Mientras María Inés Teresa Arias leía Historia de un Alma -la autobiografía de santa Teresita- encontró, no solo su vocación, sino la presencia de Dios “de una manera muy especial” en ella; tenía solo 20 años.
Desde entonces, Teresa de Lisieux no fue solo un ejemplo de vida, sino una aliada y amiga celestial que la inspiró por el resto de su vida, pues, como ella escribió en sus memorias:
Si yo ingresé a una Orden de clausura fue por el deseo inmenso de imitar, en la medida de mis fuerzas, a mi santita predilecta: santa Teresita del Niño Jesús”.
Amor a Cristo Eucaristía y sacrificios para ganar almas
María Inés Teresa vivió en el mismo México cristero que san José Sánchez del Río, santo Toribio Romo y san Cristóbal Magallanes. Situada en este contexto de persecución religiosa, tuvo que contener por algunos años -y con mucho dolor- su inmenso deseo de volverse religiosa.
“Dios me llevaba por el camino de la mortificación, y penas interiores muy intensas, por causa del deseo inmenso de pertenecerle del todo y no poderlo realizar por las persecuciones religiosas de México: 1926 - 1931. Nuestro Señor me detuvo, cuánto me costó. Me marcaba el camino, y luego no me dejaba marchar.
Estos años de clausura en mi propia casa me fueron de grande utilidad, pues el buen Dios fue preparando mi alma a una vida intensa de contemplación, siendo la oración el anhelo más grande de mi alma.
Fue en el año 29 cuando al fin, después de muchas penas interiores, pude ingresar; en Los Ángeles, California”.
A su amiga celestial se suma su madre, con una promesa
Sus días en el convento transcurrieron en alegría. Así como Teresita, vivió ofreciendo a Dios sus sacrificios del día a día para ganar almas para el cielo y el 12 de diciembre de 1930, día de Nuestra Señora de Guadalupe hizo su primera profesión. Nuestra madre le hizo una promesa:
'Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en éstos la gracia que necesiten; me comprometo además, por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final...'
Finalmente, su día más feliz llegó. El 14 de diciembre de 1933 profesó sus votos perpetuos.
Al igual que Teresa, misionera desde el claustro
Para paliar la pobreza en la que vivía su congregación, y asegurar sus necesidades básicas, las religiosas comenzaron a lavar y planchar ropa. A María Inés Teresa le tocó realizar esta actividad durante algunos años y eso, de nuevo, le permitió ofrecer sus sacrificios para ganar más almas para el cielo.
Sin embargo, estos años repartidos entre el trabajo manual y la contemplación despertaron en su corazón un deseo misionero. María Inés Teresa recibió el llamado a dedicarse a los pobres y a aquellos que aún no habían escuchado hablar de Dios; después de todo, había vivido ella también sus años de claustro como una misionera secreta gracias a su oración y sacrificio.
“Se fue haciendo este deseo más y más intenso, una verdadera obsesión. Trataba este negocio todos los días con Nuestro Señor en la oración, diciéndole manifestara su santísima voluntad”.
A pesar de ser inmensamente feliz siendo maestra de novicias y de sentir verdadero amor por sus hermanas y comunidad, comenzó el proyecto fundacional de una orden misionera.
El 2 de agosto de 1945 recibió el documento de la Santa Sede que aprobaba la fundación de su obra en Cuernavaca, México, y se desplazó a la Quinta Jesús-María, la primera casa que habitó junto a cinco hermanas que se fueron con ella a formar la nueva congregación.
“Cuando Dios me hizo sentir el deseo de pertenecerle a él por entero, mi vocación fue ser misionera. Por esto me encerré en el claustro, sabía que la oración y los sacrificios salvan más almas, que todo lo que sea acción, si esto va impregnado del espíritu de sacrificio, del deseo de no sobresalir, pero sí del deseo de llevar muchas almas a Cristo”.
Bajo el lema de “es urgente que Cristo reine” su obra creció enormemente y hoy se encuentra en México, Japón, Estados unidos, Costa Rica, Indonesia, Italia, España, Nigeria, Corea, India, Rusia, Argentina, Sierra Leona, Irlanda y Vietnam.
Fundó la Familia Misionera, compuesta por las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal (rama varonil), Van-Clar (misioneros laicos), el grupo sacerdotal inesiano y las misioneras inesianas (consagradas).
Falleció el 22 de junio de 1981, en total serenidad, y fue beatificada en 2012.