocí en la parroquia, daban clases de religión. Cuando estaba en la escuela primaria, a menudo me invitaban a tomar el té con ellas, y más tarde a menudo me unía a ellas en la adoración.
Fueron mi "primer amor", pero más tarde busqué en lugares muy distintos. En el instituto, por ejemplo, estaba decidida a ir a las Clarisas. Al final del bachillerato, caí en una crisis personal con la que había estado luchando durante mis estudios, así que no tenía mucha energía para averiguar dónde entrar, aunque era una cuestión que pesaba mucho en mi mente todo el tiempo.
Entendí mi vocación básica como la entrega de mi vida a Dios en disponibilidad para cualquier tipo de trabajo. De este modo, redescubrí mi conexión con las Franciscanas Misioneras de María.
En lo que se refiere a Francisco y su carisma, éste se me acercó cuando empecé a peregrinar a Asís con los hermanos capuchinos. En estas peregrinaciones, descubrí que el ambiente en torno a san Francisco era algo a lo que Dios me llamaba: a quedarme y estar unida a él. También participé activamente en la Juventud Franciscana.
Al conocer mejor nuestra Orden y nuestro carisma, vi que contenía todos los puntos que son importantes para mí; es decir, María, la Eucaristía, dar la vida por la Iglesia y la salvación del mundo. Son todas cosas que Dios ya ha obrado en mi vida, pero no siempre les había prestado atención, y aquí todo ha confluido de alguna manera.
¿Cómo reaccionó tu familia?
Les conté mi deseo cuando tenía nueve años y después hablamos de ello con regularidad, así que no fue un shock ni una sorpresa para ellos; pero sé que sigue siendo duro para ellos porque me echan de menos. Aún así me apoyan mucho y quieren que sea feliz.
Si ven que soy feliz para ellos también es más fácil.
¿Cómo fue el inicio de tu vida consagrada?
Me enfrenté a dos retos difíciles. El primero fue cuando tuve que irme de casa, lejos de mi familia, porque estábamos muy unidos. Ya llevaba un año viviendo en otro sitio, pero seguía visitándolos todas las semanas. La familia es un valor muy importante para nosotros.
En nuestra comunidad, tenemos un acuerdo por el que volvemos a casa una vez al año durante 14 días. Creo que eso es lo más difícil. Los dos o tres primeros meses tuve una crisis difícil por eso, pero Jesús me ayudó mucho. Cada vez que acudía a él, llorando y preguntándome qué hacía aquí, me daba una respuesta.
El segundo reto fue establecer nuevas relaciones en la comunidad. Durante un tiempo me sentí un poco sola. No porque hubiera algo malo con las hermanas y nuestras relaciones fueran terribles. Era simplemente que necesitaba un tiempo para abrirme lo suficiente como para compartir libremente todo lo que me pasaba por dentro. Me llevó un tiempo superarlo.
"Lo que más deseo es poder vivir con disponibilidad, asumir cada misión"
¿Cuál dirías que es tu misión personal?
Dios está haciendo muchas cosas nuevas en mí en este momento, así que todavía estoy descubriendo y maravillándome de lo que tiene reservado para mí. Nunca me había sentido atraída por salir al extranjero, así que me asombro cuando pienso en dónde he acabado.
De momento, lo que más deseo es poder vivir con disponibilidad, asumir cada misión y cada lugar al que me envíen. Quiero ver esto como algo a lo que Dios me envía y me coloca con un propósito, para esas personas.
¿Qué santo o santa te inspira y guía especialmente?
Los santos son personas con las que tengo una relación, los veo como personas con las que me puedo relacionar, personas con las que puedo caminar, igual que con los amigos. Y a veces uno está en primer plano, a veces el otro está en primer plano. Tengo mi propia compañía, mi círculo elegido, pero es bastante amplio, así que no tengo uno en particular al que pueda señalar.