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Dos preguntas para encaminar la Semana Santa

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Theresa Civantos Barber - publicado el 27/03/24
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Nuestra esperanza en Cristo nos aporta confianza y paz, y tal vez renueve nuestro deseo de terminar bien la Cuaresma. Así es como podemos afrontar la Semana Santa

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Estamos aquí, al final de la Cuaresma, dando pie a la Semana Santa. Aunque tal vez la Cuaresma no ha ido como queríamos. Tal vez esa práctica de oración o ayuno que elegimos al principio se ha quedado por el camino, y nos sentimos como si hubiéramos "fracasado" en todo esto de la Cuaresma.

Pero aunque nos sintamos un poco desanimados o avergonzados, podemos aferrarnos a la esperanza sabiendo que Cristo vino a salvarnos, tanto si cumplimos nuestros planes de Cuaresma o no. ¡Cristo venció! La batalla está ganada. La Pascua se acerca, no importa lo "preparados" que nos sintamos.

Nuestra esperanza en Cristo trae confianza y paz, y quizás también renueve nuestro deseo de terminar bien la Cuaresma.

Mientras pensamos en cómo retomar el camino para la Semana Santa, consideremos cuál es el propósito de la Cuaresma en sí. Además de ser "un período de preparación para celebrar la Resurrección del Señor en la Pascua", es un tiempo en el que estamos llamados a "una verdadera conversión interior del corazón al tratar de seguir más fielmente la voluntad de Cristo".

Una conversión del corazón. Seguir más fielmente la voluntad de Dios. Hagamos de estas dos cosas la base de nuestro plan para vivir bien la Semana Santa.

Si estamos dispuestos a afrontar la Semana Santa con una actitud de "¡todavía podemos!", hagámonos las siguientes preguntas.

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1¿QUÉ ME ACERCA A DIOS?

Tomémonos un momento para pensar qué cosas de nuestra vida nos ayudan a sentirnos más cerca de Dios, que es amor.

Tal vez sea reservar unos minutos para rezar por la mañana mientras nos tomamos el café; rezar una decena del Rosario por la noche con nuestro cónyuge. Tal vez podamos pasar una hora con Jesús en Adoración esta semana, asistir a las liturgias de Semana Santa, leer y hablar de la historia de Pascua con nuestros hijos, o escuchar un audiolibro espiritual mientras vamos al trabajo.

Una vez que hayamos reflexionado sobre esta pregunta y hayamos encontrado una respuesta sincera, podemos pasar a la siguiente.

2¿QUÉ PEQUEÑA COSA PUEDO PONER EN MARCHA AHORA MISMO?

Ahora que tenemos una idea en la cabeza de algo que puede acercarnos a Dios esta semana, elijamos un pequeño paso que podamos dar para hacerlo realidad, para que nuestras nobles intenciones no se queden en nada.

Quizá el paso sea algo tan sencillo como poner el rosario junto a la cama, para acordarte de que quieres rezar antes de dormir. Tal vez sea algo que lleve un poco más de tiempo, como buscar en el sótano los libros de imágenes de Pascua de tu familia y la Biblia de los niños. O tal vez sea buscar los horarios de las liturgias y añadir recordatorios a tu calendario para que te acuerdes de ir a la iglesia para determinados servicios de Semana Santa.

Camina con Dios, sabiendo que te ama

En definitiva, hagamos lo que hagamos en Semana Santa, descansemos en el conocimiento de que Dios nos ama más de lo que podemos imaginar. Todo lo que hagamos esta semana está firmemente arraigado en esta amorosa amistad.

Cuando tratamos de vivir bien la Semana Santa, no es porque queramos tachar alguna lista de prácticas religiosas, sino porque nuestro amor por Jesús significa que queremos caminar a su lado durante esta dura y hermosa semana en la que Él cumplió su misión en la tierra.

Es nuestro mayor honor caminar con Él en el desfile del Domingo de Ramos, en la Última Cena y el arresto del Jueves Santo, en el terrible sufrimiento del Viernes Santo y, sobre todo, en la insondable gloria y misterio de la Resurrección.

Independientemente de cómo haya transcurrido este año, hay algo reconfortante en saber que nunca viviremos la Cuaresma a la perfección. No podemos vivir nada perfectamente a este lado del velo.

Lo que sí podemos hacer es vivirla fielmente, caminando junto a Cristo a través de todos los altibajos a los que nos enfrentamos. Si podemos hacerlo, habremos vivido bien la Semana Santa, terminando la Cuaresma con algo de esa "conversión interior" que nos lleva a rendirnos más profundamente a la voluntad amorosa de Dios.

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