Asistir a un matrimonio siempre será hermoso. Ver a dos seres comprometerse de por vida ya no es tan frecuente como antaño, por eso, algunos sacerdotes adaptan los ritos para hacerlos más conmovedores. Tal es el caso de que los esposos se dan la comunión mutuamente.
En efecto, puede parecer un bello signo, pero ¿es correcto? Veamos qué dicen los documentos de la Iglesia al respecto.
¿Quiénes pueden dar la comunión?
Entendemos que la dignidad de la sagrada Eucaristía es infinita porque se actualiza el sacrificio de Cristo en la cruz y se confeccionan el Cuerpo y la Sangre del Señor, que después se da en la comunión a quienes estén debidamente preparados.
Ahora bien, sabedores de la inmensidad de lo que toman los que comulgan, ¿quiénes pueden dar la comunión?
El Canon 910 del Código de Derecho Canónico dice a la letra:
"Son ministros ordinarios de la sagrada comunión el obispo, el presbítero y el diácono.
Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro fiel designado".
Como vemos, el código no menciona nada de los novios en su matrimonio.
¿Pueden los esposos darse la comunión mutuamente?
Ahora bien, en el sacramento del matrimonio los contrayentes intercambian el consentimiento que los convierte en esposos. Además, hay algunos signos que se entregan el uno al otro, simbolizando el compromiso que adquieren, como ponerse los anillos, dar las arras y recibir el lazo.
Pero en ningún ritual está escrito que tengan que darse la comunión mutuamente.
Por el contrario, La instrucción Redemptoris Sacramentum destaca que:
"No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado 'por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano'" (No. 94).
Y tratándose de los esposos, es tajante al decir lo siguiente:
"En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión" (No. 94).
Como podemos leer, se trata de un abuso litúrgico que hay que desechar sin contemplaciones.
El rito del matrimonio en sí tiene signos bellísimos signos que reflejan la grandeza de este sacramento, por lo que es inútil agregar otros que se conviertan en abusos litúrgicos.